Naomi Klein
The Nation
Desde que la desregulación causó un desastre económico mundial en septiembre de 2008 y todo el mundo se ha vuelto otra vez keynesiano, no ha sido fácil oficiar de seguidor fanático del difunto economista Milton Friedman. Tan generalmente desacreditada está su variedad de fundamentalismo de libre mercado que sus admiradores están cada vez más desesperados por reivindicar victorias ideológicas, por exageradas que sean.
Viene al caso un ejemplo especialmente desagradable. Justo dos días después de que un demoledor terremoto golpeara Chile, Bret Stephens, columnista del Wall Street Journal informaba a sus lectores de que "el espíritu de Milton Friedman aleteaba protector sobre Chile", puesto que "gracias en buena medida a él, el país ha resistido una tragedia que, si no, habría resultado un apocalipsis (...) No por azar vivían los chilenos en casas de ladrillo – y los haitianos en casas de paja – cuando llegó el lobo intentando derribarlas de un soplido".
De acuerdo con Stephens, las medidas radicales de libre mercado prescritas al dictador chileno Augusto Pinochet por Milton Friedman y sus infames "Chicago Boys" constituyen la razón por la que Chile es una nación próspera que dispone "de códigos de edificación que se encuentran entre los más estrictos del mundo".
Hay un problema realmente de bulto con esta teoría: el código moderno de edificación sísmica en Chile, redactado para resistir terremotos, se adoptó en 1972. La fecha es enormemente significativa, dado que se trata de un año antes de que Pinochet tomara al poder mediante un sangriento golpe de Estado respaldado por los Estados Unidos. Eso quiere decir que si hay alguien a quien atribuir el mérito de esa ley no es a Friedman, ni a Pinochet, sino a Salvador Allende, el presidente socialista chileno democráticamente elegido (lo cierto es que hay que agradecérselo a muchos chilenos, puesto que las leyes respondían a una historia llena de terremotos, y las primeras disposiciones se adoptaron en la década de 1930).
Parece significativo, empero, que la ley se promulgara aun en medio de un agobiante embargo económico ("que rechine la economía", gruñó, según es fama, Richard Nixon cuando ganó Allende las elecciones de 1970). El código se actualizó en los años 90, bastante después de que Pinochet y los Chicago Boys abandonasen finalmente el poder y retornase la democracia.
Poco sorprenderá que, como apunta Paul Krugman, que Friedman fuera ambivalente respecto a los códigos de edificación, pues los considera otra violación más de la libertad capitalista. Por lo que se refiere al argumento de que las medidas friedmanianas son la razón por las que los chilenos viven en "casas de ladrillo" en vez de "paja", queda claro que Stephens no sabe nada del Chile anterior al golpe. El Chile de los años 60 gozaba del mejor sistema sanitario y educativo del continente, además de disponer de un efervescente sector industrial y una clase media en rápido crecimiento. Los chilenos creían en su Estado, razón por la cual eligieron a Allende para ampliar aún más ese proyecto.
Tras el golpe y la muerte de Allende, Pinochet y sus Chicago Boys hicieron todo lo que pudieron para desmantelar la esfera pública chilena, subastando las empresas del Estado y reduciendo las regulaciones financieras y comerciales. Se creó una enorme riqueza en este periodo, pero a un precio terrible: para principios de los 80, las medidas de Pinochet recomendadas por Friedman habían provocado una rápida desindustrialización, multiplicando el desempleo por diez y creando una explosión de barrios de mediaguas claramente inestables. Llevaron también a una crisis de corrupción y deuda tan grave que en 1982 Pinochet se vió forzado a despedir a los asesores de los Chicago Boys y nacionalizar varias de las instituciones financieras desreguladas (¿les suena familiar?).
Afortunadamente, los Chicago Boys no lograron destruir todo lo logrado por Allende. La empresa nacional del cobre, Codelco, continuó en manos del Estado, insuflando riqueza a las arcas públicas e impidiendo que los Chicago Boys hicieran entrar la economía de Chile en un rápido y completo declive. Tampoco lograron deshacerse del riguroso código de edificación de Chile, un descuido ideológico por el que debemos dar todos las gracias.
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