Soledad Gallego-Díaz
El Pais
Los ojos de la mayoría de los países de América Latina, quizás con la excepción de México, están puestos en Asia, especialmente en China e India, porque lo que América Latina necesita en los años más inmediatos es que no se hunda el consumo para poder seguir exportando, a buenos precios, energía, alimentos y materias primas, y son esos mercados asiáticos los que parecen impulsar con fuerza el crecimiento de una enorme clase media, ansiosa por proveerse de casi todo. Europa, sumida en una grave crisis, y Estados Unidos, incapaz, por el momento, de relanzar un crecimiento solvente, se miran desde este continente cada vez con mayor lejanía, aunque sin desconocer que son, todavía, imprescindibles para el desarrollo de la región. “Simplemente, saben que el socio comercial más dinámico, por ahora y muy posiblemente en los próximos años, es China”, recuerda la agencia Xinhua.
El dinamismo chino funciona, además, en dos direcciones: un alto funcionario brasileño explicaba este viernes en Buenos Aires que su país cuenta ya con 70 empresas instaladas en China; 35 de ellas son representaciones de empresas ya existentes, pero las otras 35 son nuevas sociedades productivas nacidas directamente en aquel país con capital brasileño.
La situación en América Latina ha experimentado en los últimos diez años un cambio formidable y esperanzador. Fundamentalmente porque el boom de las economías asiáticas coincidió, en la mayoría de los casos, con Gobiernos democráticos empeñados también, en mayor o menor grado, en sacar de la pobreza a gran parte de su población y en crear su propia clase media baja, capaz de formar un mercado interno atractivo. El caso más espectacular es el de Brasil, con sus 200 millones de habitantes y sus formidables riquezas naturales, pero el proceso es también muy claro en Argentina o en Colombia, por solo citar dos ejemplos. Es también notable el aumento del comercio intrarregional, que muestra una clara proyección y que ha pasado, entre 2000 y 2010, de un pequeño 15% a rozar casi el 20%.
Si bien es cierto que el comercio con China es el más dinámico para América Latina y que la propia Comisión Económica de Naciones Unidas para la región (CEPAL) cree que el país asiático desplazará antes de 2015 a la Unión Europea (UE) como segundo socio comercial, la realidad es que, en estos momentos, Estados Unidos y Europa siguen estando por delante de China como socios comerciales de América Latina en su conjunto (con México incluida) y que siguen siendo, lo que es muy importante, los primeros inversores. La excepción más clara, y el espejo en el que se miran muchos países latinoamericanos, es, de nuevo, Brasil, donde China ya le ha tomado la delantera a Estados Unidos: entre enero y marzo de este año, superó por una pequeña diferencia de 19 millones de dólares el intercambio comercial entre Brasil y Estados Unidos.
Aun así, y se añade a México, Estados Unidos coloca un 23% de sus exportaciones en América Latina, frente al 22% que va a Asia y el 19% a Canadá. Y del total de sus importaciones, un 19% viene de América Latina, frente al 34% que llega de Asia. Es fácil imaginar que Washington examina con atención el desarrollo de estas cifras.
Por otra parte, la crisis de la UE puede quizás beneficiar, indirectamente, a América Latina, no porque mejore su flujo comercial, sino porque las empresas europeas aumenten sus inversiones en la zona a la búsqueda de mejores rendimientos que los que obtienen dentro de la Unión. Ese sería el caso, desde luego, para muchas empresas españolas: el Banco Santander tenía ya en 2010 ya más del 35% de su negocio en Brasil y el BBV, cerca del 50% en toda América Latina. La filial argentina de Repsol, YPF, aportaba casi el 40% del negocio, y lo mismo le ocurre a Telefónica en el conjunto de la región.
Para la UE en su conjunto, la gran oportunidad hubiera sido un acuerdo comercial con el Mercosur, la unión subregional integrada por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, pero las negociaciones van para seis años, sin avances reseñables. Entre los principales obstáculos se encuentran las presiones de los agricultores europeos, que no quieren abrir sus mercados a los productos latinoamericanos, requisito necesario si se pretende que el Mercosur abra sus fronteras a bienes y servicios europeos. “La cuestión es que la Unión Europea ha invertido a lo largo de estos años más dinero en América Latina que en China, India y Rusia, las tres juntas, y que sería razonable desarrollar ese vínculo”, mantuvo el comisario de Comercio de la UE, Karel De Gutcht. El problema es que China tiene prisa y que América Latina tampoco quiere perder tiempo.
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