terça-feira, 19 de novembro de 2024

Golpistas tramaban asesinar a Lula, Alckmin y Moraes


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

La Policía Federal (PF) ha detenido a cuatro militares y a un Policial Federal acusados de urdir un Golpe de Estado que incluía el asesinato por explosivo o envenenamiento del Presidente Lula da Silva, de su vicepresidente Geraldo Alckmin y del Ministro del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes. Los militares serían integrantes de comandos especiales llamados de “kids pretos”, liderados por el General de Brigada Mario Fernandes, actualmente en la reserva. El hecho es gravísimo, pues revela la participación de militares de alta graduación y de la cúpula del bolsonarismo en dicha articulación criminal.

El Plan consistía en ejecutar un Golpe de Estado el día 15 de diciembre de 2022 - dos semanas antes que Lula asumiera la presidencia – en el cual un Comando capturaría y posteriormente asesinaría al recién electo Lula y su vice, junto a quien en ese momento ocupaba la presidencia del Superior Tribunal Electoral (TSE), el Ministro Alexandre de Moraes.

En su informe la Policía Federal señala que entre las ideas evaluadas por el grupo estaba la de envenenar a Lula y al Ministro Moraes, aunque aún no está claro cómo sería en rigor el asesinato de este último. En un trecho del documento se puede leer: “Fueron consideradas diversas condiciones para la ejecución del ministro Alexandre de Moraes, inclusive con el uso de artefacto explosivo y por envenenamiento en un evento oficial público”. Para los investigadores policiales, los involucrados en la conspiración consideraban el alto riesgo de la “operación” y admitían inclusive la posibilidad de perder la vida en la intentona. Es decir, según la PF resulta claro que para el grupo investigado “la muerte no solo del ministro, sino también de todo el equipo de seguridad y hasta de los militares envueltos en la acción, era admisible para el cumplimiento de la misión de neutralizar el denominado ´centro de gravedad´, que representaba un obstáculo para la consumación del Golpe de Estado”.

Para el asesinato del presidente Lula por envenenamiento, el plan de los militares sediciosos consideraba la frágil salud del presidente, que lo obligaría a frecuentar seguidamente los hospitales y en una de esas instancias, la posibilidad de asesinar a Lula por medio “del uso de químicos para causar un colapso orgánico”. Esto nos lleva a rememorar el asesinato del poeta Pablo Neruda y del ex Presidente Eduardo Frei Montalva a manos del químico de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), Eugenio Berrios, quien después fue ajusticiado posteriormente en Uruguay como una forma de quema de archivo.

Aún de acuerdo con los investigadores, para que la tentativa de golpe tuviera éxito, el comando debería ejecutar también a Geraldo Alckmin, quien eventualmente asumiría la presidencia de Brasil en el caso de que se consumara la muerte de Lula da Silva. Eliminados estos tres obstáculos para consumar el golpe, el grupo planeaba la formación de un “Gabinete Institucional de Gestión de la Crisis” en los que participaría el General Augusto Heleno, entonces Jefe del Gabinete de Seguridad Institucional (GSI), y el General Walter Braga Netto, ex ministro de Defensa y de la Casa Civil del gobierno Bolsonaro y un estrecho colaborador del ex presidente. El documento que detallaba todos estos pasos fue encontrado por la Policía Federal en la casa del General Mario Fernandes, ahora detenido.

Si bien hasta el momento no existe evidencia de que Jair Bolsonaro pueda estar a la cabeza de esta conspiración, existen claros indicios de que las digitales incitadoras del ex capitán se encuentran presentes en el origen de este golpe frustrado, lo cual se suma a la intentona del 8 de enero y a una serie de otros actos perpetrados por sus seguidores (ocupación de carreteras, incendio de la sede de la Policía Federal, tentativa fracasada de explosión del Aeropuerto de Brasilia), el último de los cuales fue el ataque suicida con bomba realizado por Francisco Wanderley Luiz, el miércoles 13 de noviembre frente al edificio del STF.

Los seguidores de Bolsonaro han señalado que si no se consumó el golpe no existe jurídicamente ningún delito, aunque existen demasiados indicios de que partes de este Plan golpista fueron efectivamente ejecutadas como, por ejemplo, la compra de teléfonos celulares utilizados exclusivamente para la comunicación del núcleo duro de la conspiración.

A cada instante surgen nuevos antecedentes de que un Golpe de Estado fue maquinado desde el mismo día en que Lula ganó las elecciones en segunda vuelta y que Bolsonaro y su entorno estaban totalmente conscientes e informados de lo que se fraguaba en ese periodo y hasta la invasión de la Plaza de los Tres Poderes el 8 de enero de 2023. Ahora cabe a la Justicia recabar toda esta información y juntarla en un solo proceso por incitación al Golpe, conspiración contra el Estado Democrático de Derecho y violación de la Constitución brasileña. Y sin duda, la pieza clave y central de toda esta trama se llama Jair Bolsonaro, el que debería ser preso en los próximos días para responder por todos sus crímenes e ilegalidades.

sábado, 16 de novembro de 2024

Fernando de la Cuadra: "Estamos ante lo que parece ser una salida desesperada del bolsonarismo más extremista"

 

Entrevista a Fernando de la Cuadra, doctor en Ciencias Sociales y editor del blog

'Socialismo y Democracia'

Por Alfredo Iglesias Diéguez | 16/11/2024 | Brasil

Fuentes: Rebelión [Miembros de la Policía Federal brasileña inspeccionando el entorno de la
estatua de la Justicia, ante la sede del STF, dónde se suicidó el autor del atentado perpetrado
en la plaza de los Tres Poderes (Brasilia), el 13 de noviembre de 2024.
Créditos: Bruno Peres/Agência Brasil]


El 13 de noviembre de 2024 un militante bolsonarista atentó contra la democracia brasileña haciendo estallar varias bombas en la plaza de los Tres Poderes (Brasil); en esta entrevista, el colaborador de Rebelión Fernando de la Cuadra analiza «los posibles desdoblamientos de un asunto tan grave y perturbador».


Alfredo Iglesias Diéguez.- ¿Piensas que el atentado pudo ser de un ‘lobo solitario’ o tiene vínculos evidentes con la extrema derecha?

Fernando de la Cuadra.- Desde que se produjo el atentado en la noche del día 13 de noviembre, la tesis del “lobo solitario” ha sido defendida por Bolsonaro y la mayoría de sus seguidores, pero a medida que se conocen más antecedentes del autor de esta acción aparentemente descabellada, queda cada vez más claro que esta tesis es absolutamente insostenible. El atentado y todo el contexto que revela dicha acción se inserta dentro de un plan terrorista que busca iniciar un nuevo ciclo de desestabilización del gobierno y la intención de desatar una escalada golpista de resultados imprevisibles, considerando que los sectores de la extrema derecha continúan organizados y conspirando contra las instituciones democráticas del país, especialmente contra el Supremo Tribunal Federal (STF) y todo el sistema judicial.

El autor del ataque con explosivos era Francisco Wanderley Luiz, un conocido empresario de una pequeña ciudad del Estado de Santa Catarina, al sur de Brasil y también un ex candidato a concejal por el Partido Liberal (PL), el mismo de Jair Bolsonaro. Si bien al momento de su acción suicida se encontraba solo, hasta ahora se ha podido comprobar que él frecuentaba las redes de la extrema derecha y mantenía contacto con algunos parlamentarios de la oposición bolsonarista. Quienes lo conocieron afirman que Francisco se fue radicalizando desde el triunfo de Bolsonaro en 2018 y desde entonces pasó a tener un discurso cada vez más violento en sus redes sociales contra lo que consideraba las fuerzas demoniacas del comunismo. Desde el triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en 2022, sus amenazas y su repertorio extremista contra las instituciones pasó a ocupar un lugar central en su vida.

Antes del día del atentado, él ya había visitado el edificio del Supremo Tribunal Federal para reconocer el lugar donde efectuaría el atentado. Su principal objetivo era el Ministro Alexandre de Moraes y “cualquiera que estuviese cerca”, según se lo había declarado a su ex esposa en varias oportunidades. Ella relató a la Policía Federal que desde hace un año Francisco se encontraba obsesionado con la idea de matar al Ministro Alexandre. Por ello, comenzó a viajar con frecuencia a Brasilia y terminó arrendando un pequeño apartamento en Ceilândia, una localidad a aproximadamente 30 kilómetros de la Praca dos Tres Poderes, donde se produjo el ataque. Hace cuatro meses que vivía en Ceilândia y desde entonces mantuvo contacto con otros sujetos de la extrema derecha que poco a poco van apareciendo en esta conspiración terrorista en la medida que avanzan las investigaciones por esta acción.

Junto con los explosivos que lanzó contra el edificio del STF y el que finalmente detonó bajo su cabeza, este sujeto había hecho detonar otros explosivos dentro de su auto y, posteriormente, la Policía encontró un trailer llenó de explosivos al lado de su vehículo. Finalmente, cuando los investigadores fueron a su residencia, un robot de la Sección de la Policía Federal especializada en bombas voló por los aires al abrir un cajón especialmente preparado como trampa para matar a quién procediera a tratar de descubrir que había dentro.

Lo anterior permite concluir que, a pesar de que Francisco actuó solo, él no estaba aislado en este acto de terrorismo, sino que formaba parte de una vasta red de apoyo de la extrema derecha la cual en su delirio sedicioso continúa pensando y aspirando que, al crear una situación de inestabilidad política y social, las Fuerzas Armadas podrán intervenir para restaurar el orden y la estabilidad en Brasil. En ese sentido, este acto es parte de una estrategia que se viene diseñando desde el momento mismo en que Lula da Silva venció las elecciones en octubre de 2022 y que tiene por finalidad acabar violentamente con el gobierno legítimamente electo a través del voto popular.

En última instancia, el individuo que terminó suicidándose cerca de la estatua de la Justicia frente al edificio de STF es parte de un clima ideológico que fue ciertamente alimentado por un ambiente virtual impregnado por el odio y el delirio colectivo que forja personas dispuestas a sacrificar su vida en pos de un objetivo bizarro y de fanatismo irracional.


«Este acto es parte de una estrategia que se viene diseñando desde el momento mismo en que Lula da Silva venció las elecciones en octubre de 2022 y que tiene por finalidad acabar violentamente con el gobierno legítimamente electo a través del voto popular»


Alfredo Iglesias Diéguez.- ¿Podemos estar ante una escalada de violencia contra las instituciones democráticas del país?

Fernando de la Cuadra.- Efectivamente, como lo señalé en la respuesta anterior, este atentado forma parte de una estrategia que busca generar las condiciones de temor e inseguridad por parte de la ciudadanía para que los deseos de muchos sectores conservadores y de extrema derecha que existen en el país, presionen, por una parte, a las instituciones, especialmente al Congreso Nacional para que depongan al Presidente Lula por medio de un impeachment como sucedió en 2013 contra la Presidenta Dilma Rousseff.

Desde una perspectiva más audaz –si se puede decir de esta manera- sectores más radicales buscan directamente la participación de las Fuerzas Armadas en un Golpe de Estado que derroque al actual gobierno para imponer un nuevo proceso de dictadura civil-militar disfrazada con una cara de “restauración del orden y la convivencia armónica entre los brasileños”. Como sabemos, este es el mismo argumento que se han erigido en el pasado para imponer dictaduras sangrientas y opresoras en nuestra región latinoamericana y en el resto del mundo.

Alfredo Iglesias Diéguez.- ¿Cómo crees que va a impactar este atentado bolsonarista sobre la democracia brasileña?

Fernando de la Cuadra.- Paradojalmente, considero que este ataque a las instituciones democráticas ha permitido la reacción inmediata de los diversos órganos de la República y de muchos cuadros políticos, autoridades y representantes de un amplio espectro de la sociedad civil, los sindicatos, el mundo académico, parte de la prensa y el público en general, que ven esta acción con profunda desconfianza y la rechazan de plano. Existe una especie de cordón sanitario democrático que se activó casi automáticamente ante el riesgo inminente de una escalada extremista y autoritaria. Por ejemplo, todo el debate respecto a otorgarle una amnistía a los vándalos que invadieron y depredaron los edificios de los Tres Poderes el 8 de enero del año pasado, se ha inclinado en este momento en contra de los posibles beneficiados de tal medida.

Ello porque luego del triunfo de la derecha y ultraderecha en las últimas elecciones municipales y aún más animados por la reciente victoria de Donald Trump en Estados Unidos, estos sectores se han visto insuflados en sus demandas para obtener una amnistía no solo de los condenados por sus actos durante el frustrado Golpe de Estado de enero de 2023, sino de todos aquellos que siguen siendo investigados por su participación, conspiración y financiamiento en estos gravísimos hechos.

En contra de estos pedidos de perdón incondicional, el actual Presidente del STF, Luís Roberto Barroso, ha señalado con loable vehemencia y claridad que “algunas personas fueron de la indignación a la pena, buscando naturalizar un absurdo. No ven que están dando un incentivo para que el mismo tipo de comportamiento ocurra otras veces. Quieren perdonar antes sin siquiera condenar”. Por su parte, el Ministro Alexandre de Moraes, quien lleva los procesos del frustrado golpe del 8 de enero y principal blanco del atentado ha dicho con firmeza que “Esto no es hecho aislado del contexto, es un fenómeno que tuvo su inicio atrás y que resultó en el 8 de enero. Solo es posible esa necesaria pacificación del país con la condenación de todos los criminales. No existe ninguna posibilidad de pacificación con la amnistía a estos sediciosos”.

En suma, las presiones a favor de la amnistía de los involucrados en la asonada golpista deberían reducir su intensidad a juzgar por los efectos negativos que ha producido este atentado y por las vinculaciones del mismo ejecutor/suicida con todo el proceso de destitución al gobierno y las amenazas a la democracia que se han desatado prácticamente desde que Bolsonaro ganó las elecciones en octubre de 2018 y que se han agudizado aún más desde el triunfo de Lula en octubre de 2022.

Además, la Policía Federal se encuentra en plena investigación desde el día del atentado y hasta ahora un foco de estas pesquisas se encuentran en los mensajes e informaciones contenidos en el celular de Francisco, el que se encontraba junto a su cuerpo. En este caso, los policías buscan determinar las posibles conexiones del atacante, si hubo personas relacionas con el acto, quién pudo haber financiado el material explosivo y si existe algún grupo radical organizado vinculado al atentado o apoyando con la logística del mismo. Entonces, las investigaciones que recién se encuentran en su fase inicial, se pueden transformar en una verdadera “Caja de Pandora” en el que nuevos sujetos y organizaciones aparezcan vinculados a este acto terrorista. Existe la fuerte sospecha de que la mayoría de estos eventuales socios del reciente atentado también hayan participado en los campamentos instalados frente a los cuarteles del Ejército que funcionaron como centros de la conspiración de las invasiones y del frustrado Golpe de Estado del 8 de enero.


«Existe una especie de cordón sanitario democrático que se activó casi automáticamente ante el riesgo inminente de una escalada extremista y autoritaria»


Alfredo Iglesias Diéguez.- ¿A qué crees que se puede deber que el bolsonarismo, que tiene un poder político incontestable -sobre todo después de las últimas elecciones-, haya optado por la vía del terrorismo?

Fernando de la Cuadra.- Pienso que el bolsonarismo, por una parte, está preocupado por el desarrollo de las investigaciones que existen sobre Jair Bolsonaro como principal instigador del Golpe de Estado frustrado y por la descalificación del sistema electoral brasileño. El atentado efectivamente antecede el probable proceso legal que se debería instaurar contra el ex presidente, cuyo informe elaborado por parte de la Policía Federal se encuentra en su etapa final y con previsión de envío para la Procuraduría General de la República (PGR) y el Supremo Tribunal Federal a comienzos de diciembre.

Luego, este intento de crear una convulsión social parece ser una salida desesperada de algunas vertientes más extremistas del bolsonarismo raíz. Imagino que después de este resultado desastroso las demandas por la amnistía de los participantes de los acontecimientos del 8 de enero y por la anulación de la inelegibilidad de Bolsonaro van a decaer en los próximos días hasta que una nueva coyuntura permita hacer reflotar estas exigencias del bolsonarismo utilizando ahora una vía más política de negociación, abdicando de las soluciones más radicales. Aunque siempre existe la posibilidad de que grupos más violentos hagan uso de una táctica terrorista para conseguir sus finalidades.


«Este intento de crear una convulsión social parece ser una salida desesperada de algunas vertientes más extremistas del bolsonarismo raíz»


Alfredo Iglesias Diéguez.- ¿Qué papel crees que pudieron jugar las redes sociales en la radicalización del discurso y los actos de odio y contra la democracia?

Fernando de la Cuadra.- Pienso que las redes sociales desempeñan un papel enorme en esta radicalización de derecha. Ya se encuentra suficientemente estudiado como a través de los algoritmos, organizaciones como la Cambridge Analytica utilizaron los datos de millones de usuarios para catalogar algunos perfiles y profundizar con informaciones falsas o fakenews los rasgos de aquellas personas que mostraban una inclinación hacia posiciones conservadoras o directamente neofascistas. En eso las milicias digitales de la extrema derecha han sido tremendamente exitosas y su trabajo en torno a la difusión e intensificación de discursos de violencia y odio no solamente contra la democracia, sino también contra la diversidad, la diferencia y la pluralidad de personas, ha rendido excelentes frutos en esos términos.

Hace un tiempo atrás, expuse en un artículo titulado Genealogía y bases del neofascismo brasileño, los mecanismos utilizados por la ultraderecha brasileña para introducir en la mente de miles de habitantes de este país los discursos de odio e intolerancia utilizando las redes sociales y destruyendo la imagen de políticos y figuras democráticas reconocidas, para superponer a esta furia demoledora aspectos de un nacionalismo fanático, adosado con sentimientos de homofobia, xenofobia, superioridad racial, misoginia, clasismo y desprecio por la cultura, el arte y la producción intelectual que terminaron por crear una masa de entes con características de trogloditas que llevaron al poder a una persona descalificada y grotesca como Jair Bolsonaro. Lo mismo se puede decir en el caso de Donald Trump, Javier Milei, Nayib Bukele, Vikton Orbán, Recep Erdogan, Benjamín Netanyahu y tantas otras figuras deleznables que actualmente administran muchas naciones del planeta.

Alfredo Iglesias Diéguez.- ¿Crees que fue una coincidencia que este atentado llegase tras el triunfo de Trump? ¿Se siente arropado el bolsonarismo con el triunfo trumpista?

Fernando de la Cuadra.- Seguro que tanto Bolsonaro como sus seguidores se han sentido “envalentonados” con el triunfo de Trump. Inclusive el ex presidente que tiene su pasaporte retenido por los actos antidemocráticos cometidos durante su mandato –como la tentativa de golpe y la apropiación indebida de bienes (joyas) pertenecientes al Estado brasileño- tuvo la desfachatez de reclamar a la justicia la entrega de su pasaporte después de la victoria del republicano. Su argumento es que Trump lo invitaría al acto en que este asumiría su mandato y la justicia brasileña no le podría “negar algo tan importante a la persona más poderosa del mundo” (sic). Su tono de servilismo y sumisión fue tan absurdo que hasta algunos de sus propios correligionarios encontraron exagerado el apelo de Bolsonaro y señalaron que Brasil debería defender su soberanía, aunque igual abogaron por una solución negociada para que Bolsonaro no solo pueda concurrir a Washington, como que sea absuelto de todos los crímenes y delitos que se encuentran acumulados en la Justicia brasileña.

Por otra parte, el protagonismo que ha adquirido Elon Musk en este proceso de reinstauración del conservadurismo estadounidense, está alentando a los sectores bolsonaristas para que tanto la Casa Blanca como el Congreso norteamericano vayan creando un cerco sobre el Poder Judicial brasileño y especialmente sobre el Ministro Alexandre de Moraes. Las restricciones impuestas por este ministro a Elon Musk y a su red social X (ex Twitter) representaron una tremenda perdida a la hora de difundir sus mentiras y sus mensajes llenos de paranoia y desinformación hacia otras plataformas electrónicas. Ahora ellos esperan recuperan el control hegemónico sobre esta y otras redes para seguir diseminando sus discursos de odio y autoritarismo dentro y fuera de Brasil como una forma de compensar el tiempo perdido durante la sanción aplicada por Alexandre de Moraes a la red X, propiedad del magnate e ideólogo extremista de derecha sudafricano.

En ese contexto, el atentado se puede leer muy claramente a partir de este sentimiento de triunfo global de la extrema derecha que ha provocado en Brasil –y en el resto del planeta- la reciente victoria de Trump. Si Bolsonaro va a conseguir revertir las decisiones de la justicia o si va a obtener un indulto presidencial cuando sea condenado es un asunto que está por verificarse. Mientras tanto, “la batalla de las ideas” se va a seguir dando en Brasil, aunque hay que reconocer que después de su indesmentible triunfo en las elecciones municipales de octubre pasado, los sectores ultra conservadores se sienten más estimulados a romper el tablero y las reglas de juego democrático para pasar a imponer un régimen autocrático durante los próximos años.


«Los sectores ultra conservadores se sienten más estimulados a romper el tablero y las reglas de juego democrático para pasar imponer un régimen autocrático durante los próximos años»


Alfredo Iglesias Diéguez.- Muchas gracias por tu pronta respuesta. Es de agradecer en un momento en que son tan necesarias las reflexiones expertas.

Fernando de la Cuadra.- Gracias a ti Alfredo por permitirme compartir con los lectores y las lectoras de Rebelión, los posibles desdoblamientos de un asunto tan grave y perturbador. 


Fernando de la Cuadra es doctor en Ciencias Sociales, editor del blog Socialismo y Democracia, autor del libro De Dilma a Bolsonaro: itinerario de la tragedia sociopolítica brasileña (editorial RIL, 2021) y coeditor del libro E. P. Thompson en Chile: solidaridad, historia y poesía de un intelectual militante (Ariadna Ediciones, 2024).

segunda-feira, 28 de outubro de 2024

Aprender com a derrota


Luis Felipe Miguel
Blog da Boitempo

O segundo turno das eleições não trouxe surpresas. Os principais vitoriosos foram políticos dos partidos oportunistas tradicionais, que se apresentaram com um discurso à direita. Para a esquerda, sobrou um consolo de comemorar a derrota de alguns bolsonaristas raivosos e, no mais, chorar as pitangas.

Era uma derrota anunciada, mas nem por isso foi menos sofrida. Na capital paulista, a eleição mais importante do país pelo peso que tem na política nacional, o fracasso de Boulos sintetiza o esgotamento de uma fórmula que já apresentava problemas há muito tempo. A questão é saber se há força e disposição para virar a chave.

No discurso em que admitiu a derrota diante de seus apoiadores, Guilherme Boulos disse que sua campanha recuperou “a dignidade da esquerda brasileira”. Não é possível concordar com este veredito. Sim, a campanha foi dura. O efeito do domínio do Centrão sobre o orçamento se fez sentir no Brasil todo, inclusive em São Paulo. As máquinas da prefeitura e do governo estadual operaram sem limites – bem como a máquina de desinformação da extrema-direita. A cereja do bolo foi a mentira criminosa lançada pelo governador Tarcísio de Freitas na manhã de ontem.

Seria caso de cassação de mandato. Mas ele está tranquilo, porque sabe que não terá consequências. Afinal, em 2022, a encenação que montou em Paraisópolis teve até um morto – e todos continuam impunes. A democracia que lutamos tanto para reconstruir depois do golpe de 2016 sempre teve limites – e, sobretudo, sempre teve lado.

O problema não é a derrota nas urnas. Ela faz parte do esperado, uma vez que a esquerda disputa sempre em condições de inferioridade. O problema é que a campanha de 2024 não levou a nenhum acúmulo para o campo da esquerda. Na verdade, o saldo parece ter sido negativo. Boulos não foi apenas derrotado nas urnas. Por conta da campanha errática e sem fibra, sofreu um desgaste importante em sua imagem como liderança política e desperdiçou uma oportunidade de ouro para tentar reapresentar um projeto de esquerda no Brasil.

O desempenho do candidato do PSOL foi praticamente igual ao de 2020: na proporção de votos válidos no segundo turno, a diferença é vista apenas na segunda casa depois da vírgula. Mas ele estava disputando com o adversário muito mais fraco, Ricardo Nunes, desprovido de qualquer charme, sem o peso político ou o sobrenome de Bruno Covas, pilotando uma administração considerada medíocre por todos e com uma coleção de telhados de vidro que iam do roubo de dinheiro de merendas à violência contra a mulher.

Talvez ainda mais importante, Boulos fez uma campanha muito rica, com orçamento superior aos 80 milhões de reais – algo que um candidato à esquerda nunca teve numa eleição municipal no Brasil. Com todo esse dinheiro, não foi capaz nem de vencer a eleição, nem de promover uma ampliação do nível do debate político que permitisse incrementar a consciência crítica do eleitorado. Seu discurso foi marcado pela capitulação permanente diante do senso comum mais rebaixado, já que nunca havia um momento de educação política.

Boulos foi derrotado, segundo as análises correntes, por sua taxa de rejeição. Há verdade nesse veredito. Por isso, sua campanha identificou como alvo principal reduzir a rejeição do candidato. O caminho escolhido foi tentar modular sua imagem, em vez de questionar as formulações ideológicas que geravam a rejeição a alguém que vinha do movimento popular e tinha um histórico de embates contra as estruturas vigentes de opressão.

Não é uma questão que se resolve no curso de uma campanha eleitoral, é claro. À medida em que se rendeu completamente à política eleitoral, tornada o alfa e o ômega de suas principais organizações, a esquerda brasileira viu diminuir a capilaridade de seus canais próprios de comunicação, vinculados ao trabalho de base, e passou a depender cada vez mais de burocracia, mídia e publicidade. Mas, sem resolver, a campanha proporciona uma importante janela de visibilidade, para disputar representações da realidade e oferecer projetos diversos para a construção de novas vontades coletivas. Essa oportunidade foi desperdiçada.

A diferença da candidatura de Boulos não era um discurso de esquerda, mas o lulismo – isto é, um programa de mudanças tímidas (mas nem por isso desimportantes), com recusa a qualquer enfrentamento, esperançoso de seduzir as classes dominantes para um projeto civilizatório. A capacidade de transferência de votos de Lula se mostrou muito menor do que o esperado, mas a campanha ficou presa à defesa incondicional do governo federal, assumindo os ônus tanto de sua rejeição visceral por parte de um eleitorado ideologizado (o “antipetismo”) quanto dos limites impostos por suas políticas de ajuste fiscal e acomodação com o privatismo.

Faz tempo, aliás, que a esquerda partidária brasileira está pronta a recuar em tudo, com medo de enfrentamento. Nada de discurso anticapitalista, mal se fala de imperialismo, luta de classes sumiu, o “empreendedorismo” e a “inovação” tomaram conta do vocabulário, direito ao aborto é tabu, assim por diante. A rendição do PSOL ao lulismo, que Boulos encarna como ninguém, retirou o último elemento significativo de tensão na adesão a essa estratégia.

A única exceção é a lacração identitária, que na campanha de Boulos surgiu no triste episódio do “hine nacionale”. Tanto esforço para evitar discussões urgentes e necessárias – para depois abraçar o desgaste de uma polêmica inútil. Lacração, convém sempre lembrar, não tem nada a ver com educação política. É uma ferramenta a serviço exclusivamente do narcisismo inconsequente de uns poucos.

Depois de um primeiro turno dominado por fofurices, em que parecia falar mais de Taylor Swift do que de especulação imobiliária e em que passou de favorito a azarão, conquistando a vaga no segundo turno no olho mecânico, Boulos teve que mudar de postura. Ainda assim, nunca apostou na politização. Tentou se aproximar do eleitor de Marçal, mas mimetizando os acenos ao “empreendedorismo”. Quando o apagão lhe entregou de mão beijada um tema capaz de sacudir a campanha, optou por reduzi-lo à gestão da prefeitura (poda de árvores) deixando em segundo plano a questão da privatização. E assim por diante.

O desespero do final da campanha fez Boulos aceitar participar da “sabatina” de Marçal. Uma decisão – reconheço – difícil. Por um lado, seria a chance de falar a uma fatia importante do eleitorado, normalmente refratária a ele. Por outro, seria violar um necessário cordão sanitário, aceitando como interlocutor legítimo um bandido, alguém que tinha se utilizado das piores baixarias, culminando na infame falsificação de um laudo médico contra o próprio Boulos.

Ao participar da “sabatina” sem sequer confrontar Marçal, Boulos aceitou, como disse o ex-deputado federal Milton Temer, posar de “figurante em lançamento de campanha para presidente em 2026”. É difícil saber se ganhou algum voto com isso. Mas deu seu aval a mais uma volta na espiral de degradação da política brasileira.

Já faz bastante tempo que é evidente que o projeto de Boulos é repetir a trajetória de Lula: do movimento social para a política eleitoral, das margens para o mainstream, da derrota para a vitória. Tudo isso em fast track, claro, percorrendo em três ou quatro anos aquilo que, com Lula, demorou uma década e meia.

Não está dando certo. Talvez porque faltem o carisma e a autenticidade do original. Certamente porque as circunstâncias mudaram. A fórmula lulista está desgastada e precisamos não é de quem a imite, mas de quem ajude a encontrar caminhos para superá-la. O discurso de ontem, após a derrota, mostra que a ficha ainda não caiu para Boulos. Mas, se não mudar de rumo, ele não vai ser Lula – vai ser Freixo.

terça-feira, 8 de outubro de 2024

La derecha avanza, la izquierda se tiene que reinventar


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

Las cifras que resultaron de las recientes elecciones municipales parecen corroborar una tendencia que se viene produciendo en el último tiempo, Brasil atraviesa por una etapa de creciente conservadurismo y es urgente revertir dicha tendencia.

Concretamente, los partidos de derecha y extrema derecha obtuvieron un incontestable triunfo en la mayoría de los 5570 municipios existentes en el país. En esta primera vuelta, solo el Partido Social Democrático (PSD) fue ganador en 878 alcaldías, entre las cuales, la importante ciudad de Rio de Janeiro con Eduardo Paes (60,5 %). Le sigue otro partido de derecha, el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), que consiguió elegir a 847 alcaldes. Seguidamente viene el Partido Progresista (PP), con 743 municipios y Unión Brasil con 578 alcaldes electos, entre los cuales el de Salvador de Bahía.

Estos cuatro partidos que lograron las mayores votaciones, forman parte de ese conglomerado gelatinoso, pero muy influyente, que se hace llamar de centrão, aunque a diferencia de su nombre es un grupo de partidos fundamentalmente de derecha. Ya hacia la extrema derecha del espectro ideológico, el Partido Liberal, del ex presidente Bolsonaro, obtuvo el triunfo en 510 municipios, seguido en sexto lugar por el Partido Republicano con 430 alcaldías.

En resumen, estos 6 partidos de cuño conservador, lograron en su conjunto la administración de 3.986 municipales para el próximo periodo de cuatro años, configurando un escenario de continuidad del modelo de compra de favores y fisiologismo que se ha constituido en la marca registrada del sistema político brasileño desde hace décadas. Este “modelo” supone un arreglo entre el Congreso Nacional y los gobiernos locales por vía de las enmiendas impositivas del presupuesto que son manipuladas por diputados y senadores para mantener sus corrales electorales con el apoyo de alcaldes, concejales y operadores políticos en la base. Son verdaderos batallones de vastos contingentes dispuestos a velar por los intereses combinados en torno al poder político y el control territorial para continuar profitando de los recursos del Estado para mantenerse en el poder.

Si bien el Partido de los Trabajadores (PT) mejoró su desempeño con relación a las elecciones de 2020, solo ocupa el décimo lugar entre los conglomerados que tuvieron alcaldes electos en esta primera vuelta (248 municipios). Lo cual demuestra que, a pesar de contar todavía con enorme popularidad y adhesión, el Presidente Lula no pudo transferir automáticamente dichos atributos a los candidatos de su partido.

Esta somera radiografía de los resultados plantea muchas interrogantes con relación al crecimiento sostenido de las fuerzas de derecha y, aún más, de la preocupante emergencia de personajes que se declaran outsiders o no políticos y que han conseguido un apoyo expresivo en la población de votantes, especialmente entre los más jóvenes.

Algunos de ellos representan un serio riesgo para la continuidad democrática del país, debido a su evidente inclinación por salidas autoritarias con el apoyo de las Fuerzas Armadas y grupos de milicianos que controlan extensos territorios de las principales ciudades de Brasil. La irrupción meteórica de muchos de ellos (Pablo Marçal, el convidado de piedra del bolsonarismo), ha dejado a los actores de la política tradicional perplejos, pues este tipo de figuras “antisistema” se dedican a transgredir permanentemente las reglas del juego democrático y con bastante éxito.

Que le está diciendo un sujeto como Pablo Marcal a su electorado, que le otorgó un 28 por ciento de las preferencias en la contienda por el control de la megalópolis de São Paulo, que sin tiempo en televisión ni fondo electoral y usando preferentemente las redes sociales, estuvo muy cerca de llegar a la segunda vuelta.

El ex coach le habla a su electorado como un pastor de la teología de la prosperidad y del emprendimiento, les pide que sospechen de los beneficios del Estado y confíen en sus propias capacidades de trabajo y en la perseverancia sin límites. Su discurso enaltece la autonomía y el individualismo frente a la dominación del aparato estatal que utiliza las políticas sociales para someter a los ciudadanos. Todos tendrán éxito basados exclusivamente en sus esfuerzos personales y él es un ejemplo vivo del hombre que triunfó en base a estos preceptos. Todo es mentira, pero la gente le cree y lo sigue, especialmente los jóvenes que ven en Marcal un modelo a seguir, como muchos jóvenes argentinos se inspiran en el delirio “libertario” capitalista de Milei.

Para esta clase política tradicional lo mejor que podría suceder es que Marçal sea procesado y condenado por alguna de las 129 acusaciones en su contra que se encuentran en el ámbito de la Justicia Electoral, lo que lo transformaría en inelegible por los próximos ocho años, lo cual lo apartaría del tablero electoral, por lo menos, hasta el año 2032.

Sin embargo, esta es una solución ilusoria ya que el problema se encuentra en que figuras que se proyectan desde fuera de la clase política como Bolsonaro o Marçal van a seguir brotando y alimentándose a partir de las frustraciones de la población, de la precarización del empleo, de la violencia y la inseguridad cotidiana, de la falta de oportunidades, de la falencia de los servicios públicos, de los problemas de movilidad urbana, de la incertidumbre y los miedos sobre el futuro y un largo etcétera. Mientras los gobiernos centrales, regionales y locales no se hagan cargo de las carencias y desgracias provocadas por mala gestión y la corrupción, las probabilidades de que surjan nuevas respuestas mesiánicas solo se perpetuarán a través del tiempo.

En ese sentido, los partidos y agrupaciones de izquierda deben convencer a la población de que sus propuestas y proyectos para alterar este escenario de desigualdad, iniquidad y exclusión pueden concretizarse. Para lograr impulsar tales transformaciones la izquierda no necesita y no debe abdicar de su agenda y de sus principios. ¿Hasta dónde la izquierda tratando de construir alianzas amplias puede renegar de las plataformas en torno a sus ideales más caros de justicia social, inclusión y dignidad para el conjunto de ciudadanos y ciudadanas?

Hace cinco décadas aproximadamente, Enrico Berlinguer señalaba – a partir de la abortada vía chilena al socialismo- que dicha experiencia servía para reflexionar sobre el hecho de que, “para hacer grandes reformas, se requieren grandes alianzas”. El problema es que muchas veces tales pactos de gobernabilidad terminan por contaminar los proyectos estratégicos de la izquierda, retardando e inviabilizando los cambios y las tareas contenidas en los programas de gobierno.

La pretensión de llegar a superávit fiscal a partir de un ajuste de las cuentas públicas implementado por el Ministerio de Hacienda, ha provocado un abandono de los programas sociales con mayor impacto en la población más carente. El gasto social en un país con grandes bolsones de pobreza e inequidad, representa una herramienta fundamental para otórgale a sus habitantes la noción de ciudadanía y, por esa vía, incorporarlos como sujetos políticos activos en la construcción de un proyecto de transformación.

Dichos cambios tampoco deben ser restringidos a las condiciones materiales de vida de la población, la izquierda también debe crear las condiciones para que se produzcan cambios culturales, en el campo de las relaciones interpersonales y sociales, en la búsqueda de vínculos de solidaridad y cooperación, en el reconocimiento y respeto a lo diferente, en la construcción de un destino compartido. No es que las necesidades económicas no interesen, pero también hay que imprimirle una pasión ética y moral a la lucha por un mundo mejor.

Por cierto, nada de esto es fácil. Pero no se puede dejar que la derecha tome la iniciativa en esta arremetida conservadora que va cubriendo y contaminando la vida cotidiana con sus pautas retrógradas. Con una mirada decimonónica combinada con los múltiples recursos que permiten las tecnologías de la comunicación, la derecha y la ultraderecha han conseguido ir dominando el debate sobre el aborto, el divorcio, las temáticas de género y diversidad sexual, los problemas medioambientales y la seguridad ciudadana, entre otros.

La izquierda debe reasumir el protagonismo que tuvo a comienzos de este siglo y no abjurar de su ideario y sus luchas por mejorar la vida del pueblo, generar condiciones efectivas para que las personas vivan con seguridad, trabajen con dignidad, recuperen sus derechos y tengan acceso a una Renta Básica Universal cuando así lo ameriten. Y ello no debe ser pensado solamente para un nuevo ciclo electoral, sino que proyectando su enorme caudal histórico de combate a la desigualdad y la injusticia que le permitan –sin complejos y sentimientos de culpa- reencantar y movilizar a la población en torno de un programa que aspire a mejorar la vida de las grandes mayorías. Si cerramos la puerta a este desafío, el futuro nos pasará la cuenta.

terça-feira, 24 de setembro de 2024

La degradación de la política y el retroceso civilizatorio


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

En cualquier curso introductorio de Ciencia Política se enseña que el concepto de Política proviene del griego Politeía que se refiere a las actividades que realizan los ciudadanos para decidir los destinos de su ciudad o Polis. En el espacio de la ciudad-Estado griega se realizaba la ecclesía o asamblea en la cual por medio del uso de la retórica los participantes en ella exponían sus ideas para convencer al conjunto de los ciudadanos de que sus propuestas eran las mejores opciones para decidir sobre el destino de la comunidad o la colectividad.

Lo anterior por cierto se ha definido como el aspecto normativo de la Política, pues lo que se advierte ya desde época de los griegos y posteriormente descrito magistralmente por Nicolás Maquiavelo en El Príncipe, es que la verità effettuale de la política consiste en un sinnúmero de trampas, traiciones, simulacros e intrigas que permiten a los actores políticos conquistar, asumir y sustentarse como protectores de los habitantes de la ciudad-Estado. Siendo así, para Maquiavelo la verdadera virtú que deben desplegar los condottieri que inspiraron la obra del Florentino, residiría en la capacidad de lectura de la realidad de los gobernantes para mantenerse en el poder.

Con todo, siempre ha existido en el debate académico la noción de que la Política es un espacio para debatir ideas diferentes a partir de las cuales se pueden construir acuerdos en que cada parte renuncié a la integridad de sus propuestas en pos de un acuerdo común que permita establecer las condiciones para el pleno ejercicio de un gobierno, la llamada gobernabilidad.

Intentando reivindicar la dimensión altiva de la Política, el pensador sardo Antonio Gramsci hacia la distinción entre la Política con mayúscula y la pequeña política, siendo que la primera se encontraría asociada a la reflexión, el estudio, la ponderación y la seriedad necesaria para la construcción de un proyecto colectivo, base de la dimensión estratégica orientada a la fundación y mantención del Estado. Ya la pequeña política se ve asociada a la vida cotidiana de complots y confabulaciones que se realizan en los pasillos del Congreso o de los Palacios de gobierno, de los arreglos y pactos efectuados en las bambalinas del poder con la finalidad de obtener beneficios materiales y políticos, sean individuales o de camarillas.

Tristemente, en la mayoría de los debates que se han venido produciendo con motivo de las próximas elecciones municipales a realizarse el primer domingo de octubre, lo que se puede apreciar por parte de los electores que asisten las transmisiones, es la presencia abrumadora de la pequeña política, en la cual los candidatos dedican más tiempo a la exposición de mentiras y acusaciones mutuas que a la presentación de sus respectivos programas para las alcaldías. El episodio más extremo y vergonzoso de esta secuencia decadente de la política, fue el sillazo (cadeirada) dado por un representante de la derecha (José Luiz Datena/PSDB) al ex coach y delincuente condenado por la Justicia, que se perfila como una carta de la extrema derecha para las elecciones presidenciales de 2026 (Pablo Marçal/PRTB).

Este gesto extremo en un debate de propuestas de gobierno para administrar la mayor ciudad de América Latina (São Paulo), es un claro reflejo del bajo nivel en que se encuentra la política brasileña, expresando a simple vista que en el último periodo se viene produciendo una simbiosis perversa entre sujetos que se auto declaran como outsiders y enemigos de la clase política y un electorado cada vez más alienado de sus verdaderos problemas colectivos. Dichos ciudadanos son bombardeados e influenciados sistemáticamente por la profusión de fake news que se vehiculan a través de las redes sociales. Hace más de tres años advertimos sobre este lamentable fenómeno en nuestro artículo La mentira como forma de acción política.

Es sabido que en la base de este proceso se encuentra el descredito en la dimensión política como espacio de debate y deliberación necesaria para organizar la vida colectiva, la cual es descartada sin más como una gran aberración al servicio de unos pocos privilegiados que solo buscan el beneficio personal a expensas de la población indefensa. Ciertamente se pueden encontrar en el país muy buenas y valiosas experiencias de gestión municipal, como los presupuestos participativos, los agentes comunitarios de salud, las escuelas integrales, proyectos de saneamiento básico o programas exitosos de inclusión social. Sin embargo, los medios que se alimentan de las tragedias y construyen la sociedad del espectáculo, difunden en profusión los casos de corrupción, obras abandonadas, malversación de fondos y proyectos fantasmas que fortalecen la percepción de la ciudadanía de que la política y los políticos expresan lo peor de la humanidad.

De lo anterior se nutren los que se dicen outsiders para denigrar aún más la actividad que ellos mismos encarnan, presentándose como figuras antisistema cuando en realidad son la más evidente expresión de la degradación de ese mismo sistema. Ellos se valen de las reglas y los códigos de convivencia creadas por la democracia para trasgredir y mancillar la misma democracia cuando consideran que esta no les conviene para alcanzar sus objetivos.

Por su parte, las mismas sociedades han estado retrocediendo a una situación en que la violencia y el conflicto divide a la población entre amigos y enemigos, permeando el conjunto de relaciones que establecen las personas desde la escuela, pasando por las iglesias, el trabajo, las distintas organizaciones y culminando en el odio diseminado cotidianamente en las redes. No es inusitado que un porcentaje significativo de electores espera encontrar en los debates de los candidatos aquella dosis de salvajería y adrenalina necesaria para animar sus vidas. Ellos son convocados por cavernícolas como Marçal que azuza a los televidentes y seguidores con anuncios del tipo “va a correr sangre esta noche”.

Lo anterior nos plantea una grave crisis civilizatoria de respeto a las etiquetas y normas de convivencia social. Esta perspectiva fue introducida teóricamente por el sociólogo alemán Norbert Elias en su libro La sociedad cortesana, en la cual se expone con meridiana claridad la importancia de la etiqueta y el ceremonial como elementos centrales en la formación de un tipo específico de racionalidad que permite el control de las pulsiones más viscerales y la neutralización de las reacciones afectivas más atávicas.

Tales controles de las emociones y los contrapesos a la libre expresión de la irracionalidad permitirían la emergencia del proceso civilizatorio constitutivo de etiquetas sociales de convivencia distintivas en las sociedades modernas. Estas relaciones se manifestarían en los espacios de negociación, dialogo y pluralismo existente en el plano político. Precisamente, el rompimiento de estos lazos de convivencia y de aceptación de la divergencia característicos de la dicotomía amigo versus enemigo expone el rebrote de un mundo incivilizado movido por los deseos y las pulsiones más elementales de los individuos.

Desde una perspectiva psicoanalítica, Sigmund Freud en su notable ensayo El malestar en la cultura, nos traza el choque que se produce precisamente entre la pulsión humana que aspira a la búsqueda del placer y su restricción derivada de los límites impuestos por la cultura. La pulsión de muerte (Thanatos) lleva a las personas a desear la destrucción del ser humano impelida por su tendencia innata de un retorno a lo inorgánico. Allí radicarían los cimientos del espíritu de devastación, de la violencia, de la pretensión de superioridad y prepotencia de los seres humanos.

Preferencialmente, la extrema derecha ha sabido explotar estos deseos de destrucción de los otros, de los diferentes, sumando en esta cruzada ruinosa a batallones de individuos frustrados y hastiados con el sistema, los insta a unirse en sus filas sin ningún objetivo más perceptible que derrocar al sistema. Personajes siniestros y astutos como Trump, Erdogan, Meloni, Orban, Bukele, Bolsonaro, Milei, Kast o el propio Marçal se nutren de la impotencia y la vulnerabilidad de millones de personas que no encuentran un lugar digno en la vida contemporánea. Son los marginalizados y precarizados que mundo del trabajo, pero también los excluidos de una convivencia social sana y fraterna, que incuban un odio desmedido y creciente hacia las minorías y los “privilegiados” del sistema, especialmente la clase política que no es capaz de solucionar sus problemas y ansiedades.

Todos ellos en su insanidad de sociópatas simbolizan el universo incivilizado que nos acomete y nos aqueja. En escala global representan un serio riesgo para el futuro de la democracia. La falla de los sistemas políticos que cada vez se encuentran más ensimismados y de espaldas a la ciudanía estimula el surgimiento de estas figuras neofascistas. Quizás si resida en la propia política la solución de este reto actual que supere su degradación y deslegitimación. Por lo mismo, esta debería regresar a la vida cotidiana de las personas, vincularse con las necesidades concretas de la gente, asumir el protagonismo urgente para que la población vislumbre la política como una parte fundamental del quehacer colectivo de la humanidad que le permitan crear las posibilidades para mejorar su calidad de vida.

segunda-feira, 23 de setembro de 2024

Fallece Fredric R. Jameson, destacado filósofo y crítico cultural (1934–2024)

Dialektika

Fue uno de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo, conocido por su análisis crítico del post-modernismo y por la firme adhesión al marxismo. Su influencia perdurará, alimentando nuevas generaciones de críticos, pensadores y activistas que buscan desenmascarar las estructuras de poder en nuestra cultura contemporánea.

El 22 de septiembre de 2024 falleció a los 90 años Fredric R. Jameson, uno de los pensadores más influyentes de nuestra era, reconocido por su análisis crítico del posmodernismo y su férrea adhesión al marxismo. Jameson, cuyas ideas reconfiguraron profundamente la teoría cultural contemporánea, dejó un legado que seguirá resonando entre filósofos, críticos culturales y académicos comprometidos con la comprensión de la cultura en el marco del capitalismo tardío.

Vida y Obra

Fredric Jameson nació en Cleveland, Ohio, en 1934, y comenzó su carrera intelectual con la publicación de Marxism and Form en 1971, un libro que introdujo una renovada perspectiva marxista en el estudio de la literatura y la crítica cultural. Posteriormente, en The Prison-House of Language (1972), Jameson se embarcó en un detallado estudio del estructuralismo y el formalismo ruso, examinando la relación entre el lenguaje, la historia y la ideología. Su obra más famosa, Postmodernism, or, The Cultural Logic of Late Capitalism (1991), introdujo el concepto de posmodernismo como una fase histórica ligada al capitalismo tardío, argumentando que la fragmentación y la superficialidad de la cultura contemporánea son síntomas de las transformaciones económicas y políticas del mundo globalizado.

A lo largo de su carrera, Jameson exploró las conexiones entre economía, política y cultura, publicando más de una docena de libros clave, entre ellos The Political Unconscious (1981), Signatures of the Visible (1992) y The Antinomies of Realism (2013). Además, como profesor distinguido en la Universidad de Duke, Jameson formó a generaciones de académicos que siguen ampliando el alcance de su visión crítica.

Conceptos Clave

Entre los conceptos más importantes de Fredric Jameson destaca su célebre mandato: «¡Siempre historicizar!» (Always historicize!), que encapsula su insistencia en contextualizar todo fenómeno cultural y social dentro de una perspectiva histórica materialista. Para Jameson, el análisis cultural debe desvelar las contradicciones del capitalismo, mostrando cómo las formas culturales reflejan y participan en las dinámicas históricas del poder económico y político.

En Postmodernism, or, The Cultural Logic of Late Capitalism, Jameson desarrolló una de sus ideas más influyentes: el posmodernismo como un estado cultural estrechamente vinculado al capitalismo avanzado. En su visión, el posmodernismo no solo es una estética, sino un régimen cultural que fragmenta la historia, la identidad y la representación, eliminando las grandes narrativas y reemplazándolas con la repetición vacía y la superficialidad.

Como ha escrito Perry Anderson, «la captura de lo posmoderno por Jameson ha establecido los términos del debate posterior»: «El relato de Jameson sobre el posmodernismo … desarrolla por primera vez una teoría de la ‘lógica cultural’ del capital que ofrece simultáneamente un retrato de las transformaciones de esta forma social en su conjunto … Aquí, en el paso de lo sectorial a lo general, la vocación del marxismo occidental ha alcanzado su consumación más completa.»

Otro de sus conceptos clave es el «inconsciente político» (The Political Unconscious), que propone que toda obra cultural, incluso la aparentemente apolítica, contiene rastros de la lucha de clases y los conflictos sociales latentes en la estructura del capitalismo.

En esa misma obra diría: «… la historia no es un texto, una narración, maestra o de otra especie, sino que, como causa ausente, nos es inaccesible salvo en forma textual (…) nuestro abordamiento de ella y de lo Real mismo pasa necesariamente por su previa textualización, su narrativización en el inconsciente político.»

Legado

El legado de Fredric Jameson es innegable. Su capacidad para integrar la teoría marxista con el análisis cultural le permitió abordar fenómenos complejos con un rigor sin igual. Al examinar las manifestaciones culturales desde una perspectiva dialéctica, Jameson no solo contribuyó a repensar la relación entre ideología y arte, sino que revitalizó el pensamiento crítico marxista en el ámbito académico occidental. Su trabajo no se limitó al diagnóstico del presente, sino que siempre estuvo orientado hacia el futuro, hacia la posibilidad utópica de una transformación social y cultural.

Jameson será recordado como un pensador que, lejos de caer en el dogmatismo, supo mantener un equilibrio entre el rigor teórico y una visión estética comprometida. Su fallecimiento marca el fin de una era en la crítica cultural, pero su influencia seguirá viva, alimentando nuevas generaciones de críticos, pensadores y activistas que buscan, como él, desenmascarar las estructuras de poder en nuestra cultura contemporánea​.

sexta-feira, 20 de setembro de 2024

Política, baixaria e cadeiradas

Mauro Luis Iasi
Blog da Boitempo

Nesta briga, eu torço para a cadeira. O país arde em chamas, mas as barricadas estão vazias. As ruas estão tomadas por carros e engarrafamentos, as bandeiras estão guardadas e as bocas caladas. A política morreu e o que vemos são os festejos comemorativos daqueles que a mataram.

“Um idiota nunca aproveita a oportunidade.
Na verdade, muitas vezes, o idiota é a oportunidade que os outros aproveitam.”
Millôr Fernandes

Existia, até pouco tempo, um mito segundo o qual a sociedade iria se aperfeiçoando graças à sociedade de mercado e ao Estado democrático. Fukuyama, de forma mais caricatural, mas outros pensadores sofisticados como Hannah Arendt, Habermas ou Bobbio, também cultivaram esse mito.

No entanto, a democracia avançada tem produzido rufiões e malandros muito mais que estadistas. Podemos aqui, sem a pretensão de uma lista exaustiva, lembrar de Berlusconi, Trump, Bolsonaro e o pateta do Milei, só para citar alguns. É sempre uma saída fácil atribuir a tais personagens um caráter excepcional, alguém que não seria da chamada “classe política” como se essa anomalia sociológica não fosse composta, em sua maioria, por um tanto de desclassificados, demagogos e despreparados para qualquer forma de exercício de poder salvo em seu próprio interesse e daqueles que os financiam e comandam.

O que os patetas mais explícitos revelam em seu exagero, como na caricatura, nada mais é que traços daquilo em que se transformou a figura do político. Alguns disfarçam na linguagem rebuscada, no terno impecável, no maneirismo treinado, a malandragem inata e os interesses escusos. Neste sentido, o bufão parece ao senso comum mais autêntico.

A genial criação de Dias Gomes, o famoso Odorico Paraguaçu, saiu das telas para assumir uma forma mais contemporânea de picareta. Interessante que víamos o personagem da novela como uma reminiscência de uma época passada de oligarcas e coronéis, mas o atual fanfarrão assume a forma de youtubers, tiktokers, blogueiros e afins, jovens, irresponsáveis, bocudos, irreverentes, desafiadores, falsamente antissistema, que ganham o centro do picadeiro da política.

É compreensível que uma geração anterior de malandros, que construíram seus personagens na televisão, como Datena e Luciano Huck, por exemplo, sintam um certo ciúme dos moleques que ganham notoriedade nas redes sociais e se lançam como aventureiros na política.

É divertido ver os porta-vozes da ordem tentando levar a sério a crise de legitimidade da política, conclamando pela seriedade e responsabilidade, o zelo pelo interesse público, o respeito às instituições sagradas, tentando vestir desesperadamente o rei nu e bêbado que envergonha o distinto público. O caráter burlesco e violento que vai assumindo a cena política, a meu ver, não pode ser compreendido a golpes de discursos moralizantes, pois eles acabam assumindo a feição que completa perfeitamente o circo, como o mestre de cerimônia do picadeiro com seu fraque e cartola no meio a malabaristas de colã e palhaços coloridos, ou um pastor pregando moralidade em um bordel.

O caráter burlesco da política é a expressão da crise da democracia burguesa e suas formalidades institucionais. Faz muito tempo que ninguém leva a sério tal atividade, principalmente aqueles que vivem dela, direta ou indiretamente, salvo alguns abnegados e seus princípios, como Glauber Braga que não por acaso está sendo ameaçado de cassação como se tentasse fazer um monólogo shakespeariano no programa dos Trapalhões. Faz muito tempo que ninguém discute a sério o país, seus problemas e as raízes profundas de nossas mazelas, muito menos propostas reais. Há um verdadeiro divórcio entre o que se diz nas eleições e as ações dos candidatos uma vez eleitos.

Os chamados “debates” converteram-se em arena de trivialidades, mentiras deslavadas, atuação e factoides para bombar nas redes e repercutir nos programas de televisão. Os assim chamados “programas de candidatos”, tornaram-se uma formalidade que não precisa guardar nenhuma coerência com partidos e suas convicções, muito menos com aquilo que de fato se pretende fazer.

Decisões são tomadas orientadas por institutos de pesquisa como qualquer mercadoria, agora potencializada pela mágica dos algoritmos, na velha arte de falar o que acredita-se que as pessoas querem ouvir. É só afirmar a importância da educação, da saúde e da segurança, mostrar uma cara séria, andar de capacete numa obra, em mangas de camisa como se fosse um trabalhador incansável e acenar para as câmeras. Ocorre que, desta maneira, acabaram ficando todos iguais e aí entra o palhaço.

Ele é tosco, fala mal, xinga, esbraveja impropérios, provoca e ameaça. Não apresenta proposta nenhuma e ridiculariza a si mesmo e o espaço que tenta se apresentar sério. Desta forma, destaca-se porque é diferente. São filhotes de Enéias, de Levy e seu aerotrem, Eymael e sua musiquinha, e lá no fundo, herdeiros do Rinoceronte Cacareco e do Macaco Tião.

A diferença é que, no contexto atual, às vezes o palhaço malandro pode se eleger e aí temos a tragédia de Bolsonaro ou Milei e as coisas ficam muito menos engraçadas, como o sargento Pincel comandando uma operação de guerra de verdade. Mas qual seria a razão desta outsiderização da política, no termo de nosso colega argentino Alberto Bonnet?

Estou convencido de que vivemos na esfera política algo que Marx e Engels descreveram em sua crítica da ideologia, isto é, no momento de crise, quando as forças produtivas avançadas encontram sua contradição com as relações sociais de produção, as ideias e valores que representavam esta ordem, através das quais os interesses particulares apresentavam-se como universais, perdem sua correspondência e se tornam inautênticas. Como precisam continuar a ser afirmadas e defendidas, eles assumem a forma de uma ilusão consciente, uma hipocrisia proposital.

O mesmo ocorre com as formas políticas que deveriam expressar a livre concorrência, a sociedade de indivíduos livres e iguais perante a lei, a sociedade que permitiria o desenvolvimento das aptidões de cada um, levando-o ao sucesso ou ao fracasso e, finalmente, ao mito supremo: um governo do povo, pelo povo e para o povo.

Não é que faltam propostas para enfrentar este problema, mas as verdadeiras alternativas foram barradas e expulsas do espaço daquilo que se considera política. As jornadas de julho de 2013 que, entre outras coisas, expressaram uma crítica direta e pertinente contra a chamada democracia representativa, foi reprimida e totalmente desconsiderada, deixando o espaço do ressentimento ser capturado pela extrema direita.

No lugar da ação política, isto é, a ação das classes em defesa de seus interesses, entra um exército de assalariados precários agitando bandeiras em semáforos, adesivos nos vidros traseiros dos carros, jingles de gosto duvidoso e fotos retocadas. Esta operação, após retirar qualquer substância daquilo que um dia foi uma prática política, apresenta o cadáver mumificado e sem sangue, exigindo que o circo aventureiro seja o único e exclusivo reino da política. Movimentos sociais não podem ser políticos, universidades e escolas tem que ser “sem partido”, o Estado, veja só, não pode agir politicamente e tomar um lado da luta de classes. Quando acabam as eleições, acaba a política.

No tempo de likes, engajamento, monetarização da bobagem, rebaixamento de conteúdo, fake news, preconceito e discurso de ódio, a personificação da política só podia ser de canalhas desqualificados, homofóbicos e machistas, palhaços malandros, aspirantes a fascistas e anticomunistas convictos. Os rufiões, entretanto, prestam um serviço rasgando o véu de respeitabilidade com que a ordem podre do capital tenta encobrir o cadáver de sua civilização moribunda.

Em poucas palavras: nesta briga, eu torço para a cadeira. O país arde em chamas, mas as barricadas estão vazias. As ruas estão tomadas por carros e engarrafamentos, as bandeiras estão guardadas e as bocas caladas. A política morreu e o que vemos são os festejos comemorativos daqueles que a mataram.