Tania, Sebastián y Matías
El pasado viernes 13, a las catorce horas, murió Antonio Cortés Terzi. Aquellos que pensamos la política como un espacio para la superación de la injusticia, lo honramos en su partida.
Blog de la República
El pasado viernes 13, a las catorce horas, murió Antonio Cortés Terzi. Aquellos que pensamos la política como un espacio para la superación de la injusticia, lo honramos en su partida.
Socialista desde la adolescencia, en el liceo Enrique Molina y en la Universidad de Concepción el “chico Cortés” era conocido por sus decididas acciones e ideas políticas. Participó de la generación que creyó en la revolución, inspirada por el Che y la experiencia cubana. Creyó, luchó y perdió, y asumió ese fracaso como aprendizaje y experiencia. Nunca renegó de él.
Brillante sociólogo de formación y oficio, ácido en la crítica, republicano como pocos, gran admirador de Marat, conversador y cariñoso en sus afectos. Esa es la imagen que, aquellos que tuvimos la suerte de cruzar nuestros caminos con él, nos llevamos como recuerdo. Compañero Antonio, estás en nuestra memoria.
Detenido y torturado en la Academia de Guerra de la Fach, después del golpe se exilió en México, donde desarrolló una meteórica carrera académica en la UNAM. Pasó por Argentina y ya de vuelta en Chile, se desempeñó como analista político a tiempo completo. Y lo hizo como pocos. Escritor inagotable de cientos de columnas y libros como “Gramsci: Teoría política“, “Salvador Allende y el allendismo posible” y “El circuito extrainstitucional del poder“. Siempre estaba mirando la realidad en clave política, con la pregunta por el poder y su realización en la sociedad como objetivo y como método para comprender, criticar y transformar el orden social.
Antonio era uno de los escasos intelectuales de izquierda que sorteó con dignidad y rigor los cantos de sirena del “milagro” neoliberal chileno, manteniéndose en los márgenes de las esferas del poder, en las que muchos de sus compañeros socialistas olvidaron los libros, la pluma y los viajes en micro. Sus Informes de Política, regulares y numerados, en el sitio Asuntos Públicos, además de sus entrevistas y su trabajo desde el Centro de Estudios Avance, fueron durante años un llamado a la conciencia en los oídos oficialistas.
Antonio las hizo de Pepe Grillo cada vez que a la Concertación, y en particular al PS, le crecía la nariz o se iba de parranda con los zorros. Su tozudez progresista, su pluma afilada y su práctica recurrente de criticar a sus correligionarios cuando los veía dando palos de ciego, lo hicieron entrevistado predilecto de los medios de derecha que, precisamente por derechistas, no ven el poder constructivo de la crítica. Los editores de los grandes medios creían que entrevistar a un izquierdista criticando al gobierno era un trabajo de demolición, cuando, probablemente, teorías como la mentada “ceremonia del adiós” en realidad contribuyeron a que la Concertación reconociera parte de sus limitaciones, por ejemplo, de cara a las nuevas demandas ciudadanas y permitiera la llegada de Michelle Bachelet al poder. Los análisis frontales y sin anestesia de Antonio fueron baldes de agua fría en medio del sopor de nuestros dirigentes. Ya fuera desde Centro Avance, La Nación o Asuntos Públicos; desde Expansiva y el CEP; o desde La Tercera, Qué Pasa y Cosas, Antonio hablaba con un aplomo y una agudeza difícil de ignorar incluso al interior de las paredes de Palacio.
Una de sus últimas entrevistas, en que analiza en términos generales el estado de la política en Chile, se puede encontrar en el sitio Gramsci e o Brasil. En ella, Antonio muestra su lado más agudo:
“Aunque parezca una grosería, la derecha chilena es “gramsciana”, en el sentido que le asigna un rol fundamental a lo político-cultural y a la organización de las funciones intelectuales. Es una derecha con una enorme capacidad de competencia en el plano de la hegemonía cultural, al punto que no sólo ha instalado popularmente muchas de sus visiones, sino que ha permeado a la izquierda y al progresismo con varias de sus ideas y conceptos. Es más: a través de sus universidades ha cooptado a un buen número de conocidos intelectuales progresistas.”
Aunque nos duela, nadie más en Chile está haciendo este tipo de análisis en serio. Nada de columnitas en el diario tipo “memorandum semanal a la Presidenta”, escritas a la rápida y sin ánimo de cambiar nada. Por el contrario, análisis político-teórico puro y duro, de izquierda y bien escrito. Nada menos. No por nada Norbert Lechner, en el último encuentro que tuvieron antes de la muerte del sociólogo alemán, llamó a Cortés el “Último Gramsciano“.
Queda en la izquierda chilena un vacío que será difícil de llenar. Por ahora no tenemos más intelectuales orgánicos. Sus textos, sin embargo, seguirán siendo una guía y un referente para aquellos que quieran pensar la política chilena desde el progresismo. Sus análisis sobre circunstancias particulares tienen, en muchos casos, una utilidad general que sólo es posible encontrar en las ideas fundadas sobre una sólida base conceptual y teórica. La voz de Antonio volverá cada vez que necesitemos desenmarañar la madeja.
Las palabras de Eduardo Rojas, en medio de la larga lista de comentarios a la noticia que anunciaba su muerte en el diario El Mostrador, resume el profundo cariño y respeto que Antonio despertaba entre sus compañeros del Partido Socialista.
“Dicen los que saben decir, que la única muerte es el olvido, Antonio entonces no morirá, Vivirá siempre que hayan socialistas y que necesitemos encontrarnos con él para pensar qué hacer, ver cómo reparamos la injusticia y criticamos el sistema que la produce. Era un ejemplo de coherencia y autenticidad política, Vivirá mientras haya quienes quieran ser como él. Por mucho tiempo, lo recordaremos en su partido, el partido de los socialistas.”
Nosotros, en delarepublica.cl, nos sacamos el sombrero.
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