Redacción
Página 12
Después de que se filtrara la mayor cantidad de documentos del Departamento de Estado en la historia de las fugas de información, Washington ensayó ayer una tibia respuesta. Hillary Clinton dijo que la difusión de los cables diplomáticos por parte de Wikileaks era un ataque a la comunidad internacional. La jefa de la cancillería norteamericana remarcó que la política oficial de la Casa Blanca no estaba plasmada en esos documentos pero, al mismo tiempo, añadió que los espías estaban haciendo su trabajo. Honduras y las Coreas también cayeron en la mira de los diplomáticos, según las últimas revelaciones.
Después de que se filtrara la mayor cantidad de documentos del Departamento de Estado en la historia de las fugas de información, Washington ensayó ayer una tibia respuesta. Hillary Clinton dijo que la difusión de los cables diplomáticos por parte de Wikileaks era un ataque a la comunidad internacional. La jefa de la cancillería norteamericana remarcó que la política oficial de la Casa Blanca no estaba plasmada en esos documentos pero, al mismo tiempo, añadió que los espías estaban haciendo su trabajo. Honduras y las Coreas también cayeron en la mira de los diplomáticos, según las últimas revelaciones.
El clima que iba a predominar en la jornada lo marcó el vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs. “Es quedarse corto decir que el presidente Barack Obama no está contento”, advirtió el portavoz durante la mañana. Por su parte, Clinton llegó tarde a su cita con la prensa en el salón del Departamento de Estado, coincidió en señalar la prensa internacional. Sin mirar a nadie en particular, la responsable de la diplomacia de Barack Obama se apuró para decir lo que tenía que decir. “No voy a comentar o confirmar nada sobre las filtraciones”, arrancó. Pero tuvo que dar algunas precisiones. “No es un ataque contra los Estados Unidos solo, sino contra toda la comunidad internacional”, afirmó la secretaria de Estado.
“No hay nada loable en robar documentos y poner en riesgo la seguridad nacional y a gente inocente ni en poner en riesgo las decisiones pacíficas de las que depende nuestro gobierno”, agregó la ex primera dama en relación a 250 mil documentos que Wikileaks obtuvo y puso a disposición de El País, Le Monde, The Guardian, The New York Times y Der Spiegel. Lo que ni la titular del Departamento de Estado ni el mismísimo Barack Obama dijeron es que lo difundido por esos medios no es otra cosa que el tablero de estrategias, prioridades y temas recurrentes de la Casa Blanca. “Los informantes diplomáticos trabajan para evitar peligros y conflictos, para ayudar a los líderes por los derechos civiles. Es el rol de América en el mundo y es el rol de nuestros diplomáticos para defendernos”, trató de aclarar Clinton.
Después de la conferencia de prensa, Clinton salió hacia Kazajastán para participar de la cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), donde tendrá que verles las caras a varios funcionarios de las administraciones que fueron ofendidas en los memos. Allí se podrá cruzar con los enviados de la canciller alemana, Angela Merkel, a la que llaman “teflón”, o con los delegados del premier italiano, Silvio Berlusconi, a quien critican por sus “fiestas salvajes”, y también es probable que se encuentren a los representantes de Nicolas Sarkozy, al que tildan de “emperador desnudo”, o con los rusos, que vieron cómo se menospreciaba al presidente Dimitri Medvedev y catalogan a Vladimir Putin de autoritario y macho alfa.
Desde la sede del Departamento de Estado, Clinton subrayó que la política exterior se define en Washington y prometió tomar acciones decididas para evitar otras filtraciones. Más temprano, el fiscal general de los Estados Unidos, Eric Holder, advirtió que se había iniciado una pesquisa criminal por la fuga de información sensible. “Estamos realizando una activa investigación judicial sobre este tema.” Pero debió agregar que los pasos que se dieron no fueron tan firmes: “Todavía no estamos en posición de anunciar el resultado de esta investigación”. Y agregó: “Esto no es una amenaza. Si encontramos a alguien que haya quebrado la ley estadounidense, será juzgado”. Los dichos del funcionario de Justicia respondían a una pregunta de la prensa acerca de qué acciones tomaría la Casa Blanca contra Julian Assange, el periodista australiano que fundó Wikileaks en 2006.
Los republicanos pusieron el grito en el cielo al enterarse de las filtraciones y presionaron a Holder para que cerrara, de una vez por todas, el portal de Internet. Peter King, integrante del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, le reclamó al fiscal general que sume a Wikileaks a la lista de organizaciones terroristas, porque cumpliría con las tres características que Washington les asigna a la red Al Qaida, al Hezbolá y a otros grupos: ser extranjera, cometer supuestamente actos de terrorismo y constituir amenaza para la seguridad estadounidense. Pero parece que King no tendrá demasiado eco. “Normalmente dedicamos esa designación a grupos que cuadran en la clásica definición de terrorismo”, apuntó Joe Lieberman, jefe del Comité de Seguridad Nacional en el Senado.
Mientras tanto, Wikileaks amenaza con seguir filtrando más información. Ayer se conocieron varios cables nuevos, entre los que se cuenta el que pregunta acerca de la salud mental de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. También se publicó un memo de la Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa haciendo referencia al golpe que el año pasado arrancó del poder al presidente Manuel Zelaya. “La perspectiva de la embajada es que no hay duda de que los militares, la Corte Suprema y el Congreso Nacional conspiraron el 28 de junio en lo que constituyó un golpe ilegal e inconstitucional en contra del Ejecutivo”, escribió en julio de 2009 el embajador Hugo Llorens. “Los más entusiastas defensores legales del golpe fueron incapaces de –teniendo en cuenta los supuestos crímenes de Zelaya– explicar cómo esas acusaciones justificaron sacarlo de la cama en la noche”, añadió el enviado de Washington en la capital hondureña. Después de conocerse la información, Zelaya anticipó: “Este es un documento que nos va a servir en las cortes para sentar precedentes y castigar a los golpistas, con el fin de evitar golpes de Estado, en la Corte Penal Internacional y en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde el Estado violador se encuentra demandado”.
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