segunda-feira, 13 de setembro de 2010

Especular con el hambre: el mundo, ante la próxima crisis alimentaria



Michael R. Krätke

Freitag

La historia algunos ya la conocen: un ambicioso joven dramaturgo quiere escribir una obra sobre los codiciosos héroes del mundo de las finanzas. El escritor quiere entender qué es lo que motiva a su héroe. Pero nadie puede explicarle qué es lo que decide el curso de los parqués bursátiles. La bolsa de cereales de Chicago se demuestra como algo incomprensible, cada razón presentada es una "montaña de grano" a través de la cual no se consigue ver ni tan siquiera a los propios actores implicados. El autor, Bertolt Brecht, se dio por vencido; y comenzó a estudiar a Marx. Entonces fue cuando, en sus propias palabras, comprendió de verdad su propia obra. Todo ello ocurre en 1928, el año inmediatamente anterior al comienzo de la Gran Depresión.

Los negocios en bolsa pueden llevar a la muerte. Porque en el mercado de valores se comercia también con alimentos y se determina el precio de los mismo para miles de millones de personas. En nuestras latitudes la pobreza no equivale a morirse literalmente de hambre. Pero para más de mil millones de personas la malnutrición es algo muy real. Igual de real que la enorme cantidad de alimentos que se producen anualmente, suficientes para alimentar a mucha más gente de la que existe en la población mundial actual. A pesar de todo ello se adivina en el horizonte que la próxima crisis mundial será de otro tipo: una crisis de alimentos.

Una vez más

Una vez más. Hace unos pocos días miles de personas protestaron en la capital mozambiqueña de Maputo contra el aumento del precio del pan y de la energía. La policía disparó contra los manifestantes. Hubo al menos diez muertos. Ya en el 2007 y en el 2008 aumentaron dramáticamente los precios de los alimentos. Se duplicaron y triplicaron para el trigo, el arroz y el maíz, que alcanzaron, en parte, su precio más alto desde hacía 30 años. El precio del arroz, por ejemplo, aumentó casi un 180% en menos de dos años. Todos prestan atención a la crisis financiera y bancaria mientras entre bastidores da comienzo una crisis de alimentos de una dureza inimaginable. Al menos 120 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza. Gracias a la globalización muchos países del Sur han dejado de exportar alimentos y deben importarlos. La hambruna hace estallar los motines: ya se han registrado revueltas en más de 30 estados.

Mientras en Alemania se jura y perjura que la economía se recupera, los precios para el café, el cacao, el azúcar y los productos lácteos se disparan al alza en todo el mundo. Lo mismo vale para los mercados de futuros de cereales, soja y arroz. Los principales centros comerciales se encuentran en Nueva York (NYMEX/COMEX) y en Chicago, donde opera la Cámara de Comercio de Chicago (CBOT, por sus siglas inglesas) fundada en 1848, y la Chicago Mercantile Exchange (CME), fundada en 1898. En Europa los alimentos y materias primas se comercian en las bolsas de futuros de Londres, París (Matif), Ámsterdam y Frankfurt am Main (Eurex), también en Mannheim y, desde 1998, incluso en Hannover. Por doquiera se comercia con productos agrarios, pero no de manera presente y al natural, sino a mucha distancia y en unidades estandarizadas. Los contratos de compraventa se fijan para una fecha determinada en el futuro y reciben justamente ese nombre: "futuros". Así se puede, por ejemplo, comerciar con cereales antes de que sean cosechados: un negocio especulativo con los ingresos y precios de los productos agrícolas de los próximos meses.

El precio del pan

A finales de 2007 los principales actores de los mercados financieros (no solamente de los hedge fonds) huyeron en estampida de los desequilibrios causados por la crisis financiera y los títulos tóxicos sin ningún valor para adentrarse en la especulación con alimentos y materias primas. Las bolsas de mercancías a futuros se vieron de súbito abarrotadas y la consecuencia fue una explosión del precio de las materias primas y del petróleo. Inevitablemente, aumentaron los precios de todas las mercancías con las que se comercia en las bolsas de valores normales. Fondos como los creados por los bancos se llevaron otro potosí a pesar de la crisis. En Alemania el Deutsche Bank se publicitaba a los inversores anunciando brillantes prospectivas de ganancias gracias a los precios al alza de los productos agrícolas.

La ministra alemana de agricultura, Ilse Aigner (CSU), ha anunciado recientemente que quiere poner en marcha una campaña contra la especulación abusiva en los mercados agrarios en la cumbre agraria en enero de 2011 en Berlín y también en la cumbre del G-20 en junio de 2011. Pero Aigner traiciona sus propias promesas rápidamente, pues hasta la fecha no cuenta ni con propuestas ni con conceptos. El tema es para ella «muy complejo». Y uno quisiera añadir: y el gobierno federal se lo toma más bien con calma.

Porque en septiembre de 2010 se disipó nuevamente el pánico a una amenazadora bancarrota estatal en Grecia, España o Portugal, de modo que el precio tanto de los empréstitos del estado como del interés bajó en picado. Pero incluso así los especuladores, tras tomar sus botines a los cada vez más endeudados estados, retornaron a las bolsas de futuros para sobrevivir a base de comerciar con alimentos y materias primas. Los chinos o los brasileños experimentan pequeños milagros económicos en sus respectivos países. Una buena y abundante comida es un símbolo importante de estatus social, mucho más importante aún que el automóvil. Una razón más para ver lucrativas posibilidades de inversión que sobre todo que proporcionen ganancias rápidas: los agrofuturos satisfacen plenamente este objetivo.

El júbilo de los especuladores

En el 2007 y el 2008 hubo malas cosechas de cereales en Australia, uno de los mayores exportadores de grano del mundo. En el 2010 hubo una sequía catastrófica en Rusia. Las pérdidas de cosechas han disparado el precio el pan más del 20% en Rusia. Si el gobierno en Moscú restringirá o no el comercio –el primer ministro Vladimir Putin prolongó de inmediato la prohibición de exportación de grano–, es algo que preocupa a los especuladores en júbilo. No se comercia con todos los alimentos en las bolsas a futuro, pero sí con los más importantes para la nutrición de la población mundial, como el trigo, el arroz, la soja y el maíz.

Las autoridades reguladores de la Commodity Futures Trade Comission (CFTC), que centran su atención en las bolsas de futuros de los EE.UU., han constatado repetidamente que la determinación del precio en los agrofuturos ya no tiene nada que ver con la oferta y la demanda ni las estimaciones de cosecha y ventas. Las manías de los mercados hacen fluctuar los precios radicalmente. Aunque la producción de alimentos apenas crezca o se estanque, las cifras de los agrofuturos se multiplican y se multiplican. Si hace un par de años se comerciaba todavía con unas 30.000 acciones de futuros en trigo al día en Chicago, hoy han subido ya a más de 250.000.

Obviamente especulan con ellas los grandes señores del capital como el Deutsche Bank o el BN Paribas, pero no, claro está, con su propio nombre, sino a través de fondos especiales creados a tal efecto, que especulan con todo un paquete de productos agrarios. Sus resultados se han incrementado meteóricamente en los dos últimos años. Cuantos más especuladores se encaminan a los parqués, más demoledores son los efectos de su actividad en los precios de los alimentos. Sólo el dos por ciento de los agrofuturos negociados conducen a una transacción real de las mercancías –esto es: a la entrega de la mercancía a cambio de dinero antes de que expire la fecha del contrato. Todo lo demás es pura especulación –con el incremento o la caída de precios –y sólo sirve al enriquecimiento.

La danza de San Vito de las bolsas

El índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas inglesas) ha calculado una cesta con los alimentos más importantes del planeta Tierra, de los cuales –aunque no todos se comercian en las bolsas– aumentan sus precios sin tocar aparentemente techo. Así, en los países más pobres aumentaron del 2007 al 2009 los precios de los alimentos entre un 30 y un 37% y en el 2008 de nuevo entre el 37 y el 40%. Le sigue una cierta recuperación en el verano de 2009, pero desde diciembre de 2009 la tendencia del índice de la FAO apunta nuevamente hacia un incremento.

Los expertos de la FAO advierten cifras en mano del estallido de la próxima crisis de hambre, a la que apenas se podrá poner freno. Porque la especulación prácticamente sin riesgos en las bolsas de futuros es un negocio multimillonario para el que se necesita todavía menos capital neto que en el comercio de acciones. El negocio corrompe la existencia de una producción sostenible, porque en todo el mundo los campesinos intentan seguir el baile de San Vito de las bolsas para poder conseguir al menos los restos. Malas noticias, pues, para los pobres de este mundo: ellos pagan la cuenta del rallyen las bolsas a futuros. Y lo hacen con millones de hambrientos, con decenas de miles de muertos.

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