La Jornada
Esta es una cuestión que la gente de izquierda y centroizquierda ha estado preguntándose por algún tiempo ya. De modos diferentes, la pregunta se hace en América Latina, en buena parte de Europa, en los países árabes e islámicos, en África austral y en el noreste asiático. La pregunta es de lo más dramática porque, en muchos de estos países, esto sigue a un periodo donde hubo virajes significativos hacia la izquierda.
El problema para la izquierda son las prioridades. Vivimos en un mundo en que el poderío geopolítico de Estados Unidos está en constante decadencia. Y vivimos en un mundo donde la economía-mundo está reduciendo seriamente los ingresos del Estado y los personales, de tal modo que los estándares de vida de la mayor parte de la población mundial están cayendo. Éstos son los constreñimientos de cualquier actividad para la izquierda. Constreñimientos que la izquierda así no puede afectar.
Crecientemente, hay movimientos emergentes que hacen su llamado denunciando a los principales partidos políticos de centro. Estos movimientos llaman a promover políticas transformadoras radicalmente nuevas. Pero hay dos clases de tales movimientos: uno que podríamos llamar la versión de derecha y el otro la versión de izquierda. La versión de derecha podemos hallarla en la campaña presidencial de Donald Trump en Estados Unidos, la campaña contra las drogas de Rodrigo Duterte en Filipinas, el partido Ley y Justicia en Polonia y muchos otros. En cuanto a la izquierda, la prioridad número uno es evitar que tales movimientos tomen el poder del Estado. Estos movimientos son básicamente xenofóbicos y excluyentes y utilizarán su control del Estado para aplastar a los movimientos de izquierda.
Por otra parte, existen movimientos de izquierda que también se han estado organizando sobre la base de políticas transformadoras radicalmente nuevas. Éstas incluyen el intento de Bernie Sanders de obtener la nominación demócrata a la presidencia de Estados Unidos, el intento de Jeremy Corbyn de retornar al Partido Laborista británico a su respaldo histórico hacia el socialismo, Syriza en Grecia y Podemos en España, y muchos otros. Por supuesto que cuando estos movimientos se acercan a la obtención del poder, la derecha mundial (de corriente dominante o la que es radicalmente anti-establishment) se une para eliminarlos o forzarlos a modificar sus posturas de modos importantes. Esto fue lo que ocurrió con Syriza.
Así que esta segunda prioridad tiene sus limitaciones en sí mismas. Se ven forzados a volverse otra versión de los partidos de centroizquierda o social demócrata. Esto tiene una función: limita el daño a corto plazo para los estratos más pobres, minimizando el daño. Pero no ayuda a la transformación.
El objetivo de mediano plazo de establecer un nuevo sistema-mundo que sea relativamente democrático y relativamente igualitario requiere acciones políticas de otro tipo. Requiere que en todas partes se organice desde el nivel más abajo de la política y de ahí ir construyendo alianza hacia arriba, en vez de que se baje a partir del poder del Estado. Éste ha sido el secreto de la fuerza reciente de los movimientos anti-establishment de derecha.
Lo que hará posible que la izquierda establezca un sistema sucesor de nuestro actual sistema capitalista, ahora en decadencia definitiva, es una habilidad para combinar la política de alianzas de corto plazo que minimizan el daño que los presupuestos apretados le hacen a los estratos más pobres, una fiera oposición a que el control del Estado lo obtengan los movimientos antiestablishment de ala derecha, y la continua organización de la izquierda mundial de abajo hacia arriba en lo político. Esto es muy difícil y requiere una claridad constante en el análisis, opciones morales firmes para la clase de otro mundo posible que queremos y decisiones políticas tácticas con sabiduría.
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