quinta-feira, 23 de dezembro de 2021

Felices fiestas y un gran año 2022


 

Con la esperanza renovada en mejores días, les deseo a todas mis amigas y amigos unas excelentes navidades y un año 2022 lleno de alegrías, triunfos y realizaciones !! 

terça-feira, 21 de dezembro de 2021

Chile, el triunfo de la esperanza y los desafíos del futuro

 

Fernando de la Cuadra y Aglae Casanova
Socialismo y Democracia

Me siento heredero de una larga trayectoria histórica, la de quienes,
 desde diferentes posiciones, han buscado incansablemente la justicia social,
la ampliación de la democracia, la defensa de los Derechos Humanos, la protección de las libertades.

Gabriel Boric, Primer Discurso como Presidente Electo, 19/12/2021

Han sido días de mucha tensión y ansiedad, pero finalmente la ciudadanía puede celebrar hoy el contundente triunfo del candidato de una amplia coalición de izquierda (Apruebo Dignidad). Gabriel Boric, con cerca del 56 por ciento de los votos, derrotó al representante de los residuos de una cultura pinochetista, el candidato de la ultraderecha José Antonio Kast.

En un balotaje marcado por el aumento de la afluencia a las urnas con relación a la primera vuelta (55% contra 47%, respectivamente), el pueblo de Chile logró, no solo elegir al presidente más joven de su historia, sino que también, al presidente con la mayor cantidad de votos en la era republicana del país. Los chilenos, y especialmente, las y los jóvenes se movilizaron para detener el avance de la extrema derecha que irrumpió en el escenario político con una campaña llena de prejuicios y mentiras, tal como ya se ha visto en otros países. En contraposición a ello, la coalición ganadora, echó mano a la creatividad, al despliegue territorial y al trabajo mancomunado de miles de voluntarios que se movilizaron para detener el odio y hacer triunfar la esperanza. La noche de la victoria millares de personas se desplazaron hasta el centro de Santiago y de las principales ciudades del país para celebrar el éxito de un proyecto político y social que pretende realizar las transformaciones urgentes que requiere Chile para caminar hacia una patria justa y solidaria a la cual aspiran las grandes mayorías de la nación.

Es en parte la misma población que aprobó, contundentemente, la elaboración de una nueva constitución y que en mayo pasado escogió una Convención Constitucional que representa a los diversos grupos sociales, políticos, de género y etnias de Chile. La nueva Constitución que deberá someterse a un nuevo plebiscito (de salida) y, hacia la cual, ya se puede percibir la campaña de desprestigio que han emprendido los grupos más conservadores y retrógrados que desean continuar con la Carta Magna maquillada que se ha heredado de la dictadura cívico militar.

El Presidente electo Gabriel Boric, ya hizo la diferencia, en su compromiso de defender la Convención por la que él mismo luchó en las calles, reuniéndose con los convencionales encabezados por Elisa Loncón y Jaime Bassa, a sólo dos días del triunfo de su coalición, en contrapunto a lo que ha hecho Piñera y su gobierno en estos cinco meses y medio de funcionamiento de la entidad, la que vio dificultada su funcionamiento desde el primer día de su conformación, debido a que el gobierno no facilitó ni otorgó las condiciones más básicas y prácticas para su instalación y funcionamiento. El prolongado abrazo entre Boric y Loncón fue la imagen que marcó el día del encuentro, el que se caracterizó por la constructiva voluntad de un trabajo conjunto en pos del éxito de la Convención.

La derecha trató de instalar en los medios de comunicación y en las conversaciones cotidianas, la idea de que la sociedad chilena estaba polarizada, pero en realidad el único polo que existe hasta el momento es el de la ultraderecha, pues las fuerzas del cambio que apoyaron a Boric no representan a un polo de la ultraizquierda ni nada por el estilo. Es un proyecto que desea implementar mejores políticas públicas y sociales, más inclusivas y más universales.

Por cierto, los desafíos que deberá enfrentar el nuevo gobierno son enormes e, indudablemente, van a surgir muchos detractores, obstáculos y escollos por parte de los sectores empresariales que temen perder sus privilegios y, por supuesto, también vendrá el hostigamiento de una derecha ideológicamente pétrea ligada a la herencia pinochetista. Los cambios anunciados por el futuro presidente de ampliar la gratuidad en la educación, de expandir el sistema público de salud haciéndolo más universal, de transformar el sistema de pensiones a un modelo de reparto solidario y realizar la reforma tributaria, es decir, aumentar el impuesto a las megaempresas (mineras, forestales, agrícolas) y a las grandes fortunas para financiar estos cambios, son algunas de los principales materias sobre las cuales no existe un consenso nacional y que deberán ser debatidas en un Congreso bastante equilibrado o “empatado”, que posee una representación significativa de la derecha y de la extrema derecha.

Estas son algunas de las tareas pendientes que han dejado los sucesivos gobiernos desde la redemocratización del país, y especialmente de la propia Concertación, que aduciendo problemas de “correlación de fuerzas” no tuvo la voluntad política de emprender los cambios que la sociedad reclamaba con urgencia.

Pero Gabriel Boric ha ido más allá en sus propuestas de cambio, con un plan que refleja muchas de las demandas emanadas del estallido social ocurrido en octubre de 2019, cuando miles y miles de chilenos se dieron a las calles exigiendo no solo el fin del modelo neoliberal imperante, sino que también profundas transformaciones en temas como seguridad, zonas de sacrificio ambiental, conflicto en la Araucanía, entre muchos otros.

¿Una nueva oportunidad para la región?

La llegada de la coalición progresista como Apruebo Dignidad con Gabriel Boric a la cabeza, representa también una oportunidad para retomar los procesos de integración regional a partir de una mirada en clave progresista, superando el imperio exclusivo de los intercambios mercantiles entre las naciones del subcontinente. Temas como la crisis migratoria y la apertura de fronteras en un marco de respeto a los derechos de las personas, la abolición de la desigualdad de género, los problemas del narcotráfico y el comercio de armas, que asuma los desafíos para mitigar y revertir el cambio climático y la destrucción de los ecosistemas, el enfrentamiento de la pobreza y la exclusión, las respuesta a la pandemia y otras enfermedades catastróficas, el combate a grupos paramilitares de extrema derecha y las milicias urbanas, entre otros muchos temas, deben tener necesariamente una articulación hemisférica de largo plazo, que supere los acuerdos coyunturales según sea la orientación y conveniencia de gobiernos específicos para pasar a transformarse en políticas permanentes de los Estados que subscriben los respectivos acuerdos de cooperación y ayuda mutua.

Para Boric, “la justicia ambiental es también justicia social”, y considera que la sostenibilidad, la participación ciudadana y la defensa ambiental van de la mano con el desarrollo del país. En su primer discurso como presidente electo, hizo referencia directa a las zonas de sacrificio declarando un rotundo “No a Dominga”, uno de los proyectos más controversiales de la minería del hierro de Chile. Asimismo, se comprometió meses antes de las elecciones recientes a que, un eventual gobierno liderado por él, ratificaría y firmaría, durante los dos primeros meses de mandato, el primer acuerdo regional ambiental de América Latina y el Caribe, más conocido como acuerdo de Escazú, suscrito por la mayoría de los países de la región en 2018 que vincula, entre otros temas, derechos humanos y medio ambiente.

Probablemente el nuevo presidente intente reposicionar a Chile dentro de un nuevo ciclo progresista, estimulando la reconfiguración de acuerdos de integración regionales con ese sello, fortaleciendo el discurso crítico a las políticas neoliberales que han provocado el empobrecimiento y la exclusión de vastos sectores en Sudamérica y promoviendo alternativas con mayor énfasis en un desarrollo basado en el bienestar de las personas y no en el mero crecimiento del PIB, como ha sido la realidad hasta este momento.

Por otra parte, con la derrota del neofascista Kast, el proyecto retrógrado del Bolsonarismo pierde fuerza en Latinoamérica, generándose un “efecto demostración” virtuoso que podrá inaugurar un nuevo ciclo de gobiernos progresistas preocupados con el porvenir de sus pueblos y no con la imposición de políticas ultra liberales y depredadoras del ambiente sustentadas por regímenes con vocación autoritaria y regresivos en el ámbito moral, educativo y cultural. Ojalá que esta victoria de las fuerzas democráticas de izquierda en Chile sea la consolidación de un nuevo ciclo de transformaciones para América Latina.

quarta-feira, 8 de dezembro de 2021

Paulo Brondi: “Jair Messias Bolsonaro é a parte podre de um país adoecido.”


Paulo Brondi
Socialismo y Democracia

Bolsonaro é um cafajeste. Não há outro adjetivo que se lhe ajuste melhor. Cafajestes são também seus filhos, decrépitos e ignorantes. Cafajeste é também a maioria que o rodeia. Porém, não é só. E algo que se constata é pior. Fossem esses os únicos cafajestes, o problema seria menor. Mas, quantos outros cafajestes não há neste país que veem em Bolsonaro sua imagem e semelhança? Aquele tio idiota do churrasco, aquele vizinho pilantra, o amigo moralista e picareta, o companheiro de trabalho sem-vergonha… 

Bolsonaro, e não era segredo pra ninguém, reflete à perfeição aquele lado mequetrefe da sociedade. Sua eleição tirou do armário as criaturas mais escrotas, habitués do esgoto, que comumente rastejam às ocultas, longe dos olhos das gentes. Bolsonaro não é o criador, é tão apenas a criatura dessa escrotidão, que hoje representa não pela força, não pelo golpe, mas, pasmem, pelo voto direto.

Não é, portanto, um sátrapa, no sentido primeiro do termo. Em 2018 o embate final não foi entre dois lados da mesma moeda. Foi, sim, entre civilização e barbárie. A barbárie venceu. 57 milhões de brasileiros a colocaram na banqueta do poder. Elementar, pois, a lição de Marx, sempre atual: “não basta dizer que sua nação foi surpreendida. Não se perdoa a uma nação o momento de desatenção em que o primeiro aventureiro conseguiu violentá-la”.

Muitos se arrependeram, é verdade. No entanto, é mais verdadeiro que a grande maioria desse eleitorado ainda vibra a cada frase estúpida, cretina e vagabunda do imbecil-mor. Bolsonaro não é “avis rara” da canalhice. Como ele, há toneladas Brasil afora. A claque bolsonarista, à semelhança dos “dezembristas” de Luís Bonaparte, é aquela trupe de “lazzaroni”, muitos socialmente desajustados, aquela “coterie” que aplaude os vitupérios, as estultices do seu “mito”. Gente da elite, da classe média, do lumpemproletariado. Autodenominam-se “politicamente incorretos”. Nada. É só engenharia gramatical para “gourmetizar” o cretino.

Jair Messias é um “macho” de meia tigela. É frágil, quebradiço, fugidio. Nada tem em si de masculino. É um afetado inseguro de si próprio. E, como ele, há também outras toneladas por aí. O bolsonarismo reuniu diante de si um apanhado de fracassados, de marginais, de seres vazios de espírito, uma patuléia cuja existência carecia até então de algum significado útil. Uma gentalha ressentida, apodrecida, sem voz, que encontrou, agora, seu representante perfeito. O bolsonarismo ousou voar alto, mas o tombo poderá ser infinitamente mais doloroso, cedo ou tarde. Nem todo bolsonarista é canalha, mas todo canalha é bolsonarista. Jair Messias Bolsonaro é a parte podre de um país adoecido.

segunda-feira, 6 de dezembro de 2021

Um neoliberal fascista


Enzo Traverso/Rosane Pavam
Jacobin Brasil

Assim o historiador italiano Enzo Traverso definiu Jair Bolsonaro numa conversa com a Jacobin Brasil: um presidente em guerra contra os pobres, submisso ao capital financeiro internacional e que usa a mentira nas redes sociais como base política para retratar uma realidade paralela.

Aos 64 anos, o italiano Enzo Traverso é uma estrela em ascensão. Ele mora nos Estados Unidos, onde ensina história política e intelectual na Universidade de Cornell e, embora não se entenda midiático, é um autor cujos livros escritos de maneira direta instigam o pensamento no caminho da compreensão geopolítica e da ação crítica.

Historiador, Traverso não teme tocar nas feridas do presente. Ele constata um momento “pós-fascista” internacional, que seria caracterizado não exatamente pelo nacionalismo, marca de um fascismo antigo, mas pela submissão às leis financeiras internacionais. Mais que isso, o descompromisso com os fatos seria o fundamento de ação dos pós-fascistas, enquanto, para o fascismo clássico, imaginar um futuro grandioso embasava a ação política.

Suas palavras para o Brasil atual são aterradoras. Um presidente como Jair Bolsonaro, abertamente submisso ao capital financeiro e espelhado na ditadura civil-militar, seria, segundo Traverso, mais do que um pós-fascista, antes um neofascista liberal que exerceria um populismo personalista, trabalharia para a extinção do pobre e exerceria o racismo sem pudor, enquanto a extrema direita europeia, por comparação, ainda precisaria instigar o pavor ao Islã para implantar sua xenofobia.

A jornalista Rosane Pavam conversou com ele sobre o papel dos intelectuais hoje, o perigo e o poder das redes sociais e como o seu novo livro pode explicar o que vem acontecendo no Brasil.

Em seu livro As novas faces do fascismo: populismo e a extrema direita (editora Âyiné, 2021), você propõe intitular o momento presente de pós-fascista, já que a extrema direita assume o poder em alguns países sob novo formato, ainda em desenvolvimento. Mas chamá-lo de pós-fascista não diminuiria sua força?

A extrema direita é uma constelação muito variada e tem características distintas em diferentes países. Na Europa, distanciou-se do fascismo e sua ascensão depende em grande parte de sua capacidade de aparecer como uma alternativa – nacionalista, conservadora e xenófoba, mas ainda uma alternativa – às políticas neoliberais da União Europeia e do Banco Central europeu. Quando entra no governo, ela busca a mediação, mas seu perfil não é neoliberal. No Brasil, a situação é diferente: Bolsonaro afirma sua filiação à ditadura militar e sua política é abertamente neoliberal. No Brasil estamos diante de uma forma específica de neofascismo neoliberal ou neoliberalismo fascista.

O Brasil de Jair Bolsonaro de algum modo evocaria a Itália de Benito Mussolini?

O populismo, o estilo demagógico, os comportamentos transgressivos são típicos de uma certa retórica fascista. Sob muitos pontos de vista, Bolsonaro lembra Mussolini, mas esses são aspectos formais, externos. Mussolini não era um agente do capital financeiro, ele havia integrado o capitalismo em seu projeto de expansionismo militar, colonial, e lançou uma campanha contra a Liga das Nações que impôs sanções econômicas à Itália fascista após a guerra na Etiópia. Bolsonaro defende uma política neoliberal e uma guerra contra os pobres, se considerarmos suas políticas públicas em termos de saúde, educação e serviços sociais. Seu autoritarismo não é apenas nacionalista, mas abertamente fascista.

Nesta sociedade pós-fascista, as redes sociais têm feito usuários acreditarem em “verdades” que não passam de falsidades, às vezes muito evidentes. Como um absurdo desses pôde se estabelecer?

Em sua vigência, o fascismo fez “sonhar” e pintou um futuro mítico. Hoje, o pós-fascismo é incapaz de projetar a sociedade no futuro – seu imaginário não tem uma dimensão “prognóstica”. Mas ele inventa uma realidade paralela que espalha pela mídia, cria enredos e transfigura seus inimigos, pintando um retrato que absolutamente não corresponde à realidade. Existe uma continuidade entre Bolsonaro ou Trump e o fascismo? Sim, seu traço comum são as mentiras, eles não suportam a verdade.

Seria possível propor uma regulamentação das redes sociais para o bem do regime democrático? Sob quais condições?

A regulamentação das redes sociais é um assunto delicado. Por um lado, é necessário: as redes sociais devem estar sujeitas às mesmas leis que regulam a imprensa escrita e a televisão na maioria dos países democráticos; não se pode mentir impunemente, insultar os adversários, inventar tramas. A ética da discussão exige regras em um país livre. Por outro lado, se um poder autoritário regula as redes sociais, o risco é censurá-las, amordaçá-las, como ocorre na China. Acho que existem duas soluções: por um lado, deveria haver órgãos de controle independentes do governo ou da presidência, não sujeitos ao poder político; por outro lado, deveriam existir leis contra o monopólio das redes de televisão, porque elas constituem uma alternativa às informações controladas pelo poder financeiro e político.

Você afirma que o secularismo é o caminho percorrido pela extrema direita para exercer o racismo contra os povos islâmicos na Europa. E que, portanto, o exercício da blasfêmia deveria ser evitado em países seculares. Por que a liberdade de blasfemar não pode ser preservada?

Nunca propus leis contra a “blasfêmia” ou contra a sátira. Sempre considerei as caricaturas do jornal francês Charlie Hebdo islamofóbicas, sexistas e racistas, mas jamais propus censurá-las. A sátira política é indispensável em um país livre. O problema é fazer bom uso dela. Defender a liberdade de expressão significa defender o direito dos inimigos de se expressarem livremente. Caricaturas “blasfemas” são transgressivas e têm potencial crítico nos países muçulmanos, onde muitas vezes se veem censuradas e incomodam o poder. Nos países democráticos da União Europeia, as caricaturas contra a religião islâmica estigmatizam em muitos casos uma minoria, as classes populares, os imigrantes, os “diferentes”. Gostaria de estender o exemplo: a sátira contra o obscurantismo dos rabinos é divertida na imprensa israelense; na Alemanha nazista, ele apenas fez rir os antissemitas.

Você vê algum problema no crescimento das políticas identitárias?

Nada tenho contra as políticas identitárias se elas não forem concebidas como a reivindicação de identidades isoladas, separadas e incapazes de dialogar com os demais componentes da sociedade e as demais forças interessadas em uma transformação social e política. A solução não está na negação das identidades, mas na sua coexistência. O conceito de interseccionalidade permite que as identidades sejam articuladas em formas não hierárquicas, mas igualitárias, evitando que entrem em conflito. Identidades de gênero, classe e raça podem coexistir. Acredito que a noção de interseccionalidade é muito importante para um país grande como o Brasil, onde coexistem minorias e comunidades muito diferentes. Essa diversidade é sua riqueza.

Você se considera um intelectual midiático? Que problemas existem em trabalhar com a mídia atual?

Eu sou historiador e não estou muito na mídia de nenhum país. Certamente não sou um “intelectual midiático”. Mas acho que precisamos esclarecer o uso das palavras. O conceito de intelectual nasceu há mais de um século, na França, com o caso Dreyfus, e ao mesmo tempo em outros contextos linguísticos. Na época, os intelectuais eram uma elite, porque detinham o monopólio da expressão escrita, quando a grande maioria da população era excluída e a cultura era dominada pela imprensa. Régis Debray a define como a era da “grafosfera”, que terminou na década de 1960. Hoje, graças à universidade de massa, a cultura não é mais monopolizada por uma elite. Além disso, vivemos agora na esfera do vídeo, onde a cultura é dominada pela imagem. Posso dizer que sou um intelectual, porque meu trabalho é ler, escrever livros e artigos e ensinar, mas certamente não poderia dizer que integro uma elite. Isso seria bastante ridículo. Os “intelectuais midiáticos” geralmente não são intelectuais, não exercem nenhum espírito crítico, são agentes da indústria cultural e gerenciam a comunicação do poder.

Como pode um intelectual exercer livremente a crítica para sensibilizar a população sobre seus problemas? Depois de Jean-Paul Sartre, o intelectual ainda deve alertar essas consciências?

Não quero idealizar Sartre, uma figura que deve ser historicizada e cujas contradições não podem ser ignoradas. Mas acho que o intelectual ainda tem um papel a cumprir: ele deve falar a verdade, por mais incômoda que seja, criticar o poder, defender os fracos e não se preocupar com a própria popularidade. Se esse é o papel do intelectual, no Brasil de hoje o intelectual só pode ser antifascista, antirracista e anticapitalista.