quinta-feira, 1 de outubro de 2009

Chile: ¿Epitafio para la Concertación?

Fernando de la Cuadra
Gramsci e o Brasil

Faltando poco más de dos meses para la próxima elección del 13 de diciembre (presidencial y parlamentaria), el panorama formal quedó despejado luego de finalizado el proceso de inscripción de candidaturas en la Oficina del Servicio Electoral. Es decir, el escenario ya esta definido y los ciudadanos tienen a la vista a cuatro aspirantes a La Moneda y cuatro listas de candidatos a senadores y diputados. Las candidaturas presidenciales son: Sebastián Piñera por la alianza de derecha denominada “Coalición por el cambio”; Eduardo Frei por la Concertación de Partidos por la Democracia; Marco Enríquez-Ominami (Independiente) y Jorge Arrate, que representa la izquierda congregada en torno al referente Juntos Podemos [1].

Un dato relevante a la hora de evaluar las tendencias que podría seguir la campaña en los próximos meses es que, después de casi 20 años de exclusión del sistema político (después de recuperada la democracia), el Partido Comunista formaliza su alianza con la Concertación, llevando una lista parlamentaria en común, lo cual ha sido interpretado por algunos entusiastas dirigentes como un “pacto histórico”.

Sin embargo, esta inclusión de los candidatos comunistas en la cartilla electoral de la Concertación es precisamente eso y nada más, un mero arreglo instrumental que le ha permitido al Partido Comunista lanzar unas pocas candidaturas en distritos emblemáticos con el apoyo de la Concertación, que tendría como retribución el apoyo de estos en otras zonas distritales. Es decir, esta alianza no representa más que un acuerdo pragmático, acotado y de corto plazo, que guarda mucha distancia con la formula del “compromiso histórico” propuesta por Berlinguer a partir de la lecciones arrojadas por la trágica experiencia de la vía chilena al socialismo.

Las últimas mediciones de pesquisa electoral sobre la intención de voto parecen corroborar la tesis de que la Concertación de Partidos por la Democracia no consigue entusiasmar a sus adherentes históricos. En efecto, el postulante de la derecha (Piñera) mantiene su ventaja sobre el resto con el 37% de los posibles sufragios, seguido por Eduardo Frei con el 28% de las preferencias. Por su parte, Enriquez-Ominami, candidato independiente que renunció a las filas del Partido Socialista, ha alcanzado el 17% de adhesión de los electores.

Mientras tanto, la popularidad de la Presidenta Michelle Bachelet sigue en alza. Manteniendo la tendencia de los últimos sondeos, la aprobación a la gestión de Bachelet aumentó significativamente y llegó a un 72%, según los datos arrojados por la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP). Además, Bachelet sigue siendo la figura política mejor evaluada, aquella que se percibe como más próxima de la población y, tal como ha sido mencionado en encuestas anteriores, la persona más querida por los chilenos. Indudablemente su estilo relajado, afectuoso y maternal “se ha ganado el corazón de los habitantes del país”.

Y no existen mágicas para este apoyo. Durante el presente año y pese a la crisis mundial, el gobierno destinó una parte significativa de los recursos del superávit de cuenta corriente — generado por el buen precio del cobre el año pasado — hacia un conjunto de políticas sociales que redundaron en mayor empleo. Con el aumento del desempleo a consecuencia de la recesión internacional [2], el gobierno otorgó subsidios a las empresas que contratasen trabajadores entre los 18 y los 24 años e invirtió US$ 700 millones en infraestructura. El programa de subsidios habitacionales fue intensificado y se espera que unas 600 mil familias de escasos recursos reciban este subsidio al final del mandato de cuatro años. Con una inversión de US$ 4 mil millones, este programa permitió la contratación de unos 300 mil trabajadores en el sector construcción, lo que ha mitigado en parte los efectos nocivos de la crisis global. Los avances en torno a las pensiones a las dueñas de casa y los bonos compensatorios o de invierno a las familias más desfavorecidas (casi 2 millones) también se pueden citar como factores que fortalecieron la popularidad de la mandataria.

Si en Chile existiera la formula de la reelección, sin duda que Bachelet ganaría de forma holgada en la primera vuelta. Pero es evidente que su popularidad no se transfirió automáticamente al candidato de la Concertación. Actualmente es casi un lugar común referirse a la paradoja de tener un gobierno exitoso y con fuerte respaldo ciudadano, que se sustenta irónicamente sobre una coalición de partidos que se descompone y languidece día tras día.

Seguramente la administración de Bachelet representa la experiencia más progresista en estos 20 años de poder del conglomerado y todo el resto huele a un retroceso. A pesar que Eduardo Frei ha asumido en su discurso la persistencia y profundización de la política de protección social implementada por Bachelet, sumando además mayor receptividad hacia un conjunto de temas pendientes en la sociedad chilena (anticonceptivos, aborto, matrimonio homosexual, tolerancia a la diversidad, inclusión de los jóvenes, etc.), sus credenciales no lo habilitan para convencer a los ciudadanos sobre la veracidad de sus intenciones. La percepción más extendida en la ciudadanía es que Frei encarna el continuismo de un bloque que necesita urgentemente renovar sus prácticas y su visión de futuro.

En estas dos décadas de actuación, este conglomerado se fue desgastando y perdiendo vertiginosamente el espíritu de construir un proyecto político, ético y culturalmente progresista que alguna vez animó a gran parte de sus fundadores. En vez de eso, la Concertación se fue transformando en una agencia que administra las cuotas de poder y los puestos de trabajo en el aparato gubernamental. Su política hacia los jóvenes siempre fue tibia y casi no se abrieron espacios para la participación de éstos en la vida pública nacional, mucho menos para su contribución efectiva al interior de los partidos. No es gratuito que la inscripción de los jóvenes en los registros electorales continua siendo escasa. No han sido consultados sobre sus intereses y se apela a su deber republicano casi exclusivamente en período de elecciones. La educación chilena continúa atrapada en estructuras que reproducen la desigualdad de oportunidades, y los jóvenes carecen de reconocimiento en el plano social, económico, laboral y simbólico, sintiéndose ajenos a una comunidad de destino en la cual todos pueden ser participes y encontrar su lugar sin ningún tipo de exclusión.

Por otra parte, los partidos de la coalición tampoco supieron responder asertivamente a los conflictos sociales generados en estos años, criminalizando en muchas oportunidades las movilizaciones de diversos sectores descontentos con la gestión de sus cuatro gobiernos (estudiantes, profesores, deudores habitacionales, Mapuche, organizaciones sindicales, grupos ecologistas, etc.). Pero lo que parece más grave en este escenario es la distancia que fue tomando la Concertación de sus electores y de como su práctica política perdió contacto con los anhelos de la ciudadanía, privilegiando la solución tecnocrática de los problemas a una búsqueda mancomunada de respuestas entre todos los actores involucrados.

En términos estrictamente electorales, la derecha no gana en las urnas desde el año 1958 — con Alessandri —, y la candidatura de Piñera se encuentra en una evidente fase de estancamiento. Lo que quizás resulta más previsible es que, en una segunda vuelta, los votos de Enríquez-Ominami fluirán mayoritariamente hacia la candidatura de Frei. Sin embargo, la interrogante que se mantiene en el aire es si el conglomerado va a sobrevivir a este proceso de desgajamiento e indisciplina que parece interminable y preanuncia el final de un ciclo. La tendencia más probable, a nuestro entender, es que, aún cuando la Concertación pueda salir airosa de la próxima justa electoral y obtener un quinto mandato, su camino hacia el ocaso y la desintegración se vislumbra sin retorno. Nuevas fuerzas sociales y nuevos referentes políticos tienen que ser construidos para seguir perseverando en la idea de que todavía es posible construir un país más justo, solidario y democrático.

Notas
[1] Por su parte, las alianzas para las Parlamentarias son: Coalición por el Cambio (RN– UDI–Chile Primero); Pacto Concertación y Juntos Podemos, Por Más Democracia (DC–PS–PPD–PRSD + PC–IC); Por un Chile Limpio Vota Positivo (PRI–MAS– Fuerza País) y los Independientes que apoyan a Enríquez-Ominami junto a Humanistas y Ecologistas.
[2] El desempleo pasó de 7,8% en septiembre de 2008 a 10,7% en julio de 2009.

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