quarta-feira, 7 de dezembro de 2011

Cuando el capitalismo sufre hay que sacrificar la democracia


Alberto Rabilotta
ALAI

“Lo que nos dice Standard & Poor’s (S&P) es claro: para los inversores, la zona euro y Europa tienen necesidad de un marco político riguroso, estructurado, eficaz, capaz a medio y largo plazo de respetar sus compromisos. De cierta manera, es un exhorto a una gobernanza política y económica más sólida, y nuestra respuesta no tiene ambigüedad: es el acuerdo franco-alemán elaborado por Nicolás Sarkozy y Ángela Merkel”, declaró el primer ministro francés François Fillon ante la Asamblea Nacional al comentar el anuncio de S&P sobre una eventual degradación de la calificación del crédito de 15 países de la zona euro (ZE).

El acuerdo Merkozy, como lo titula la prensa, impone la austeridad a perpetuidad para la ZE mediante sanciones automáticas para los países que violen los limites de los déficits presupuestarios, y anclando límites a la deuda fiscal en las Constituciones de los Estados miembros de la Unión Europea, como define sucintamente la agencia Bloomberg. Gracias a la amenaza de los mercados, es decir de S&P, el acuerdo Merkozy será probablemente aceptado cuando se reúnan, este viernes 9 de diciembre, los dirigentes de los 27 países de la UE, de los cuales 17 forman parte de la ZE.

La sombra de la Comisión Trilateral

En una entrevista con Mediapart el historiador y antropólogo francés Emmanuel Todd aborda la crisis política europea y declara que en las partes débiles de la ZE, “o sea toda la zona salvo Alemania”, las naciones están confrontadas a una “forma de hibridación”, que define como el nombramiento bajo la presión de Berlín de tecnócratas que previamente trabajaron en Goldman Sachs para poner orden en las finanzas públicas.

Es cierto, pero cabria agregar algo tanto o más importante. Tanto Lucas Papademos como Mario Monti, que la Troika (Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo) nombró primeros ministros de Grecia e Italia, respectivamente, además de ser banqueros y en un momento u otro hombres de G&S, son miembros activos de la Comisión Trilateral, que tanta importancia tuvo en las décadas de los 70 y 80, y que sigue tan activa e influyente como siempre pero que desde entonces “vuela por debajo de la zona del radar” del escrutinio periodístico.

Por lo tanto es difícil analizar la crisis de la democracia liberal en el contexto de la gran crisis del capitalismo – que no sólo afecta a la ZE sino a los demás países del capitalismo avanzado - sin remitirse a esa Comisión Trilateral (CT) fundada en 1973, en el contexto de la crisis del petróleo, y más precisamente al informe de la CT de 1975 titulado “La Crisis de la Democracia”, elaborado por el sociólogo francés Michel Crozier, el politólogo estadounidense Samuel Huntington y el sociólogo nipón Joji Watanuki.

Se puede argumentar que ese informe, redactado hace 36 años, no corresponde a la realidad actual. La UE no existía en su forma actual y el euro estaba a 25 años de distancia. Pero el informe es de gran actualidad porque designa, desde el punto de vista de los intereses de las transnacionales y el gran capital que se lanzaba a universalizar la liberalización comercial y financiera, el neoliberalismo, las amenazas intrínsecas a la democracia, que no son otras que las provenientes de quienes quieren que la democracia sea real, no ficticia. Y muchos, quien sabe la mayoría de ciudadanos, en particular los jóvenes que quieren un futuro, se reconocerán entre quienes forman parte de esa amenaza intrínseca.

Después de señalar como “uno de los principales retos” a los intelectuales y grupos relacionados que afirman su disgusto con la corrupción, el materialismo, la ineficiencia de la democracia y la sumisión de los gobiernos democráticos al “capitalismo monopolista”, el informe mencionado expresa que “finalmente, y quizás esto sea lo más serio, hay desafíos intrínsecos a la viabilidad de los gobiernos democráticos que surgen directamente del funcionamiento de la democracia. Más democrático el sistema, mayor es la posibilidad de que sea puesto en peligro por las amenazas intrínsecas. Hay profundas razones para el pesimismo si las amenazas a la democracia surgen ineluctablemente desde el inherente funcionamiento del proceso democrático en sí mismo. Aun, en los años recientes, las operaciones del proceso democrático parecen en efecto haber generado un quiebre de los medios tradicionales de control social, una deslegitimación de la política y de otras formas de autoridad, y una sobrecarga de demandas sobre los gobiernos, que exceden su capacidad de responder”.

En ese informe y refiriéndose a cómo “restaurar el balance entre la vitalidad y la gobernabilidad en el sistema democrático”, podemos leer que “una vez Al Smith subrayó que ‘la única cura para los males de la democracia es más democracia’. Nuestro análisis sugiere que aplicar tal cura en este momento sería como echar combustible a las llamas. En realidad, algunos de los problemas actuales de la gobernabilidad en Estados Unidos derivan de un exceso de democracia”. Y la CT continúa apuntando que la democracia “es sólo una de las maneras de constituir la autoridad, y no es necesariamente una que pueda ser aplicable universalmente. En muchas situaciones hay reclamo de pericia, de jerarquía, experiencia, y hasta las reivindicaciones de que la democracia es una vía para constituir autoridad podría ser anulada por talentos especiales”.

Fácil entender lo que está sucediendo en la ZE, y porque dos miembros activos de la CT -Papademos y Monti- están donde se encuentran, si recordamos que ese informe de la CT, al analizar las “vulnerabilidades” de la democracia por una mayor participación social de individuos muy educados y móviles que denuncian la creciente desigualdad, el desempleo y la eliminación de las conquistas sociales y económicas, expresaba que “hay potencialmente límites deseables a la indefinida extensión de la democracia política”.

En fin, en esta época de dominación de los mercados la democracia no tiene remedio: “El espíritu democrático es igualitarista, individualista, populista e impaciente con las distinciones de clase y rango. La extensión de este espíritu debilita las amenazas tradicionales a la democracia que plantean grupos como la aristocracia, la iglesia y los militares. Pero al mismo tiempo un penetrante espíritu de democracia tal vez plantee una amenaza intrínseca y mine todas las formas de asociación, debilite los lazos sociales que mantienen unidas a las familias, las empresas y la comunidad. Cada organización social requiere, en alguna medida, desigualdades en autoridad y distinciones en las funciones”.

Lo que estamos viendo en la UE, en Estados Unidos y otros países del capitalismo avanzado, es el restablecimiento de la autoridad del capital sobre la sociedad. Para el capitalismo en su forma actual la democracia es un estorbo, una amenaza intrínseca.

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