El puercoespín
Caracas es un hervidero de rumores en estos días; y después de unos vasos de whisky añejo de 12 o 18 años en los bares opositores del Este, o en las acaloradas discusiones callejeras de los grupos chavistas en los cerros de Patere o Catia, a punta de cerveza y caña, espontáneos y autodenominados médicos o constitucionalistas florecen como las jacarandas en primavera. También prolifera el ácido humor dicharachero, irreverente, que caracteriza a los venezolanos, sangre Caribe después de todo: “Liberen a Chávez”, exigió un tuitero mordaz, desesperado ante el desconcertante y surrealista espectáculo que dan los seguidores del caudillo, pálidas copias del original con playeras rojas. Asustados por la pesada e inconclusa herencia anticipada, que deprisa les entregó su líder supremo, los chavistas ven surgir inquietantes contradicciones en sus filas, cada día con más fuerza.
Desde que irrumpió en la escena política en 1992, Hugo Chávez supo capturar la atención de todo el mundo, siempre polarizando. Hay quienes sienten hacia él un odio visceral, le atribuyen todos los males del caudillismo subdesarrollado latinoamericano; y hay también quienes lo glorifican como redentor de todos los pobres y oprimidos. Pero tal vez nunca ha sido tan omnipresente como en estas cuatro semanas que no ha aparecido en público. Porque el destino de todo un país y hasta de un continente parece depender de un solo hombre que, gracias a los petrodólares venezolanos, supo construir una amplia red de simpatizantes. A tal punto que La Habana, como en los inicios de la revolución castrista, renace de sus ruinas convertida en lugar de peregrinaje de líderes latinoamericanos.
¿Quién ha sido ese personaje tan singular y cómo logró convertirse en mito viviente? De eso y de Chávez como reinvención del caudillo militar, como producto de un gran sueño petrolero y de su épica hollywoodense, nos habló el venezolano Alberto Barrera Tyszka, autor junto con la periodista Cristina Marcano de la más alabada biografía no-oficial del personaje: Hugo Chávez sin uniforme. Una historia personal. Barrera Tyszka es también el autor de la premonitoria novela La enfermedad, premio Herralde de literatura 2006.
Usted escribió la biografía después de obtener los diarios secretos del jóven Chávez de manos de una ex-amante del caudillo, Herma Markman. ¿Cómo es el hombre que descubrió?
Cristina Marcano y yo comenzamos a investigar la vida de Chávez cuando no era todavía un mito en construcción, cuando no tenía tanta conciencia y control de su propia imagen. Fue antes del año 2004 y eso nos permitió acceder a fuentes desconocidas, o que no habían hablado, o que se expresaban más libremente. Entre esas fuentes están los diarios de Chávez cuando era un cadete en la Academia Militar. Son anotaciones que combinan emoción y candidez, que muestran a un joven con sensibilidad social, con una formación irregular de izquierda y con una ambición muy grande. Quizás eso sea lo más importante. Descubrir que el joven Chávez, a los 19 años de edad, ya soñaba con ser Presidente de Venezuela.
Los diarios son de su época de conspirador militar, pero ¿Cuál ha sido la metamorfosis de Chávez desde que llegó al poder en las elecciones de diciembre de 1998?
Chávez lleva años construyendo, de manera oral, su propia autobiografía. Es un hombre que habla mucho de todo, de manera a veces distinta e incluso contradictoria, y que también habla mucho de sí mismo. Chávez se ha reinventado desde el poder. Ha reescrito su historia personal hasta hacerla parte de la historia pública nacional. Quizás lo más viable sería hacer un seguimiento de cómo ha ido cambiando, en estos 14 años, la organización del poder en el país alrededor de su figura. Cómo puso al Estado a su servicio, cómo se desarrolló una industria publicitaria enorme, cómo —con un discurso moderno y de izquierda— se ha ido creando en Venezuela una sociedad cada vez más personalista y autoritaria. Creo que Chávez representa la reinvención del caudillismo militar en América latina. La vieja tradición uniformada y dominante del continente ahora habla nuestro lenguaje y usa twiter.
¿Y cómo logró convertirse Chávez en un personaje omnipresente e irremplazable?
Ni Chávez ni lo que ocurre en Venezuela puede ser analizado sin tomar en cuenta la complejidad que implica ser un país petrolero. Más que una definición económica, eso es una naturaleza, una dimensión cultural y política. Eso hace que Venezuela sea un país muy igual pero a la vez muy distinto al resto de los países de Latinoamérica. Porque Chávez no sólo ha tenido una vocación hegemónica de poder; no únicamente ha tenido una habilidad política y un manejo inescrupuloso de las reglas democráticas… también ha tenido un país, o gran parte de un país, encantado con escuchar lo que él dice. Chávez revivió nuestro sueño petrolero, la idea de que somos un país rico, donde no hay que producir sino saber repartir la riqueza. Eso también es la utopía bolivariana. Probablemente en el proyecto chavista hay más barriles de petróleo que ideología.
Ahora se está desarrollando el último capítulo de la biografía de Chávez. ¿Es un final digno de su mito? ¿Qué título le pondría?
Durante años, el gran problema de Chávez fue la épica. En realidad, no tenía una épica. Pero hablaba como si la tuviera. Su discurso beligerante y agresivo estaba montado sobre un océano de petróleo y no sobre una historia personal heroica. Nunca tumbó a un dictador. No estuvo en la guerrilla. Todo lo contrario. Viene del Ejército. Su única gloria era haber ganado las elecciones y, a partir de ahí, haber cambiado algunas reglas para irse atornillando cada vez más en el poder. Ahora, paradójicamente, consigue una épica pero donde de seguro menos lo hubiera deseado: en una tragedia clínica. Todo el manejo mediático que se ha hecho de la enfermedad apunta hacia allá. Y es un manejo preciso, cuidado, casi “hollywoodense”. En Venezuela estamos asistiendo a lo que parece ser el espectáculo de la consagración religiosa de Chávez. No sé qué título podría tener este capítulo. La épica de la jeringas, tal vez.
Los chavistas ya están transmitiendo spots para mitificar a su líder. Él mismo siempre se vio como heredero del Libertador Simón Bolívar. ¿Cuál será la imagen que quedará: Héroe trágico o farsante?
Eso es muy difícil de calcularlo ahora. Yo presiento que estamos a punto de ver un desarrollo industrial mediático pocas veces visto. Podríamos decir que el Estado está convirtiendo a Chávez en una mercancía, que estamos asistiendo al lanzamiento oficial del fetichismo del siglo XXI alrededor de la figura del Presidente.
Usted escribió un libro premiado que retrata la enfermedad y cómo afecta a toda una familia. ¿Cómo le ha afectado a Chavéz su enfermedad y cómo ha afectado eso a Venezuela?
Cualquier enfermedad siempre es una injusticia. En el caso de Chávez, que se soñaba ser eterno o al menos con larga vida en el poder, este hecho puede ser vivido de manera todavía más trágica. Para el país, la enfermedad ha sido un elemento más en la polarización. Chávez la usó políticamente sin ningún pudor. A esta altura, los venezolanos, incluyendo a los chavistas, no saben realmente qué mal padece Chávez y cuál es su estado de salud. No nos han dado diagnósticos clínicos sino himnos, peticiones de fé y de lealtad. Eso también puede ser un claro síntoma de la otra enfermedad, de la enfermedad del país.
Su ex-médico en octubre de 2011 dijo que padecía de un sarcoma canceroso incurable. Chávez reaccionó negando su enfermedad y la gravedad. ¿Es un enfermo de poder que se negó a aceptar su mortalidad?
No lo sé. Pero sospecho que Chávez sabía desde el principio qué tenía y cuál era la gravedad de su caso. Intuyo que su “curación” quizás solo fue una estrategia electoral.
¿Por qué no les importó a los venezolanos poner su destino en manos de un enfermo?
La mayoría de los venezolanos cree en Chávez. Y creyeron realmente que se había curado. Chávez siempre ha sido muy bueno en campañas electorales. Tiene esa capacidad de contagiar emoción y verdad. A esto hay que sumarle un dato fundamental para entender su popularidad: un incremento de más de 40 por ciento en el consumo de los venezolanos. La gente, a la hora de votar, no miró el gasto público, la deuda, el déficit. Solo siguió a alguien que prometía más consumo y que denunciaba que si la oposición ganaba le quitarían todo al pueblo.
¿Cuál es la herencia política que dejará Chávez? ¿El socialismo petrolero ha sido un sueño destinado al fracaso?
Soy de los que piensa que Chávez ha hecho cosas buenas e importantes en Venezuela. Pero creo que, como contraparte, también ha hecho cosas fatales, ha sumergido al país en una crisis total, muy difícil de enfrentar. Chávez jamás aceptó que había sido elegido para hacer un buen gobierno. El pensaba que estaba señalado para cambiar radicalmente la historia. Como buen militar, creyó que ser Presidente no era un cargo sino un rango.
¿Qué ocurrió en Venezuela, una de las democracias más antiguas de latinoamérica, para que los venezolanos sintieran la necesidad de un redentor como Chávez?
Déjame matizar un poco tu afirmación. Los 40 años que antecedieron a Chávez fueron de democracia representativa, es cierto. Pero antes, durante casi siglo y medio, Venezuela vivió en medio de guerras intestinas y enfrentamientos de caudillos. Nosotros tenemos una larga tradición militarista. Chávez despertó y aprovechó esta tradición, y la ha promovido y desarrollado, más aún desde el ejercicio de esa suerte de Estado mágico, capaz de repartir los bienes y la justicia, de reordenar la historia y el territorio.
Los acólitos de Chávez dicen que la Constitución es un "formalismo" intranscendente y que los 6.5 millones de venezolanos que piensan diferente son traidores, oligarcas y escuálidos. ¿Cómo se explica esta pugnacidad del chavismo ante su ausencia?
La dirigencia del PSUV está tratando de imitar a Chávez. Repiten sus gestos, hablan igual, apelan al mismo espíritu de confrontación. Esa es parte de su identidad, de la Marca Chávez. Lo único que están haciendo, con menos talento y gracia, es tratar de emular al líder. No hay que olvidar que uno de los primeros símbolos del chavismo, que aún lo usa, es el puño que golpea la palma de la mano. Es una amenaza. Es una comunicación violenta. Al parecer, quien quiera heredar a Chávez no puede renunciar a esa definición.
Parece que no sólo los chavistas se sienten huerfános; también la oposición se ve desorientada. ¿Cómo cambió la vida pública venezolana en 15 años de omnipresencia de Chávez?
Me temo que la vida pública quizás sea todavía más tensa. Puede, incluso, ser más desordenadamente agresiva. A medida que pasen los días y que Chávez siga sin aparecer, que sigan sin dar informes más o menos específicos sobre su salud, la situación se irá poniendo más crispada. Chávez representa una autoridad, un control, que ahora no está. El gobierno intenta que Nicolás Maduro y la imagen de la unidad chavista pueda sustituir a esa representación; pero no es tan sencillo. Tampoco creo que la omnipresencia de Chávez haya mermado. Hay todo un movimiento destinado a convertirlo en un dios histórico. No en balde, el oficialismo, actuando como una iglesia, ha empezado a repetir un calificativo que jamás había usado con Chávez: “Padre”. Es un término que hasta ahora solo se había destinado a Bolívar. Ahora tenemos dos Chávez: uno que convalece en La Habana y otro que asciende al cielo de la historia en el discurso del oficialismo.
¿Cuál ha sido la evolución del papel de Cuba en la era chavista y cuál es el destino de esa influencia sin Chávez y cuando los hermanos Castro ya son octogenarios?
Comenzó a ser muy fuerte a partir del 2002, después del golpe de Estado. Hay quien dice que incluso la idea de las misiones (los programas sociales del gobierno), fue una idea de Fidel. Hace años Chávez decidió oficialmente entregar a los cubanos todas las oficinas de registro y de identificación del país. Se dice que en muchas oficinas públicas hay asesores cubanos, pero todo permanece en ese mismo limbo de secreto que hay en un régimen autoritario. No se sabe a ciencia cierta cuántos hay, dónde están y a qué se dedican. Al parecer estamos en un momento culminante del cuento. Bien sea por la enfermedad de Chávez o por la edad de los hermanos Castro. Ahora, en La Habana, puede haber más de una agonía.
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