segunda-feira, 21 de junho de 2010

De Union Carbide a Exxon y a British Petroleum: lo que empezó con Bhopal



Palagummi Sainath
The Hindu

Unas 20.000 personas muertas. Sobre el medio millón de víctimas lisiadas, discapacitadas o afectadas en algún modo. La indemnización es de unas 12.414 rupias de media por víctima, teniendo en cuenta su valor de 1989. 470 millones de dólares en total. Y ello dividido entre 574.367 víctimas. Casi un cuarto de siglo de espera. Para ver a 7 de los anteriores directivos de la filial india de Union Carbide Corporation (UCC) sentenciados a dos años de cárcel y multados con 2.100 dólares. Ni una sola persona de la matriz norteamericana que era la verdadera responsable ha sido castigada.

Aún así, la idea de que la mayor injusticia para Bhopal fue la imposibilidad de extraditar de EEUU al director de entonces de UCC Warren Anderson puede ser algo ridícula. Pero tratar de ignorar las lecciones que el desastre del gas en Bhopal nos mostró sobre la tiranía de los gigantes empresariales es ridículo del todo. Transcurridas más de dos décadas después de que su gas MIC masacrara 20.000 seres humanos (la mayoría extremadamente pobres), Bhopal sigue pagando el precio de la criminalidad de Carbide (especialmente debido a los efectos a largo plazo en la salud de las personas afectadas, así como al suelo y al agua contaminados alrededor de la anterior planta de Carbide). Y mientras la atroz nueva ley que propone el gobierno indio, de responsabilidad civil en caso de daño nuclear, si se aprueba dará cobertura legal en todo el país a este tipo de comportamiento.

Bhopal marcó el terrorífico inicio de una nueva era. Una que marcaba el colapso de los esfuerzos para contener el poder empresarial. El actual vertido de BP en el Golfo de México (con estimaciones que van de los 30 mil a los 80 mil barriles diarios) culmina un cuarto de siglo durante el cual las grandes empresas han podido (y han hecho) lo que han querido para lograr beneficios, a cualquier coste. Las "duras palabras" de Obama sobre BP son básicamente verborrea electoral con miras a noviembre. BP puede estar muy tranquila a la vista de los dos juicios en el Tribunal Supremo que ha afrontado en los últimos años.

El primero fue en 2008. Era debido al vertido de petróleo de Exxon Valdez de 1989 – hasta entonces el mayor vertido de crudo ocurrido (o reconocido) en la historia. En breve, la evolución del actual desastre está recreando los pasos del de Exxon Valdez cada 8 días o así. Y ha venido siendo así desde finales de abril. En el caso de Exxon, en 1994 un jurado impuso una multa de 5.000 millones de dólares a la empresa. Pero en 2006, informa Sharon Smith en un incisivo artículo en counterpunch.org, "un tribunal de apelaciones recortó la multa a la mitad, 2.500 millones de dólares". Y en junio de 2008, "el Triunal Supremo redujo esa cuantía en un 80 por ciento, hasta unos 500 millones de dólares – unos 15 mil dólares de media por demandante". El director ejecutivo de Exxon Lee Raymond, quién ferozmente batalló contra los demandantes, se jubiló con un extra de 400 millones para él solito. Mientras que las víctimas de Exxon Valdez, señala Smith, acabaron cobrando más o menos lo mismo, si bien a repartir entre 33.000 de ellas. Es decir aproximadamente un 10% de la indemnización inicial.

En septiembre del mismo año, los cleptócratas de Wall Street pasaron a la historia por poner en jaque la economía mundial. Sus actos costaron millones en EEUU y los puestos de trabajo y modos de vida de muchísimas personas en todo el mundo. Y con todo, los directores ejecutivos de las empresas norteamericanas se embolsaron miles de millones en pluses salariales ese mismo año. Incluso el New York Times vio necesario manifestar en una dura editorial del momento que "solo unas semanas después de que el Departamento del Tesoro les diera a nueve de los mayores bancos del país 125.000 millones de dólares de los contribuyentes para salvarlos de un desastre sin precedentes, los directivos de esos mismos bancos se están apoderando de ese dinero mediante generosas primas salariales en recompensa por su desempeño" (siendo año de elecciones, la industria petrolera recababa apoyos para las perforaciones en alta mar con este gracioso eslogan: "Perfora, Nena, Perfora". ¿Cómo sería ahora? ¿"Vierte, Nena, Vierte"?).

Este año, pocos meses antes de que BP convirtiese el Golfo de México en un pantano aceitoso, el Tribunal Supremo fortaleció aún más si cabe el poder empresarial con su sentencia en el caso de Citizens United vs. Federal Election Commission. Como decía Ralph Nader: "Con esta decisión, las empresas ahora ya pueden verter directamente enormes cantidades de su dinero en la marisma electoral ya inundada… de (sus) dólares… las empresas (ahora) pueden premiar o intimidar a todas aquellas personas que se presenten para cargos electos a nivel local, estatal o nacional".

Mason Gaffney lo explica claramente en el boletín de CounterPunch: "la idea que hay detrás de esa decisión es que una empresa es "legalmente una persona", es decir con todos los derechos (si bien no todas las obligaciones) de un ser humano; que tiene, tal cuál, un derecho a la libertad de expresión; y que donar fondos es una forma de libertad de expresión". Así que ¡ánimo BP!, todavía hay esperanza. Recuerda cuanta gente de la que ha llegado al Congreso o al Senado lo ha conseguido gracias a los billetes verdes de los grandes del petróleo.

Y respecto al actual vertido de BP, dedíquese un segundo a pensar en las víctimas de este tipo de desastres que no son norteamericanas o de piel clara. Como señala el columnista de Foreign Policy In Focus Conn Hallinan: "Las propias estadísticas del gobierno nigeriano muestran como ha habido más de 9.000 vertidos entre 1970 y el 2000, y actualmente hay 2.000 zonas de vertido reconocidas oficialmente". Pero entonces, ¿qué valen las vidas de los africanos?

Siete años después de Bhopal, Larry Summers, el entonces economista jefe del Banco Mundial, escribió su infame memorando. En él se leía, entre otras cosas, que "entre usted y yo, ¿no debería el Banco Mundial estar promoviendo MÁS migraciones de las industrias sucias a los LDC (países menos desarrollados, por sus siglas en inglés)?". Summers sugería que "la lógica económica que hay detrás de soltar un montón de residuos tóxicos en el país con los menores salarios es impecable y deberíamos afrontar eso". Summers después tuvo que decir que bromeaba, que estaba siendo sarcástico, y demás. Pero pocos se creyeron esa patética excusa. Y aún así, consiguió llegar a ser presidente de Harvard y ahora es el asesor económico en jefe del Presidente Obama. Y la lógica de su memorando está ya de hecho puesta en práctica en el mundo real. Es exactamente lo que ha venido ocurriendo desde Bhopal.

La respuesta en India del partido de la UPA (United Progressive Alliance), que actualmente controla el Congreso, a las sentencias sobre el caso Bhopal demuestra que la ética del gobierno actual es igual de despreciable como lo era en 1984. Lamentarse de lo que ocurrió en Bhopal y a la vez poner en marcha la nueva legislación sobre responsabilidad nuclear es una hipocresía difícil de defender. Bhopal fue una rendición ante hechos consumados. Con esta nueva ley, el gobierno capitula por adelantado. ¿Pero son sólo los gobiernos los que tienen algo que esconder sobre 1984 en Bhopal? Ya en ese momento, los periódicos publicaban alegremente noticias sobre un posible "sabotaje de los trabajadores de Carbide" que habría causado el desastre. Cuatro años después, un "estudio" financiado por la propia UCC sostenía que había pruebas de que el desastre fue provocado por un trabajador de la planta descontento. Carbide también afirmaba que no podía ser demandada ante los tribunales de EEUU. En diciembre de 1985, algunas de las grandes luminarias jurídicas de la India, incluyendo a Nani Palkhivala, ayudaron a convencer a los tribunales estadounidenses de que eran los tribunales indios el foro adecuado para tratar ese caso (con las consecuencias que ahora vemos). Ello ahorró a Carbide las indemnizaciones proporcionalmente mucho mayores que posiblemente le habrían impuesto los tribunales de EEUU.

Unos diez años después, Enron emergía como símbolo de la nueva era de la liberalización. Grandes académicos, "expertos", y columnistas varios se esforzaron para convencernos de lo buenos chicos que eran la banda de los de Enron. Y todo ello, tras muchísimas críticas iniciales al negocio con Enron. El cambio de opinión se debió posiblemente a un vuelco financiado con las decenas de millones de dólares que habilitó la compañía para "educar" a los líderes de opinión indios, a sus legsiladores, etc.

La publicidad también campaba a sus anchas. Un famoso periódico empezó siendo muy crítico con Enron, para luego pasar a ser uno de sus principales defensores. Muchos otros hicieron lo mismo. Supongo que ese tipo de dinero permite comprar mucha educación. Para Maharashtra e India, lo que consiguió fue otro desastre. La empresa estatal de electricidad que anteriormente generaba beneficios pasó a acumular millones en pérdidas. El estado a su vez recortó fondos de proyectos para el desarrollo y de los servicios públicos. Enron es sabido que se reveló un fraude toda ella, se hundió en los EEUU y algunos de sus más altos directivos acabaron como fugitivos ante la ley. Pero el caos que se creo sigue ahí. La única oportunidad de evitar el desastre se esfumó cuando el Tribunal Supremo desestimó una petición contra el acuerdo con Enron que presentaron CITU y Abhay Mehta, y eso fue todo.

Mientras tanto, la retórica de Obama parece que ha herido los sentimientos británicos. Pero la verdad es que los EEUU han ayudado muchas veces a BP en el pasado, incluso subsidiándola. En lo que Alexander Cockburn llama "el mayor rescate de la historia", la CIA orquestó un infame golpe en Irán en 1953 para librarse del gobierno de Mohammed Mossadegh.

El parlamento iraní había nacionalizado por unanimidad las explotaciones de la Anglo-Iranian Oil Company. Mossadegh fue derrocado. En su lugar se colocó al "Shah Reza Pahlevi, la criatura de las compañías petroleras occidentales, con un poder tiránico absoluto". La AIOC recibió de nuevo el 40% de su anterior concesión y se convirtió en un consorcio de propiedad internacional, renombrado como British Petroleum". La lista de golpes de estado en el tercer mundo promovidos empresarialmente llenaría varios volúmenes.

Todo lo que Union Carbide hizo en Bhopal y de lo que luego se libró es horrible. Pero, sin embargo, no es sorprendente. En el cuarto de siglo transcurrido desde entonces, el poder de las grandes compañías no ha parado de crecer. Lo de Bhopal ocurre cuando la sociedad privilegia a las empresas por encima de las comunidades, y los beneficios privados por encima del interés público. Ponle coto al poder empresarial, indio o norteamericano, o te dejará hecho trizas.

Y tampoco olvídese aquello que las víctimas de Bhopal dicen una y otra vez: "deberíamos saber que esto no va a suceder nunca más". Sin embargo, parece que estemos garantizando justo lo contrario. La nueva ley sobre responsabilidad civil en caso de desastre nuclear tal como está actualmente redactada garantiza que las empresas de EEUU que causen cualquier tipo de accidente nuclear en suelo indio saldrán airosas con pérdidas mínimas. Las indemnizaciones que ahora se consideran ridículas en Bhopal puede que sean la norma en el futuro. Hola de nuevo, Larry Summers.

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