quarta-feira, 20 de maio de 2009

Rafael Correa: “No hay aún una democracia en Ecuador pese a tener elecciones”

Tadeu Breda
Diagonal

Los números hablan por sí mismos: Rafael Correa fue reelecto para gobernar Ecuador con el 51% de los votos. Obtuvo 23 puntos de ventaja sobre el segundo candidato, el ex presidente Lucio Gutiérrez, y ganó en 17 de las 24 provincias del país. La “Revolución Ciudadana”, auguró Correa en una entrevista concedida al día siguiente de su victoria, caminará con pasos más acelerados e intensos en los próximos cuatro años. Con la mayoría en la Asamblea Nacional y una Constitución elaborada y aprobada durante su primer gobierno por una amplia convergencia de fuerzas aliadas, parece tener el camino despejado.

Usted está en el escenario con el que soñó hace dos años, con la aprobación de la Constitución y su reelección...

Yo no tengo el escenario que soñé hace dos años, le aseguro. He soñado con un escenario en donde no haya miseria, no haya desigualdad, no haya injusticia. Y todavía no logramos eso. Usted dice que tuve un triunfo democrático, pero ello dentro de la democracia formal. Yo sostengo que Ecuador y América Latina tienen elecciones, pero aún no llegamos a lo que es la democracia. La verdad, no creo que haya democracia en un país donde hay tanta injusticia, tanta desigualdad. Quien conoce bien a América Latina sabe que es la región más desigual del mundo. Y Ecuador, dentro de la región más desigual del mundo, es uno de los países más desiguales. Se puede encontrar aquí la más insultante opulencia al lado de la más intolerante miseria. Eso tiene que cambiar, y sólo cuando eso cambie tendremos verdadera democracia. Ése es el escenario que siempre he soñado y por lo que estamos aquí. ¿Cuáles son los medios para alcanzar ese fin? Una patria más justa, más solidaria, más equitativa. Los resultados electorales nos han apoyado ampliamente. Eso es un espaldarazo político para seguir profundizando los cambios. Más que cambiar de rumbo, se trata de profundizar los cambios que hemos iniciado, hacerlos más radicalmente, más aceleradamente.

En cuanto al plan económico, vamos a seguir profundizando las reformas, seguir destacando un sector que fue largamente invisibilizado por las políticas públicas, que es la economía popular y solidaria. Hoy más que nunca hay que apoyar esta economía. Mientras en el sector capitalista moderno usted gasta 10.000 dólares para crear un puesto de trabajo, en ese sector popular y solidario –comercio informal, microempresa, artesanía, cooperativismo, etc.– por cada 800 dólares hay un puesto de trabajo. En la parte social, vamos a continuar con esta revolución social, que empezamos hace dos años y tres meses y donde más claras están las características del Gobierno. En el sector económico también. Debemos continuar con esta revolución poniendo fin a la impunidad bancaria, éste es un desafío urgente. Hasta diciembre vamos a cerrar el telón de esta tragedia que creó la banca y que todavía está impune. Eso es urgente. Acabar con esta pesadilla, seguir cobrando los impuestos, recuperando nuestros recursos naturales, luchando contra la corrupción y continuar también con esta política de apertura a todos los países del mundo, en un marco de mutuo respeto, y especialmente buscar esta integración latinoamericana y seguir construyendo esta patria grande de que nos habla José Martí. Lo que ha hecho Ecuador el 26 de abril fue ratificar el proyecto. Lo que vamos a hacer es profundizar y ratificar dicho proyecto: la Revolución Ciudadana.

Desde una perspectiva más global, el cambio que se necesita es mucho más radical y tiene que ver con la arquitectura del poder mundial de gigantes corporaciones y megabancos. ¿Cree usted que es posible democratizar este sistema capitalista que vivimos ahora? ¿Cree que es posible realizar este cambio?

Dentro del sistema, no. Cambiando el sistema, sí, y eso es lo que estamos haciendo. Pero no podemos ser ingenuos. Los cambios y las revoluciones en una sociedad dependen de la correlación de fuerzas. Con este espaldarazo que tuvimos en las urnas, podemos profundizar mucho más nuestra revolución. Pero recuerda todo el trauma psicológico que nos han hecho. Si alguien no conoce al Ecuador y lee los periódicos, nosotros éramos el Gobierno más impopular, más corrupto y más incapaz de la historia de este país, pese a que teníamos más de 70% de apoyo popular a la gestión del Gobierno –y apoyo popular a la gestión no es lo mismo que intención de voto, por si acaso. Siempre tuvimos el 56% más o menos de intención de voto. Y se dio un fenómeno muy interesante en las elecciones. La oposición no me quitó un voto, se comieron entre ellos. La derecha ve que Alvarito Noboa no tenía posibilidades, le dejó solo, dejó que se derrumbara y apostó todo por Lucio Gutiérrez.

Eso demuestra también la amoralidad de nuestros sectores de poder, de la derecha ecuatoriana, porque prefirieron sus intereses a sus principios. Ustedes saben que nadie sensato puede votar por una persona con tan graves limitaciones morales e intelectuales como Lucio Gutiérrez. Pero, en él apostó la banca, los grupos de interés de ese país, para tratar de boicotear la Revolución Ciudadana. Pero se han dado con las piedras entre los dientes, gracias a dios. En todo caso, los cambios dependen de la correlación de fuerzas.

Claramente el pueblo ecuatoriano ha mostrado su apoyo al Gobierno, nos ha dado más legitimidad democrática, y podemos avanzar con mucha mayor fortaleza, con mucha mayor legitimidad en estos cambios que, poco a poco, van cambiando esa correlación de fuerzas a favor del poder popular. Ello significa muchas cosas. Seis niñas se murieron hace una semana ahogadas, en una tragedia absurda. Eran niñas pobres. Anda a ver cuántas veces salió en el periódico. Si hubieran sido niñas de familias pudientes, les aseguro que hubiera salido dos meses en el periódico, se hubiera ordenado una comisión, etc. Entonces Ecuador tiene que cambiar esa correlación de fuerzas y vamos a seguir haciéndolo. Poco a poco va ganando espacio la fuerza popular y que eso se traduzca en cambios reales en cuanto a asignación de recursos y políticas públicas para los más débiles de nuestro país. Eso fuera del sistema capitalista. Dentro del sistema socialista del siglo XXI. La crisis del capitalismo global que estamos viviendo en este momento no es una crisis coyuntural, de afuera del sistema, es una crisis desde adentro. De las crisis recurrentes del capitalismo, ésta es una de las más graves, pero desde adentro del sistema. No se van a encontrar soluciones dentro del mismo sistema que se está colapsando, sino que hay que construir algo nuevo y mejor.

Creo que existe conciencia en la mayoría de los gobiernos y dirigentes latinoamericanos de ello, que están aprovechando la oportunidad para construir algo nuevo y diferente. Por ejemplo, nuestra propia arquitectura financiera regional, para no depender. Ya no necesitan bombas, barcos o aviones para someter a nuestros países: necesitan dólares. Éstas han sido las ‘armas’ para someternos por medio del Fondo Monetario y del Banco Mundial. Eso no tiene porque ser así. Con los recursos que tiene América Latina podríamos autofinanciarnos, pero estamos en el absurdo de mandar esos recursos, en forma de reservas, al primer mundo, por medio de bancos centrales autónomos. Con una arquitectura financiera regional eso puede quedarse en la región y acabaría con una de las principales formas de dependencia de la región, que ha servido para someternos, que es la dependencia financiera. Eso lo tenemos claro. Estamos avanzando. Acabamos de crear, al nivel del ALBA, el sistema único de compensación regional, que minimizará la necesidad de dólares, pero falta mucho por recorrer, hacer efectivo el Banco del Sur y ojalá, en el corto plazo, máximo mediano plazo, hacer efectivo este fondo de reservas del Sur, que conserve aquí, en la región, el dinero que hoy mandamos al primer mundo para financiar a los países desarrollados.

¿Cuáles son las metas y proyectos que usted quiere concretar en estos próximos cuatro años en su relación con América Latina y con Estados Unidos?

En lo que respecta a América Latina, consolidar la Unasur y hacerla efectiva, porque ya no podemos seguir hablando de integración como una cuestión etérea, que nadie la entiende bien, que nadie la siente. Esta integración tiene que traducirse en acciones concretas en beneficio de nuestra población. ¿Y cuáles son estas acciones concretas? Uno de los grandes errores, sobre todo del enfoque integracionista en los últimos años –no necesariamente en el inicio de la integración, con la CAN, etc.– es que fue una integración comercial. Se trataba de buscar más grandes mercados basados en el absurdo de la competencia. La competencia es un concepto ya muy discutible a nivel de agentes económicos, pero ¿a nivel de países –y países hermanos– vas a competir? Es un absurdo completo. Y ¿cómo competían? Quién maltrata más su fuerza laboral, quién la precariza más, porque es la única forma de ganar competitividad. Y deterioramos el nivel de vida de nuestra población y sobre todo de nuestra clase laboral. Y quienes se beneficiaron con los productos más baratos fue el primer mundo.

No podemos seguir cayendo en esa trampa. Tenemos que hacer una integración con diferente enfoque, un enfoque de coordinación, complementariedad y cooperación entre países hermanos. Y trascendiendo lo meramente comercial. Por ejemplo, con integración energética, América Latina puede ser autosuficiente en energía y eso cortará también una fuente de vulnerabilidad; con soberanía alimentaria; con la propia integración financiera... Tenemos que trabajar con todos estos aspectos. Se está avanzando, pero hay que avanzar más rápido. Dentro de la Unasur, básicamente uno de los objetivos inmediatos es buscar esta nueva arquitectura financiera regional que acabe con el absurdo de que América Latina exporta capital, financia el primer mundo y por otro lado se pone de rodillas para que nos den unos cuantos dólares. Eso no puede durar un solo día más.

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