Glen Ford
Black Agenda Radio
Exactamente igual que su predecesor, el Presidente Obama fortalece a los pro occidentales de Asesinos S.A. en el África negra, una plantilla que incluye a los asesinos de masas más despiadados del continente. Una de ellos, el ruandés Paul Kagame, que es culpable de la muerte de millones de personas en Congo, recientemente celebró unas elecciones en las que obtuvo el 93 por ciento de los votos. Pero no escucharás ninguna queja por parte de la Casa Blanca.
Uno de los principales aliados de EEUU en el África Negra recientemente se declaró a sí mismo ganador en una farsa de elecciones presidenciales con un 93 por ciento de los votos. Pero no habrá ninguna protesta por parte del Departamento de Estado de Hillary Clinton o de la Casa Blanca de Barack Obama, ni siquiera un pequeño alboroto por parte del New York Times, porque el Presidente Paul Kagame, de Ruanda, sirve a los intereses de EEUU. Nunca escucharás a los gobiernos occidentales y los medios de comunicación llamar a Paul Kagame por su propio nombre: un dictador y señor de la guerra de la minoria tutsi que domina sobre la mayoritaria población hutu a través de un reinado del terror. En vez de eso, los capitalistas occidentales inundan su régimen con dinero y alabanzas como un ejemplo de cómo África debería gobernarse.
A Paul Kagame y a su mentor y compañero, señor de la guerra en la vecina Uganda, el Presidente Woseri Museveni, se les dio luz verde por parte de Occidente para que mataran y robaran a voluntad en África Central. Son los dos principales artífices del genocidio en el este de Congo, donde algunos estiman que han muerto seis millones de personas desde que Uganda y Ruanda invadierion la región a mediados de los 90. Los soldados de estos dos secuaces de EEUU están allí todavía, en la República Democrática del Congo, saqueando minerales preciosos para venderlos a las corporaciones multinacionales usando como tapadera guerras tribales, guerras creadas y alimentadas por ellos mismos, Kagame y Museveni, para obtener poder y ganancias y el favor de EEUU y Europa. Kagame y Museveni tiene más sangre en sus manos que ninguna otra combinación de hombres en África, lo que los convierte en héroes para Occidente.
Comparado con el genocidio congoleño, el robo de unas elecciones en Ruanda es un juego de niños. La mayoría de la población hutu vive aterrorizada por un régimen dominado por los tutsi, que se enraíza en la guerrilla armada que invadió Ruanda desde sus bases en Uganda y que desencadenó la violencia tribal genocida que mató a cientos de miles de tutsis y hutus –aunque las víctimas hutus del ejército de Kagame tienen que ser lloradas en silencio-. Es un crimen en Ruanda incluso suscitar la cuestión de los asesinatos masivos de hutus durante la violencia de 1994, mientras Kagame luchaba para alzarse con el poder. De hecho, cualquier crítica al régimen de Kagame garantiza que a uno le pongan la etiqueta de genocidaire –defensor del genocidio– o de promotor del “divisionismo”, es decir, cualquier cosa que puede tender a minar la obediencia de la gente a Paul Kagame. Uno puede muy bien aparecer muerto, como le ocurrió a varios de los oponentes del régimen durante la campaña de la farsa electoral. A ningún oponente serio se le permitió competir. El Estado policial de Kagame tiene formas de asegurarse de que casi todo el mundo vote por El Líder. Los votantes marcan sus papeletas electorales con sus huellas dactilares junto al candidato elegido, por lo tanto ningún voto es secreto.
Los dos jefes de Estado más despreciados por EEUU, Robert Mugabe de Zimbabwe, y Omar al-Bashir de Sudán, celebraron elecciones que fueron muchas más justas y creíbles que las de la Ruanda de Paul Kagame. Los Presidentes Mugabe y Bashir nunca las amañarían para concederse sí mismos un 93 por ciento de los votos, porque serían denunciados por robo de votos por parte de Occidente. Pero el dictador genocida Paul Kagame hace ostentación de su falta de respeto por los procesos democráticos y Occidente lo ama por ello. Está cometiendo los asesinatos de EEUU y Europa por ellos, y ellos están encantados.
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