domingo, 6 de dezembro de 2009

El segundo entierro de Víctor Jara



Manuel Délano
El País

Más de 12.000 personas acompañaron ayer el cortejo fúnebre de quien 36 años después de ser torturado y asesinado por los militares pudo recibir homenaje y despedida. La viuda del cantautor, director teatral y versátil artista chileno Víctor Jara le había dado sepultura de manera semiclandestina en septiembre de 1973, acompañada de dos personas, en un modesto nicho del Cementerio General, el mayor de Santiago. Fuera del camposanto, la capital vivía bajo el miedo y la persecución de la dictadura del general Augusto Pinochet.

A Víctor Jara lo devolvieron ayer al mismo nicho donde estuvo todos estos años, pero ahora llegó rodeado del cariño popular, junto a una multitud que conocía bien su figura y entonaba sus canciones.

Fue una marcha más alegre que fúnebre, sin incidentes ni vigilancia policial, que recorrió a pie y paso lento unas 40 cuadras durante más de cinco horas bajo el inclemente sol primaveral de Santiago. Fue el recital que esta vez miles de chilenos quisieron brindarle a Víctor Jara.

El juez que investiga el crimen de Jara resolvió en junio exhumar los restos del cantautor para someterlo a exámenes forenses en los que se determinó que murió por múltiples disparos después de ser torturado. Al finalizar las pericias y devolver los restos a su viuda, Joan Turner, y a sus hijas Manuela y Amanda, ellas y la Fundación Víctor Jara, que cuida de la memoria del artista, resolvieron brindarle el funeral y un velatorio de dos días, como el que merecía el autor de piezas antológicas como Te recuerdo, Amanda, El cigarrito y Manifiesto, que muchos artistas han incorporado en sus repertorios.
La carroza fúnebre no iba en cabeza del cortejo, como es lo habitual, sino en medio de la multitud, como un signo democrático más, rodeada por una guardia de honor. Cientos de coronas iban apiladas en un camión que transitaba delante. Al paso del cortejo, gentes agolpadas en las aceras le arrojaban claveles y rosas rojas.

Al salir de la Fundación Jara, el ataúd fue cargado a hombros por varios de los que fueron de los mejores amigos del cantautor, entre ellos algunos miembros del conjunto Inti Illimani. En uno de los edificios céntricos por donde pasó, desde un balcón en lo alto un guitarrista comenzó a acompañar el cántico de la marcha, que entonaba "Te recuerdo Amanda / la calle mojada / corriendo a la fábrica / donde trabajaba Manuel".

Una variopinta y multicolor multitud se extendía por 10 cuadras, y muchos otros fueron al cementerio. Predominaban los jóvenes, entre ellos grupos rockeros, punkis, mapuches, bailarines de danzas del norte chileno, organizaciones gay, estudiantes, la barra Los de Abajo de la Universidad de Chile, uno de los clubes de fútbol más populares del país, junto con ex prisioneros políticos, agrupaciones de víctimas y militantes.

Sólo un pequeño grupo de familiares y los amigos más cercanos pudieron entrar en el cementerio para presenciar el instante en que el ataúd volvió al nicho donde estuvo desde 1973. Cuando la carroza fúnebre entró en el recinto, los asistentes se tomaron las manos, cantaron el himno nacional y después se escuchó La partida, de Jara.

Un bosque de banderas rojas con el rostro de Víctor rodeó el cortejo gritando "¡Justicia, verdad, no a la impunidad!". El presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, describió a Jara en su discurso como un "símbolo de nuestras luchas, el más temible con su guitarra y canciones". Su obra, continuó, "perdurará para dar esperanzas (...) con tus canciones, mil veces venceremos".

Entre los asistentes estaban también la ministra de Cultura, Paulina Urrutia, y el candidato presidencial de la coalición que encabeza el Partido Comunista (PC), el ex ministro Jorge Arrate, un socialista que debió renunciar a su partido para postular a La Moneda.

Muchos de los asistentes se quedaron hasta el final. Para Héctor Torres, del conjunto folclórico Umbral, formado por amigos que desde la dictadura han interpretado a Jara en decenas de recitales gratuitos en barriadas obreras, "Víctor es más grande que su propia muerte. Sus obras han resistido el paso del tiempo. Como cantante tenía un timbre muy bonito y una tesitura excepcional, que le permitía algo muy difícil, dar bien las notas bajas y altas".

El director de un centro cultural que viajó 500 kilómetros para asistir al funeral afirmó: "Se lo debía a Víctor. Era un deber moral, una deuda que el pueblo tenía con él".

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