El destino de la economía mundial podría dar un vuelco esta semana. Es que la situación económica y financiera es de tal gravedad, que si el escenario no se descomprime durante la cumbre del G-20 que parte hoy en Londres, la crisis podría convertir al planeta en una olla a presión a punto de estallar. Todo se complica, además, al haber férreas discrepancias entre las propuestas planteadas por algunos de los veinte países más industrializados que se darán cita en la capital británica, las que se espera no sean insalvables.
Este encuentro, no hay que olvidar, representa un duro desafío para el Fondo Monetario Internacional (FMI), el mayor quizá en sus 65 años de historia. En sólo una jornada, el G-20 decidiría si dicha institución -surgida de los acuerdos de Bretton-Woods, de 1944- seguirá siendo o no la pieza clave de la economía internacional y si obtendrá recursos con el fin de superar la crisis más grave que haya conocido el planeta desde 1929.
Alejado de las protestas que se desarrollaban en el centro de Londres, el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, reconoció ayer, junto a su anfitrión, el Primer Ministro británico Gordon Brown, que su país tiene cierta responsabilidad por la crisis y que, dada su prominencia en el mundo financiero, es justo que lo cuestionen.
Sin embargo, dijo que más importante que buscar culpables es enfocarse en encontrar soluciones. "Tenemos la responsabilidad de coordinar nuestras acciones y de centrarnos en el terreno común, no en nuestras diferencias ocasionales. (Para) arreglar el problema (...) hemos tomado algunas medidas muy agresivas en EEUU para hacerlo. No sólo para la crisis inmediata, sino para el largo plazo", comentó.
A su vez, Brown dijo que sólo faltarían "horas" para un acuerdo sobre temas como un posible impulso de 100 mil millones de dólares para el comercio global.
Férrea posición franco-alemana
Pero las diferencias entre Washington y el bloque París-Berlín son evidentes, y así lo hicieron notar ayer el Presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la Canciller alemana, Angela Merkel, quienes aseguraron a una sola voz, que la aprobación por el G-20 de una nueva "regulación" del sistema financiero internacional no era "negociable".
Frente a ello, Obama y Brown defienden un mayor esfuerzo en crear estímulos, en algunos casos entendidos como endeudamiento o aumento del gasto fiscal. Además, el Premier pidió al Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, que medie entre las posturas divergentes, de cara a limar las previsibles asperezas en la cumbre.
Protesta en cuatro direcciones
Como habitualmente ocurre en este tipo de citas, las protestas no estuvieron ausentes de Londres. Pero la jornada de ayer fue distinta, pues un hombre aún no identificado murió de causas también desconocidas hasta el cierre de esta edición. Sólo se sabe que participaba junto a ecologistas, anarquistas y anticapitalistas, entre otros, en protestas que rechazaron en la "City" -corazón financiero londinense- las decisiones de los poderosos para resolver los problemas.
Las cuatro marchas, con los "alternativos", convergieron en el Banco de Inglaterra, llamado por ellos "la Bestia", terminando con un centenar de arrestados. Cada uno de los brazos o "jinetes del Apocalipsis", como los calificaron, representaban la guerra; los culpables y consecuencias del cambio climático; el cercamiento de tierra y las fronteras; y los crímenes financieros. Según la policía fueron desplegados diez mil hombres para controlar las manifestaciones.
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