Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia
“Vamos a andar, con todas las banderas,
trenzadas de manera que no haya soledad.
Vamos a andar, para llegar a la vida…”
Silvio Rodríguez
Según la mayoría de las encuestas electorales, el candidato Lula da Silva puede ganar en la primera vuelta electoral del próximo domingo 2 de octubre. Sin embargo, todavía no se disipa del todo la amenaza golpista divulgada por Bolsonaro en sus últimos mítines y apariciones en público. En su breve estadía en Londres, el ex capitán declaró que, si no gana en el primer turno con el 60 por ciento de los votos, será debido a que se va a cometer un fraude electoral que deberá ser rechazado inmediatamente por sus huestes. Por lo tanto, advierte a sus seguidores para estar atentos ante una eventual derrota y no reconocer el triunfo de Lula. Con ello se buscará crear un clima de caos y violencia en el país que pueda generar una situación de inestabilidad que amerite la intervención de las Fuerzas Armadas que, utilizando el argumento de restituir el orden, determine finalmente anular las elecciones y sacramentar la continuidad del candidato de la situación.
Es una jugada desesperada y aparentemente descabellada, aunque plausible. El tema es si las Fuerzas Armadas estarán dispuestas a endosar esta salida golpista para mantener a Bolsonaro en el poder a través del recurso de las armas y la represión. Informaciones recabadas desde los círculos militares llevan a suponer que este escenario es rechazado entre los representantes del alto comando, aunque no a nivel de los mandos medios (Coroneles, Capitanes y Tenientes) que son precisamente aquellos que tienen una relación directa con la tropa.
Durante el gobierno Bolsonaro, las Fuerzas Armadas han tenido un trato privilegiado en la estructura de poder, en donde más de 6 mil efectivos vienen participando en las tareas de gestión y administración del ejecutivo, ocupando inclusive más puestos que en la época de la dictadura militar entre 1964 y 1985. La mayoría de ellos reciben un doble salario, como militares en activa y como funcionarios, lo cual ha llevado a muchos uniformados de alta graduación a obtener cifras exorbitantes por las tareas que desempeñan.
Empero, las Fuerzas Armadas como un todo deben evaluar las consecuencias de sumarse a una intentona golpista en un escenario cada vez más hostil a los arrestos autoritarios del ex capitán. En el plano interno, se viene construyendo un amplio pacto en Defensa de la Democracia y de las instituciones del Estado, como ya apuntamos en una columna anterior (Se inicia un nuevo ciclo de movilizaciones contra Bolsonaro).
Por su parte, la Comunidad Internacional también se ha manifestado en reiteras ocasiones sobre la importancia de respetar los resultados de las urnas, alertando sobre posibles sanciones políticas y comerciales si el actual gobierno insiste en perpetuarse en el poder contra viento y marea. Ya se encuentran en el país más de un centenar de especialistas de diversas entidades hemisféricas e internacionales que se dedicarán a monitorear la transparencia y veracidad del resultado de las urnas.
Entre la aprensión y la esperanza
Nunca será exhaustivo insistir en que la presente coyuntura que vive Brasil implica la definición de una dramática encrucijada entre escoger la democracia o el autoritarismo, entre un proyecto de desarrollo que busca consolidar los principios de una convivencia pacífica en un contexto de tolerancia y pluralismo o lanzarse por el oscurantismo que representan las fuerzas de la ultraderecha neofascista que pretenden extenderse por otros cuatro años para continuar desmontando el Estado Democrático de Derecho. Esto último con la consecuente destrucción de las políticas públicas de inclusión social, la ausencia de acciones para resolver el aumento del hambre y la miseria, la inobservancia de regulaciones que pongan freno a la devastación ambiental, la desmedida violencia policial que ha provocado innumerables masacres en los territorios más empobrecidos y un largo etcétera de retrocesos en todos los ámbitos de la vida nacional.
El modelo fascista que le ofrece Bolsonaro a la nación brasileña es más odio, más terror, más discriminación, más prejuicio y más destrucción. Su propuesta de seguir liberando la venta de armas y municiones parece que tiene el propósito de que los ciudadanos se maten entre ellos, para que finalmente los habitantes de Brasil acaben en una “guerra de todos contra todos”, restaurando en pleno siglo XXI el estado de naturaleza hobbesiano.
Colocados ante en este dilema civilizatorio, un amplio espectro de fuerzas democráticas se ha unido en torno a la candidatura del ex mandatario Lula da Silva, como lo demuestra la reciente reunión de ex candidatos a la presidencia que logró congregar desde el principal dirigente del Movimiento de los Trabajadores sin Techo, Guilherme Boulos hasta al banquero y ex presidente del Banco Central, Henrique Meirelles. En ese encuentro, el espíritu de unidad se expresaba en la obtención de un triunfo en primera vuelta para evitar los riesgos de una confrontación sangrienta en las cuatro semanas que separan ambos eventos electorales.
Tal como señaló el profesor Cristovam Buarque “Precisamos evitar de cualquier forma un segundo turno, pues será una tragedia prolongar este proceso hasta el fin de octubre. Serán cuatro semanas imprevisibles desde el punto vista de la violencia en las calles, de fake news para todos los lados”. O en palabras de Luciana Genro, ex candidata a la presidencia en 2014 por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL): “Lo que nos convoca aquí, en verdad, es un frente antifascista. Estamos en la inminencia de un retroceso aún mayor si Bolsonaro fuera reelecto”.
A pesar de todas las solicitudes e interpelaciones, el candidato Ciro Gomes (PDT) dice que se mantendrá en la corrida electoral, apartándose de cualquier posibilidad de integrar este Frente Amplio que sigue creciendo en torno a la figura del ex presidente Lula. Sin duda, la arrogancia y el narcisismo de Ciro Gomes le significarán un enorme costo que deberá comprometer seriamente el devenir político de su figura y de su proyecto.
Por otro lado, aun en el caso de que Lula triunfe en primera vuelta se imponen algunas consideraciones para ahuyentar el riesgo de que su victoria sea contestada o boicoteada hasta el 1 de enero de 2023, fecha en que asume el mandatario electo. Eso significa que este Frente Amplio no se debe acotar solamente a asegurar el triunfo en primera vuelta, sino que debe transformarse en un pacto indisoluble en defensa de la democracia, independiente de los eventuales ajustes de gobernabilidad que puedan surgir en un bloque político de vasto espectro, como el que se viene configurando en estos días.
A ello hay que sumar todas las turbulencias que se visualizan en el escenario internacional, con la disparada del precio de los combustibles fósiles, de los cereales y de otros commodities indispensables para establecer las bases de una seguridad alimentaria estable y permanente en el país. Para sacar nuevamente a Brasil del Mapa del Hambre, va a ser necesario emprender un gran acuerdo con los agentes económicos y con los grupos fisiológicos del Centrao enquistados en un Congreso que cuenta hasta la fecha con un “presupuesto secreto” descomunal que le ha sido concedido por el actual Jefe del Ejecutivo como moneda de cambio para apoyar su reelección.
De esta manera, es imprescindible que Lula sea capaz de acumular una fuerza política y ciudadana multitudinaria que le permita superar los obstáculos que se le presentarán ya en los primeros meses de gobierno, haciendo uso de todo su carisma y competencia negociadora, reorganizando además un apoyo popular activo en torno de su gobierno, un gobierno que, dicho sea, ya no será exclusivamente del Partido de los Trabajadores. Contará a su favor con una población movilizada para combatir y extirpar los resabios del fascismo heredados de estos cuatro años de miseria, desgracia y muerte, de este periodo funesto en la historia de Brasil.
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