El Ciudadano
Semanas clave para la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, y para el Partido de los Trabajadores (PT). Tras la aprobación por la Comisión de la Cámara de Diputados del juicio a la exmandataria, el próximo viernes será el pleno de la Cámara el que emitirá el voto a favor o en contra del impeachment.
Se habla de golpe de estado, pero también de corrupción, tanto del oficialismo como de la derecha. Esto, en medio de un clima de crisis política que divide a la sociedad brasileña y la sumerge en una profunda incertidumbre. El Ciudadano conversó con el Doctor en Ciencias Sociales y profesor de Ciencia Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Estácio de Sá (Brasil), Fernando de la Cuadra.
Cada vez son más fuertes las voces que hablan sobre un posible golpe de Estado inminente en el país. ¿Cómo es el clima social y político hoy?
Hay una enorme tensión y expectativa de la ciudadanía sobre lo que podrá suceder a partir del viernes cuando se iniciarán los alegatos a favor y en contra de la destitución de la presidenta en el pleno de la Cámara de Diputados. Para los gobiernistas no existen pruebas contundentes de que la mandataria haya incurrido en algún hecho criminal o de responsabilidad fiscal que justifique su enjuiciamiento. Es, por lo tanto, una modalidad sui generis de golpe o una forma de neogolpismo como los que permitieron la destitución de los presidentes Manuel Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay. Es un golpe político encubierto de barniz jurídico.
Para la oposición, sí existen pruebas suficientes de que la presidenta Dilma incurrió en crimen de responsabilidad fiscal al desconocer la meta presupuestaria y utilizar las llamadas “pedaladas fiscales” durante el ejercicio de 2015. Me atrevo de decir que el país se encuentra dividido en una proporción similar, a pesar de que el último estudio de opinión realizado por Datafolha apunta que el 61% de los electores consultados piensa que los diputados deberían votar a favor del impeachment, mientras que sólo un 33% señala que los parlamentarios deberían votar en contra.
Precisamente, la comisión especial parlamentaria de la Cámara de Diputados aprobó este lunes el juicio político contra la mandataria Dilma Rousseff con 38 votos a favor y 27 en contra. ¿Cuál es el proceso para que el juicio sea aprobado definitivamente y ejecutado?
El siguiente paso es la votación en el plenario de la Cámara. De tener luz verde allí, debe seguir para el Senado, donde se instaura una Comisión que tiene 10 días para emitir un nuevo parecer. Dicho parecer es votado en el plenario del Senado, donde puede ser rechazado o aprobado por mayoría simple, es decir, por 41 senadores (son 81 en total). En el primer caso, de rechazo, el proceso es archivado y se extingue. Si es aprobado, se declara la instauración del proceso y la mandataria debe apartarse del poder por un periodo de 180 días, asumiendo transitoriamente el cargo el actual vice-presidente Michel Temer.
A partir de ese momento, el proceso se debate en el plenario del Senado que es presidido excepcionalmente por el Presidente del Supremo Tribunal Federal. Luego, se vota nuevamente en el plenario del Senado, pero en esta oportunidad se requiere una mayoría de dos tercios de los votos para aprobar la condenación definitiva, es decir, 54 de los 81 senadores. En caso de ser condenada, la presidenta es automáticamente destituida y el vice-presidente asume lo que resta del mandato. En este escenario, Dilma Rousseff quedaría impedida por ocho años de ejercer cualquier tipo de cargo público.
¿Qué probabilidades existen de que el proceso llegue hasta el final y la presidenta termine siendo destituida?
La disputa que se instaló esta semana para captar el voto de los indecisos es muy intensa y los últimos sondeos -aunque nada es seguro hasta última hora- indican que los partidarios a favor del impeachment están sumando los votos necesarios, que son 342 diputados. Diversos cálculos y estimaciones estadísticas vienen siendo realizadas por “expertos” que confirman uno u otro escenario.
Sin embargo, muchos de los periodistas especializados que acompañan diariamente las actividades en Brasilia, advierten que el resultado final sólo se va a conocer a última hora, debido a que el movimiento permanente de parlamentarios indecisos hace que algunos sean una hora a favor y otra hora en contra de la impugnación de la mandataria. Considerando lo incierto del momento, lo mejor es esperar hasta el final de la votación en la Cámara.
¿Qué tan real es el apoyo que el Partido de los Trabajadores (PT) ha perdido por parte del pueblo brasileño?
Según diversos estudios recientes, el PT ha ido perdiendo su base electoral. Pero no deja de ser una paradoja que, no obstante esta realidad aparentemente incontestable, el preferido de los electores para la próxima contienda electoral en el 2018 – según Datafolha – es el propio expresidente Lula (21%), una figura que ha sido bombardeada en las últimas semanas con diversas acusaciones de corrupción, uso indebido de influencia y obstaculización a la justicia, entre otras denuncias. Es de todas formas una ventaja relativa, pues el resto de los candidatos como Aécio Neves o Ciro Gomes no logran entusiasmar al electorado.
Lula mantiene un apoyo que se basa mayormente en su carisma que en una plataforma de cambios y en un proyecto consistente De cierta manera el PT puede haber perdido apoyo por parte de sus adherentes, pero el nombre de Lula sigue siendo, a pesar de los pesares, una marca registrada que genera apoyo entre algunos electores al momento de decidir por quien desean ser gobernados.
En segundo lugar, en la mencionada encuesta de intención de voto, aparece Marina Silva (19%), una ex militante del PT y ex ministra de Medio Ambiente del Gobierno Lula y que ahora ha creado su propio partido llamado Rede Sustentabilidade. Es decir, si el PT parece haber perdido apoyo popular, Lula y Marina Silva mantienen un apoyo significativo que quizás mayormente se basa en el carisma que despliegan ambas personalidades que en una plataforma de cambios y en un proyecto consistente que permita sacar a Brasil de la actual crisis sistémica (económica, política, moral) en la cual se encuentra.
¿Podría mantener Lula este liderazgo hasta las elecciones de 2018? ¿Cuál es el apoyo de la sociedad brasileña al exmandatario?
Es el candidato mejor posicionado en las encuestas (21%), pero considero que ello no es suficiente para liderar un proceso de reconstrucción nacional como el que Brasil necesita. El porcentaje de rechazo a Lula es muy alto y el 53% de los entrevistados afirmaron que no votarían por él de ninguna manera.
Además, existe una alta probabilidad de que Lula sea denunciado en nuevas causas que se han ido acumulando, tanto en el marco de la Operación Lava-Jato (Petrobras) como también del periodo en que fue presidente de la República (2003-2010). Considero que el futuro de Lula es incierto y que ese 21% que sustenta hoy puede desvanecerse si queda comprobado que incurrió en actos ilícitos durante su Gobierno o en otras instancias en que fue construyendo un poder casi incontestado de 35 años dentro del PT, etapa que algunos cientistas políticos han calificado de ‘ciclo Lulista’. Si nos encontramos al final de este ciclo, los días venideron lo dirán con mayor claridad.
Nenhum comentário:
Postar um comentário