quinta-feira, 29 de agosto de 2024

Cesare Pavese, el poeta que le escribía a la muerte


Laura Calonge
Ethic

Las cartas de desamor de Cesare Pavese nos trasladan a su visión del mundo desde sus escritos dirigidos a mujeres con las que tuvo un vínculo profesional y sentimental. Mujeres que no lo amaron, unas musas que él mismo había colocado en un pedestal. Son el canto agonizante de alguien que nunca tuvo quien le correspondiera.

Las cartas de desamor de Cesare Pavese nos trasladan a su visión del mundo desde sus escritos dirigidos a mujeres con las que tuvo un vínculo profesional y sentimental. Mujeres que no lo amaron, unas musas que él mismo había colocado en un pedestal. Son el canto agonizante de alguien que nunca tuvo quien le correspondiera, pero que trataba con el mismo desdén a quien él no correspondía. La personalidad de Pavese, entre el dolor de la pérdida y la repetición de sus errores, está muy vinculada a la primera mitad de siglo XX. Su carácter taciturno, su gusto por la naturaleza marchita, por los símbolos que abrazan la muerte, acercan los poemas del italiano a los de otro poeta atravesado por una guerra: Juan Ramón Jiménez.

Repasando la trayectoria vital y literaria de Cesare Pavese (1908-1950), se podría concluir que fue un ser humano fallido. Nacido en el tiempo equivocado, se recreaba en sus fracasos, y había hecho del lamento y el error su modus vivendi. Quedan, eso sí, sus testimonios literarios de una vida errada en la que sus elecciones fueron una sucesión de fallos, desde sus simpatías políticas hasta sus atracciones amorosas. Se puede pensar que fue víctima de su época: un intelectual comunista en una Italia fascista, con una vida transcurrida entre las dos guerras mundiales que asolaron Europa. Un tiempo histórico difícil que marcó la cadencia literaria y artística de varias generaciones; en especial la de aquellos nacidos a principios de siglo, y que no conocieron otra cosa que un continente en guerra donde la muerte era una presencia continua.

La recopilación de sus cartas supone un testimonio de la personalidad inadaptada del autor, cuyos problemas de salud mental no fueron resueltos ni tratados, arrastrando una personalidad melancólica que acabó derivando en depresión y en ideas suicidas recurrentes. Él mismo afirmaba que «uno se suicida porque el amor nos muestra en nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestra vulnerabilidad, nuestra insignificancia». Víctima de su mente y emociones, atormentado por los rechazos femeninos sucesivos, no consiguió reconciliarse con el mundo. Poco antes de suicidarse, escribió la última carta a Pierina, uno de sus amores platónicos: «Sé que la vida es preciosa, pero yo ya no estoy en ella, todo gracias a mí, y que esta es una fútil tragedia, al igual que tener la diabetes o el cáncer de los fumadores. ¿Puedo confesarte, amor, que nunca me desperté con una mujer a mi lado que sintiese mía, que ninguna de las que amé me tomó en serio, y que ignoro la mirada de agradecimiento que dirige una mujer a su hombre?».

Estudioso de la literatura americana, Pavese perdió a su padre a la edad de seis años y creció bajo el cuidado de una madre rígida y dominante. Le faltó el referente paterno, de modo que mitificó esa pérdida infantil y ese sentimiento de ausencia fue revivido una y otra vez a través de esos amores no correspondidos. Las mujeres a las que amó y no le amaron no eran más que una pantalla donde el autor volcaba su universo interior lleno de dolor. Ya adolescente, el amor por una bailarina que le había plantado le provoca una bronquitis crónica debido a la larga espera bajo la lluvia y el frío.

Más adelante se enamora de Tina Pizzardo, una militante del Partido Comunista, relacionada con el federalista Altiero Spinelli (1907- 1986), por aquel entonces encarcelado por su activismo político. Pavese ejerce de intermediario en la correspondencia entre ellos dos y al ser descubierto durante un registro en su domicilio, es castigado por actividades antifascistas en 1935. Al volver de su exilio penal, descubre que su amada se ha comprometido con otro hombre. Este periodo supone el inicio de su diario autobiográfico existencial que, junto con sus cartas, es un testimonio íntimo del escritor. En ellos se retrata la evolución de su personalidad desde la juventud hasta su madurez desencantada. Los diarios, al igual que sus cartas de desamor, se publican póstumamente bajo el título El oficio de vivir (1952). Su producción epistolar recogida en Cartas de desamor comprende el periodo que va de 1926 a 1950, el año de su muerte.

Los últimos años de la vida de Pavese fueron difíciles, de manera que no puede atribuirse solo al desamor su fatal desenlace. Su editor y amigo, Leo Ginzburg, fue encarcelado y torturado por la Gestapo durante la ocupación nazi. Murió en 1944 a causa de las torturas infligidas. Más adelante sufrió un nuevo desengaño amoroso con la actriz norteamericana Constance Dowling, quien inspiró uno de sus más bellos y conocidos poemas: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1950). Con ella tuvo una breve relación durante unas vacaciones en el Valle de Aosta, y se obsesionó por la fantasía de un futuro común que también fue truncado. A la bella actriz le dedicaba estas palabras meses antes de morir: «No tengo más aliento para escribir poesía. Las poesías llegaron contigo y se fueron contigo».

El 27 de agosto de 1950, días después de recibir el Premio Strega de literatura, puso fin a su sufrimiento con una sobredosis de barbitúricos. Su cuerpo fue hallado sobre la cama, vestido pero descalzo, en la habitación 346 del Hotel Albergo Roma de Turín. Tenía 42 años y había agotado sus últimas reservas de esperanza.

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