sábado, 25 de outubro de 2008

La desconocida cita entre John McCain y Pinochet


John Dinges
Ciper

Un cable desclasificado por el gobierno estadounidense revela la hasta ahora desconocida y “amistosa” cita entre el candidato republicano y Augusto Pinochet, en plena dictadura y cuando Washington intentaba extraditar a los culpables del asesinato de Orlando Letelier. El documento también cuenta detalles inéditos de lo que pasaba en 1985 en el seno de la Junta de gobierno: el almirante Merino le dijo a McCain haberle advertido a Pinochet que ni él ni los otros miembros de la Junta lo apoyarían para un “ridículo” plebiscito y que en cambio habría elecciones libres, en las que el dictador no participaría. Además, el ex canciller Hernán Cubillos le confesó al congresista que él quería ser el candidato presidencial de la derecha.

El actual candidato presidencial del Partido Republicano, John McCain, quien ha criticado severamente la idea de reunirse con dictadores sin condiciones previas, parece haber hecho justamente eso. En 1985, McCain viajó a Santiago para un encuentro amistoso con el dictador militar chileno, el general Augusto Pinochet, uno de los más grandes violadores de los derechos humanos.

El encuentro con el entonces jefe del régimen militar chileno fue descrito por el propio McCain como “amistoso y por momentos cálido, pero notó que el presidente parece obsesionado con la amenaza del comunismo”. Así lo describe en un cable que envió la embajada estadounidense en Santiago y que fue desclasificado en Washington.

McCain, entonces miembro del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, no realizó declaraciones públicas criticando la dictadura. A juzgar por el tenor del cable de la embajada, tampoco las hizo en privado. Un cuidadoso chequeo de los periódicos de la época y entrevistas con los principales líderes de la oposición a Pinochet de ese momento, indican que en su visita a Chile no se reunió con ningún representante de la oposición democrática.

Al momento del encuentro, realizado la tarde del 30 de diciembre, el Departamento de Justicia de Estados Unidos intentaba obtener de las autoridades chilenas la extradición de tres hombres cercanos a Pinochet –el ex jefe de la DINA, Manuel Contreras, y los ex oficiales DINA Pedro Espinoza y Armando Fernández Larios- por un acto de terrorismo ocurrido en Washington DC. Un juicio en Washington determinó su procesamiento por el asesinato en 1976 del ex embajador y ex canciller Orlando Letelier y de la norteamericana Ronny Moffit, quien viajaba con él. La bomba puesta en su auto y que estalló en Sheridan Circle, fue descrita en esa época por la prensa internacional como el más flagrante acto de terrorismo internacional perpetrado en suelo estadounidense por una fuerza extranjera.

En esos mismos días en Chile, la oposición buscaba desesperadamente el apoyo de líderes democráticos de todo el mundo en su intento por presionar a Pinochet a poner fin a la dictadura que ya cumplía 12 años y permitir el retorno a la democracia. Otros congresistas visitaron Chile después de la vista de McCain e hicieron declaraciones públicas contra la dictadura y en apoyo del retorno a la democracia, convirtiéndose en el blanco de violentas demostraciones pinochetistas.

El senador demócrata Edward Kennedy aterrizó en Chile sólo 12 días después de McCain en una pública demostración de apoyo a la democracia. Fue recibido por manifestantes que le lanzaron huevos y bloquearon el camino desde el aeropuerto, lo que obligó a que el senador fuera transportado en helicóptero a la ciudad, donde se reunió con líderes de la iglesia católica, de los derechos humanos y un gran grupo de activistas de la oposición.

Mark Schneider, un asesor en política exterior y ex funcionario de la unidad de derechos humanos del Departamento de Estado, quien organizó el viaje de Kennedy, dice que no tenía idea de que McCain había estado en Chile sólo días antes. “Sería muy sorprendente y decepcionante si el senador McCain fue a Chile a encontrarse con un dictador y no le exigió el retorno a la democracia, y no hizo declaraciones públicas en apoyo al retorno a la democracia”, afirma Schneider.

La presencia de McCain en Chile fue aparentemente mantenida lo más silenciosa posible. Él y su mujer Cindy llegaron a Santiago el 27 de diciembre y viajaron inmediatamente a la zona de Puyehue, en el sur de Chile, para pasar algunos días como huéspedes del prominente partidario de Pinochet, Marco Cariola, quien luego fue elegido senador por la UDI.

El viaje fue coordinado por el embajador de Chile en Estados Unidos, Hernán Felipe Errázuriz. De acuerdo a un documento contemporáneo del gobierno de Chile, Errázuriz arregló un enlace gubernamental especial para ayudar a McCain en Chile, y lo describió como “uno de los congresistas conservadores más cercano a nuestra embajada”.

Errázuriz también se encargó de que los McCain se quedaran en la parcela de su acaudalado amigo, Marco Cariola. Fue el propio Cariola quien relató después su encuentro con McCain y su esposa, a quienes –dijo a La Tercera- no conocía previamente. Los McCain pasaron tres días y medio pescando salmones, truchas y andando a caballo en la zona conocida como una de las más bellas atracciones turísticas de Chile, con docenas de lagos de aguas cristalinas y ríos rodeados de lujosas propiedades, como la de su anfitrión.

El 30 de septiembre, McCain regresó a Santiago, donde a las cinco de la tarde se reunió con Pinochet, y luego con el comandante en jefe de la Armada, almirante José Toribio Merino. Ambos encuentros fueron descritos en un cable de la embajada de Estados Unidos, basado en una conversación posterior de McCain con otros oficiales diplomáticos:

“La mayor parte de la reunión de 30 minutos con el presidente, en la que estuvieron presentes el ministro de Relaciones Exteriores [Jaime] Del Valle y un integrante del staff ministerial, estuvo dedicada a discutir los peligros del comunismo, un tema sobre el cual el presidente parece obsesionado. El presidente describió la historia reciente de Chile en la pelea contra el comunismo y mostró un orgullo considerable ante el hecho de que la amenaza comunista ha sido derrotada en Chile. El presidente recalcó que Chile ha estado solo en esta batalla y se quejó de que la política exterior de Estados Unidos los ha dejado varados. El congresista agregó que hablar con Pinochet era similar a hablar con el jefe de la John Birch Society [una organización de ultra derecha que se caracterizaba por sus posturas de anticomunismo extremo]”.

Si bien describe la calidez del encuentro, el cable no registra qué le dijo McCain a Pinochet. No hay ningún indicio de que el problema de los derechos humanos o el retorno a la democracia haya sido tratado en un momento en que las críticas sobre el particular arreciaban a raíz de la violenta represión de la que seguían siendo objeto en esos días los opositores a Pinochet.
Un segundo cacle diplomático desclasificado se refiere a una carta del entonces embajador Harry Barnes entregando más detalles del encuentro con Pinochet.

Además del documento chileno y el cable norteamericano citado más arriba, al menos otros cuatro documentos desclasificados se refieren al encuentro Pinochet-McCain y el interés de este último en Chile. La oficina de prensa de la candidatura de McCain dijo que no había nadie disponible para comentar la historia. El ex embajador Errázuriz, contactado por teléfono, dijo repetidas veces que “no es verdad” que McCain se haya reunido con Pinochet, y que en tal caso él lo habría sabido, agregando que el cable del Departamento de Estado era posiblemente un invento.

Las confesiones de Merino y Cubillos

De su encuentro con el almirante y miembro de la junta, José Toribio Merino, McCain transmitió un detalle político que la embajada halló útil. “La parte más interesante de la conversación, de acuerdo al congresista, fue la afirmación de Merino de que él y otros miembros de la Junta habían dicho recientemente a Pinochet que no debería esperar ningún apoyo de la Junta si decidiera ser el candidato presidencial en 1989”.

El año 1985 había sido el primero desde 1973 en que se vislumbraban posibles cambios. La oposición y algunos representantes de la derecha, con el aval de la Iglesia, habían consensuado el Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia que buscaba pavimentar el camino para el fin de la dictadura. Si bien el acuerdo fue boicoteado por el gobierno, hubo diálogo entre la oposición y el general de la Fuerza Aérea, Fernando Matthei, y el tema de la candidatura única de Pinochet en el plebiscito fue llevado hasta la Junta de gobierno. Según la investigación recogida en el libro “La historia oculta del régimen militar”, ya en octubre Pinochet les había dejado claro a los comandantes en jefe que sería el candidato único aunque a ellos no les gustase y en noviembre Matthei le insistió en la necesidad de reformar la mecánica prevista para la transición, contando con el apoyo del resto de la Junta.

Pero nunca, hasta ahora, se había conocido de forma tan explícita la oposición del almirante Merino a los planes de Pinochet. Ni menos que, al plantear su opinión a McCain, estaba enviando el mensaje al gobierno de Ronald Reagan, como bien revela el cable.

-Merino agregó que las elecciones de 1989 no serían como se establecieron en la Constitución de 1980, sino que serían libres y abiertas entre varios candidatos. Describió la parte de la Constitución que habla de llamar a un plebiscito con un candidato único como algo ridículo e insostenible. La clara implicación fue que esa parte de la Constitución sería cambiada bastante antes de 1989. En respuesta a la pregunta del congresista sobre si Pinochet podría ser uno de los candidatos presidenciales en 1989, Merino afirmó que eso no sería el caso-, reportó la embajada en Santiago a Washington.

Tres años después, en 1988, Pinochet fue derrotado en un plebiscito en el que fue el único candidato. Las elecciones efectuadas al año siguiente abrieron paso un gobierno democrático. Una robusta lista de congresistas estadounidenses viajó a Chile a apoyar la transición a la democracia, incluyendo al senador Richard Lugar. McCain, entonces senador en su primer período, no regresó a Chile.

Pero Merino no fue el único que se sinceró con McCain y de pasó envió un mensaje a la Casa Blanca. El ex canciller Hernán Cubillos, quien había caído en desgracia en 1980 por el desaire del cancelado viaje de Pinochet a Filipinas, también hizo lo suyo. Según lo que transmitió McCain a Washington, Cubillos le dijo que estaba siendo considerado como candidato presidencial –de hecho su nombre sonaba en esos días-, pero lo que es más sorprendente es la actitud frente a la posible candidatura: “Cubillos dijo al congresista que se veía a sí mismo como un puente entre el actual gobierno militar y los políticos civiles, que podía por lo tanto esperar apoyo de ambos lados en 1989”. Incluso fue más allá y analizó la importancia del momento político para lanzar su candidatura, dando a entender que estaba plenamente decidido a correr por la presidencia.

Pinochet, se sabe, dispuso otra cosa.

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