El Ciudadano
Desde que la ex presidenta Dilma Rousseff fue destituida en agosto del año pasado, tras un largo proceso de juicio político impulsado por la derecha brasileña y el actual mandatario Michel Temer –que a la fecha oficiaba de vicepresidente-, el escenario político de Brasil ha estado absolutamente convulsionado.
Hoy, las denuncias de corrupción a partir del caso Lava Jato golpean a toda la institucionalidad política: una serie de ministros, parlamentarios y políticos están siendo investigados y otros ya se encuentran presos a partir de sus implicancias en cada una de las investigaciones.
Hasta hace un par de semanas, el presidente Michel Temer era objeto de una serie de manifestaciones en su contra por parte de las organizaciones políticas y sociales que protestaban contra las reformas neoliberales que impulsa su gobierno, eliminando el legado del período del Partido de los Trabajadores en el poder. La movilización social se intensificó luego de darse a conocer una conversación entre el mandatario y Josey Baptista, dueño de una cadena de frigoríficos, donde se pactaba el pago de sobornos (US$ 160 mil) al diputado Rodrigo Rocha Loures, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMBD) y al ex presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, para comprar su silencio.
Luego de esto, se alzaron pedidos de renuncia y se ingresaron 16 solicitudes de impeachment al Parlamento de Brasil, las que duermen en las oficinas del Congreso. Todas se encuentran bloqueadas por el presidente de la Cámara de Diputados, Ricardo Maia. Así las cosas, se percibe que la crisis tiene carácter terminal y que basta que aparezcan nuevos antecedentes para concretarse. Una agonía que, a la vez, arrastra a todo el sistema político brasileño.
¿Con los días contados?
El escenario que se construye a partir de esta trama de política y corrupción es negativo para Michel Temer, a quien el margen de acción se le reduce irremediablemente, para estar destinado a poner fin al mandato del ex vicepresidente de Dilma Rousseff antes de 2018.
Para el analista internacional y académico de la Universidad Católica de Talca, Fernando de la Cuadra, la situación de Temer es en extremo compleja, ya que “es difícil anticipar una fecha exacta, pero todo parece indicar que el actual mandatario no podrá concluir su gobierno”. Y agrega que, además, “el problema es que quien lo puede substituir en la línea de sucesión, el presidente de la Cámara, el diputado Rodrigo Maia, también se encuentra involucrado en varios casos de corrupción y está siendo acusado por los procuradores que tienen en sus manos el proceso Lava-Jato, aún en plena investigación por parte de la justicia brasileña”.
Al respecto, la periodista y coordinadora del periódico Brasil de Fato, Vivian Fernandes, sostiene que “no hay condiciones políticas de Temer para seguir como presidente hasta el final de 2018, incluso porque disminuye el apoyo incluso dentro de la derecha”.
Junto con eso, Fernandes agrega que uno de los hechos que impiden la salida de Temer es que su sector no tenga un reemplazante que proponer a la hora de dejarlo caer. En ese sentido, recalca que “lo que falta para que él caiga es que la derecha tenga un substituto para la presidencia y que logre la aprobación de medidas impopulares y antipopulares en el Congreso -como las reformas laboral y de las pensiones- tal vez otro presidente no va a querer tener la marca de haber aprobado tales medidas”.
Por otro lado, De la Cuadra explica que no hay mayores opciones de solución a la crisis que se vive en Brasil, ya que “todos los escenarios son muy complejos y demasiado riesgosos para conseguir darle alguna estabilidad al país. La crisis es muy profunda y no se vislumbra ninguna solución a corto plazo”.
Partidos tradicionales fuera. ¿Hay alternativas?
Una de las dudas que se generan con la crisis política de Brasil es si es que existen alternativas políticas que reemplacen al fracturado sistema político del país, que tiene todos los puentes cortados con la ciudadanía.
Consultada por El Ciudadano al respecto, Vivian Fernandes explica que “las alternativas políticas más fuertes que se apuntan desde la izquierda no excluyen los partidos políticos tradicionales, los incluyen”. Junto con ello, plantea que “lo más fuerte que hay en la izquierda hoy es la idea de frentes políticos, unitarios, amplios, en los que hay militantes de partidos, movimientos populares, fuerzas sindicales, asociaciones barriales, institutos de investigación y otros”. “Estos son espacios de unidad política y de articulación muy recientes, que no tienen su futuro claro todavía, pero que la apuesta es seguir en esta construcción”, destaca Fernandes.
Mientras que De la Cuadra explica que “este periodo por cierto va a generar un importante campo de disputas que los grupos progresistas y la izquierda deberán ocupar, si pretenden reconstruir un proyecto diferente para Brasil, que supere las penurias y tragedias que ha experimentado este país a lo largo de su historia reciente y que se han agudizado de forma dramática en los últimos dos años”.
Con este escenario, preguntarse cómo se puede proyectar el desarrollo de la crisis es casi un paso obligado. Así, De la Cuadra sostiene que “temo que la tendencia es que los cambios que se van a producir en Brasil en el próximo periodo y hasta las elecciones de octubre de 2018, serán efectuados dentro del campo de lo que proponen los partidos tradicionales, a pesar de que existe una cada vez mayor movilización popular contra la corrupción y la reforma del sistema político”.
Mientras que Fernandes cree que “el momento es tan confuso que no posibilita proyecciones seguras de nada. No se puede proyectar ni para la próxima semana. Toda la denuncia contra el presidente golpista Michel Temer surgió de una hora para otra y cambió muchas tácticas, análisis de la política nacional”.
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