quinta-feira, 5 de novembro de 2020

El termómetro electoral en un contexto de cambios


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

El próximo 15 de noviembre -feriado por ser el día en que se conmemora la Proclamación de la República- se realizarán las elecciones municipales en Brasil. Dichas elecciones se encuentran enmarcadas por dos hechos. Primero, por un contexto internacional influido por el triunfo de Joe Biden, el candidato demócrata que nunca contó con la simpatía de Bolsonaro. hasta el último momento manifestó su claro apoyo a la reelección de Donald Trump con el cual siempre tuvo una actitud de admiración y hasta de sumisión. Es con certeza una derrota para el ex capitán que se inspiraba en el discurso agresivo, ultraconservador, racista y misógino de su mentor del norte.

En función de lo anterior, cabe hacerse la pregunta respecto a las consecuencias que tendrá la inminente victoria del representante demócrata en las relaciones futuras entre ambos mandatarios y en la descomposición de la política exterior agresiva que se fue urdiendo a partir de la llegada de Trump a la Casa Blanca. De hecho, el gobierno de Bolsonaro se ha mostrado en todo momento como un adulador y apoyador incondicional de la estrategia intervencionista de Estados Unidos en torno a Venezuela, permitiendo incluso que su Secretario de Estado, Mike Pompeo, en visita al estado de Roraima, demarcase el papel que debería desempeñar Brasil en su relación con el país vecino.

En segundo lugar, la jornada electoral del próximo 15 de noviembre, permitirá ir definiendo el escenario futuro de lo que resta del gobierno Bolsonaro y predecir las posibilidades de obtener éxito en sus pretensiones de perpetuarse en el poder por otros 4 años a partir de 2022. El presidente se dice confiado en que ese día será ratificada la preferencia que tendría por parte de la mayoría de la población del país. Sin embargo, según un estudio publicado recientemente bajo el título de O Brasil dobrou à direita, el cientista político Jairo Nicolau sostiene que después de la “espectacular” victoria en 2018, la tendencia observada en los últimos 2 años es que el apoyo a Bolsonaro y a la coalición que lo sustenta ha ido declinando sistemáticamente.

En su libro Nicolau advierte que desde que ganó la elección, Bolsonaro se ha dedicado a pulverizar su relación con los partidos que le daban sustento, renunciando al partido que él mismo había fundado, el Partido Social Liberal (PSL) e intentando organizar otro referente con el nombre de Alianza por Brasil, lo cual ha sido, según las palabras del académico, “el mayor fracaso en la historia de la formación de partidos políticos en Brasil”.

Junto con ello, el ex capitán se ha enfrentado y reñido con aliados que otrora eran muy importantes en la captación de un electorado descontento con la política progresista de los gobiernos del PT. Nos referimos a los gobernadores de São Paulo y Rio de Janeiro, que han construido un discurso con fuerte apelo a las clases medias que se han sentido excluidas de las políticas inclusivas desplegadas por las administraciones anteriores. De perder la próxima contienda municipal en este último estado, el mandatario estará evidenciando su decadencia en el reducto electoral de él, de sus hijos, de sus correligionarios y de los milicianos que vienen controlando su base de votantes durante los últimos años.

A pesar de su reciente aproximación al conglomerado de partidos que se articula en torno del llamado Centrão, Bolsonaro no puede contar con el apoyo categórico de una masa bastante gelatinosa de partidos que responden fundamentalmente a intereses de corto plazo, de un fisiologismo sin pudor ni escrúpulos, que le puede dar la espalda a cualquier momento, dependiendo de la lectura instrumental que realicen de la coyuntura política.

Otro grupo más ideológico sobre los que intenta apoyarse el ex capitán es precisamente el de sus compañeros de armas, que se encuentran compitiendo en gran número para disputar un cargo de alcalde, vice alcalde o concejal. En total son 6.700 miembros de las diversas ramas de las Fuerzas Armadas en actividad o en retiro y efectivos de la Policía Militar que aspiran a transformarse en dirigentes de los gobiernos municipales. Probablemente el triunfo de Bolsonaro ha sido un gran estímulo para que muchos representantes de la policía y la familia militar se sientan en condiciones de salir victoriosos en la futura disputa electoral. Si a ello le sumamos el número de funcionarios castrenses en los diversos ministerios, el resultado es que la cifra de uniformados en las estructuras del ejecutivo y el legislativo es enorme, como no se había visto antes en la historia brasileña, ni siquiera en los tiempos de la anterior dictadura militar (1964-1985).

Algunos pueden argumentar que elecciones municipales no implican la realización de un test o plebiscito para medir el apoyo del gobierno Bolsonaro, aunque es muy probable que esta vez la postura de la “anti política” promovida por el ex capitán sea interpelada por los ciudadanos que han visto deteriorarse su calidad de vida en los últimos dos años. En el 2018 ser contra los políticos tradicionales se transformó en la moda y suponía una especie de cruzada en la lucha contra la corrupción. En la actualidad, la corrupción también está instalada en el seno del gobierno y de los partidos que son su base de apoyo.

A pesar de las mentiras y fake news divulgadas diariamente por su gabinete de odio, los electores de Bolsonaro tenderán a disminuir inevitablemente en lo que resta de su mandato. Además, ahora cuentan con el “efecto demostración” de la fracasada reelección de Trump, lo cual puede transformarse en una señal de la futura contienda en la escena brasileña. Con la pandemia todavía cobrando la vida de miles de personas, la economía en recesión y la pobreza en aumento, las intenciones del ejecutivo de perpetuarse en el poder se verán ciertamente comprometidas. Ello introduce un componente fundamental que debiera ser considerado por las fuerzas democráticas a la hora de construir un proyecto de unidad que permita el desmonte de esta nefasta etapa de irrupción neofascista que pretende instalarse definitivamente en la República.

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