Diagonal
Utilizados para dominar el territorio, los mapas se han revelado como una herramienta muy útil para visibilizar el poder y promover el cambio social. Numerosas iniciativas proponen nuevas formas de mirar el territorio.
Cuando pidió a su padre que le señalase dónde estaba Argentina en el globo terráqueo, la pobre Mafalda tuvo una revelación: “¡Vivimos boca abajo!”. La protagonista de las viñetas de Quino no andaba muy desencaminada: su observación de que los países ricos viven “cabeza arriba” pone en evidencia que la representación del mundo que damos por sentada no es más que una convención. Si Mafalda solucionó este problema colgando al revés su globo terráqueo, en 1979 el australiano Stuart MacArthur presentó un mapa del mundo en el que América Latina, Oceanía y África estaban en la parte superior. Como muestran ambos ejemplos, aunque los mapas nos sirven para imaginar el territorio, la forma en que disponen los elementos no es inocente: situar unas zonas arriba y otras abajo, a la izquierda o a la derecha implica priorizar unas sobre otras.
Gobernar espacios, liberar espacios
Aunque el uso de mapas se remonta a la Antigüedad, la cartografía no se forma como disciplina científica hasta finales del siglo XIX. Como señalan los geógrafos Jeremy Crampton y John Krygier, “el conocimiento espacial se ordenó y el mundo se hizo cognoscible a través de cálculos específicos del espacio por cuestiones de gobierno”. No por casualidad, el uso de mapas había vivido su época dorada durante el desarrollo de los imperios coloniales. A partir de la segunda mitad del siglo XX, la certeza de que los mapas no sólo representan la realidad, sino que la crean, desató una corriente crítica en la disciplina. Según esta corriente, todo mapa, a pesar de que lo percibimos como algo objetivo, realizado siguiendo criterios científicos, tiene una visión política implícita: propone una determinada mirada sobre el territorio. Sin embargo, la cartografía todavía iba a vivir una nueva y más virulenta sacudida: hoy en día, el desarrollo de nuevas herramientas para explorar el territorio y de visualización de datos ha puesto en manos de cualquiera con un ordenador y ciertas nociones informáticas la capacidad de crear un mapa. Como señalan Crampton y Krygier, la disciplina “está siendo liberada de los confines de los académicos para abrirse a la gente”. Los saberes que se habían utilizado para conocer y dominar el mundo han mostrado sus potencialidades liberadoras: los mapas son una herramienta muy útil para visibilizar el poder. Permiten dibujar conceptos y abstracciones, así como establecer relaciones entre elementos. En los últimos años, con el rápido desarrollo tecnológico y el estallido de la web 2.0, asistimos a una ebullición de experiencias y proyectos que ponen en práctica una cartografía crítica o radical, dirigida a promover el cambio social.
Mapear conflictos
Uno de los detonantes más poderosos para generar mapas alternativos son, cómo no, los conflictos bélicos. Poco antes de la invasión a Iraq, un grupo de activistas repartía por las calles de Nueva York la NYC Guide to war profiteers, un detallado plano de la ciudad en el que se señalizan los diferentes agentes implicados en promover (y beneficiarse de) la guerra. Más tarde, dos diseñadores, Trevor Paglen y John Emerson, realizaron un mapa que mostraba los vuelos secretos de la CIA y las relaciones entre los países impulsores de la “guerra contra el terrorismo”. Los recientes bombardeos a la franja de Gaza y el bloqueo israelí a los medios de comunicación hicieron agudizar el ingenio a la cadena de televisión Al Jazeera que, valiéndose de crónicas e información sobre el terreno que los usuarios enviaban por internet o SMS, realizó War on Gaza. Este mapa interactivo mostraba cifras de muertos y heridos, ataques, asentamientos de colonos y movilizaciones de protesta. En un nivel más humilde, el colectivo Solidarity Maps creó un blog en el que proporcionan mapas críticos sobre los diferentes conflictos de Oriente Medio. El abuso de las multinacionales es otro de los blancos preferidos de la cartografía crítica. Así, mientras la web Exxon Secrets, promovida por Greenpeace, muestra las relaciones financieras entre la petrolera y las instituciones que minimizan el cambio climático, en otra página, Bank Secrets, se señalan los diferentes lugares del mundo donde los bancos tienen negocios bastante dudosos.
Metrópolis y migraciones
Visibilizar los poderes y los procesos de resistencia es el objetivo que mueve a varias iniciativas de realización de mapas en el Estado español. Una de las más recientes se puede encontrar en el libro ¿Madrid, la suma de todos? (Traficantes de sueños, 2008), elaborado por el Observatorio Metropolitano, que ofrece una documentadísima radiografía de la capital. El volumen incluye varios mapas que ilustran los complejos procesos que se analizan en el libro, desde el desarrollo histórico de la ciudad y los flujos de capital que la atraviesan, hasta espacios de ocio y cultura, migraciones, luchas por la creación de espacios públicos o resistencias a la privatización. Por su parte, la Cartografía del Estrecho propone una lectura alternativa sobre un entorno geográfico clave. El proyecto, surgido a partir de la colaboración de artistas y activistas de las dos orillas, ha producido varios mapas que representan los flujos (de capital, de personas) y los conflictos de este espacio de frontera, así como los procesos de dominación y las redes y movimientos empeñados en desafiarlos. La lista de proyectos de cartografía crítica podría seguir: mapas con espacios verdes, zonas accesibles para sillas de ruedas, recursos ecológicos… En definitiva, multitud de movimientos sociales y cívicos, activistas y artistas, han emprendido la tarea de redibujar el territorio.
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