sábado, 2 de outubro de 2010

Lavado de dinero en el Vaticano y narcodólares en los obispados mexicanos



Carlos Jesús Rodríguez
Hoy Tamaulipas

Cuando uno se entera que el Banco del Vaticano -conocido formalmente como Instituto de Obras Religiosas o Banco Ambrosiano- es investigado por la policía italiana debido a presunto lavado del dinero, la reflexión no tiene desperdicio: ¿Y, entonces, en quien vamos a confiar si los representantes de Díos en la tierra son tan corruptos como cualquier hijo de vecino? El asunto no debería sorprendernos si apelamos a la historia: en 1979 la economía de la Santa Sede estaba seriamente dañada, y tres años más tarde se produjo la quiebra de uno de los bancos más ilustres de Italia: El Ambrosiano, que llevaba las finanzas internacionales del Vaticano y, paralelamente, el asesinato de su director Roberto Calvi. Las indagaciones consiguientes revelarían que el banco se dedicaba al blanqueo del dinero de la mafia, lo que motivó que el Papa Juan Pablo II trasladara la responsabilidad de la economía vaticana a cinco financieros reconocidos internacionalmente (bajo la supervisión de una comisión de cinco cardenales), de tal suerte que se nombró a una “Administración del Patrimonio de la Santa Sede” para evitar nuevas sorpresas.

Sin duda, el mundo católico reconoce en el Vaticano la casa más representativa de la doctrina cristiana, y acaso por ello nadie imaginaría que en esa sede se engendraran acciones de corruptela –como ha surgido a la luz pública-, como si fueran pocos los escándalos que empañan a la Iglesia Católica. La información que ha trascendido es que las autoridades italianas han incautado 23 millones de euros (alrededor de 30 millones de dólares) de una cuenta del Banco Vaticano, de tal suerte que han iniciado una investigación contra altos directivos.

El lavado de dinero (también conocido como lavado de capitales, lavado de activos, blanqueo de dinero, blanqueo de capitales o legitimación de capitales) es el proceso a través del cual es encubierto el origen de los fondos generados mediante el ejercicio de algunas actividades ilegales o criminales (tráfico de drogas o estupefacientes, contrabando de armas, corrupción, desfalco, fraude fiscal, crímenes de guante blanco, prostitución, malversación pública, extorsión, trabajo ilegal, piratería y, últimamente, terrorismo). El objetivo de la operación, que generalmente se realiza en varios niveles, consiste en hacer que los fondos o activos obtenidos a través de actividades ilícitas aparezcan como el fruto de actividades legítimas y circulen sin problema en el sistema financiero.

Se trata de dinero negro, propiamente dicho, y es aquel que procede de actividades ilegales, recursos que no pueden ser declarados directamente a hacienda porque supondría una confesión sobre dichas actividades. Es dinero sucio que no ha sido declarado por el motivo que fuere, incluso, en muchas ocasiones simplemente por evasión de impuestos, de tal manera que puede suponer un problema para su propietario ya que es un indicio claro de posible delito tributario. Se oculta, por ejemplo, evitando las entidades bancarias o gastándolo en bienes que no dejen rastro fiscal. La Santa Sede –que no es la primera vez que le ocurre un hecho similar -dijo estar “perpleja y sorprendida” por la investigación que, seguramente, no llegará a la máxima jerarquía católica. Pero insistimos: la Iglesia Católica, dirigida por hombres, por seres de carne y hueso susceptibles a la tentación y ambiciones mezquinas, no escapa a la seducción que representa el dinero.

Aún se recuerda cuando en Septiembre de 2005, el obispo de Aguascalientes, Ramón Godínez, reconoció que la Iglesia en México recibe limosnas provenientes del narcotráfico, pero “se purifican”, declaración que generó una complicada polémica. Parte de aquella entrevista –para que cada cual juzgue lo que quiera-, es la siguiente: el Obispo había dicho al reportero ellos –los clérigos- aceptan el dinero sin investigar su origen. "Ellos dicen, esto es mío y yo quiero dar esto, pero no investiga uno de donde lo conseguiste, a nadie."

La pregunta habría sido: ¿Mucha gente por años ha dicho que sí, que el narco aporta algunos diezmos?, y Ramón Godínez, Obispo de Aguascalientes respondería: “Claro que aporta, si tiene dinero pues lo tiene que gastar, no sé por qué han hecho escándalo de eso. Recibimos de todos, si ustedes dan recibimos lo que dan, si da un narco no vamos a investigar si da un narco o no, nosotros de eso vivimos, de las ofrendas que dan los fieles y no investigamos de donde consiguen ese dinero”. Convencido de que no ofendía a nadie, el prelado argumentó que al llegar las limosnas a la Iglesia, se purifican, lo que desató una fuerte crítica de la sociedad. Aquella vez, no sin razón, la sociedad consideró evidente pensar en lo que le pasó al obispo y Cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo (asesinado en 1983), en cómo estuvo metida desde ahí la situación. Un año después de aquellas desafortunadas declaraciones, en abril de 2008, el Presidente de la Conferencia Episcopal, Carlos Aguiar provocó gran conmoción al ser interpretadas sus palabras como llamado a una legislación especial que permita la reinserción de los narcotraficantes arrepentidos, de tal suerte que se llegó a decir que con “narcolimosnas” los maleantes podrían rescatar su cuerpo y alma de la justicia.

Aquella vez, el, entonces, obispo auxiliar de Guadalajara, José Leopoldo González, vocero de la Conferencia Episcopal, redactó un documento en el que señala como ocurrieron los hechos: En la rueda de prensa del 4 de abril con motivo de la presentación del comunicado final de la asamblea ordinaria del episcopado –justificó-, una periodista preguntó a Monseñor Carlos Aguiar si todavía creían que los narcos podrían convertirse. Aguiar respondió afirmativamente, y puso el ejemplo de que algunos se han acercado a la Iglesia para pedir apoyo con la intención de un cambio en su vida. Monseñor Aguiar, también, comentó que muchos narcotraficantes son bien recibidos en sus lugares de origen, en la mayoría de los casos de zonas pobres, porque han llevado servicios a dichas poblaciones, incluso construyen sus capillas al santo patrono del lugar o al santo de su mayor devoción. Por eso los pobladores los ven como bienhechores bondadosos que ayudan a mejorar su situación.

En vista de la controversia generada por las declaraciones del obispo Carlos Aguiar, otros voceros de la Iglesia Católica mexicana salieron a interpretar lo que quiso decir Aguiar. Entre quienes sirvieron de traductores se encuentra el vocero de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, quién aclaró el rechazo de la Iglesia Católica a que se aplique cualquier legislación especial a los narcotraficantes para su reinserción…Valdemar comentó, incluso, que son muchos los narcotraficantes que se acercan a la Iglesia y en algunos casos hasta dejan donativos en bolsas de papel de manera anónima, pero que la Iglesia no acepta donaciones dudosas “la Iglesia acepta el arrepentimiento genuino de los pecadores, porque esa es su misión, pero ello no quita que los delincuentes deban hacer frente a la ley de cada país...”

Por lo pronto, la policía financiera italiana requisó los fondos como precaución y la fiscalía dispuso la investigación del director general del banco y su presidente -un hombre que suele hablar sobre la moralidad en el mundo financiero- por supuestos errores vinculados a violaciones de las leyes italianas contra el lavado de dinero. En fin, si la Santa Sede se ve envuelta en este tipo de escándalos, que se espera de la gente común. Por lo pronto, la Iglesia Católica debería desprenderse de unos cuantos pesos y aportar algo para sacar adelante a las comunidades afectadas por el huracán Karl. Eso si se los va a premiar Díos y no el lavado de dinero.

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