quinta-feira, 9 de outubro de 2008

Immanuel Wallerstein: La irresistible decadencia del imperio americano


Raúl Zibechi
Brecha

El sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein, en su reciente visita al Cono Sur de Sudamérica habló sobre uno de sus temas favoritos: el fin de la hegemonía de los Estados Unidos que, estima, será definitiva en la próxima década. Pero deslizó, además, que en dos o tres décadas más viviremos en un mundo poscapitalista, que puede ser algo mejor o mucho peor que el actual. La entrevista es de Raúl Zibechi para el Semanario Brecha.

La decadencia imperial, lenta e inexorable desde la "revolución mundial de 1968", se está acelerando de modo vertiginoso desde 2003, ante el previsible fracaso de la invasión estadounidense a Irak. Un país que no puede someter a una pequeña y desgastada nación, luego de una terrible década de bloqueo mundial, no puede estar en condiciones de poner orden en los asuntos globales. A grandes rasgos, esta es una de las principales conclusiones que esbozó Wallerstein a su paso por Montevideo.

Estados Unidos pasó de imponer "el 95%" de su voluntad al mundo, entre 1945 y 1970, a una situación de impotencia que se manifestó en la llegada al poder de los neoconservadores con George W. Bush en 2001. Fue esa una muestra de debilidad y no, como suele creerse, de fortaleza. Para los neocons sólo la fuerza militar puede revertir la decadencia de una potencia que ya no es temida y, por ello, enfrentará cada vez más y mayores desafíos.

Las causas de esta decadencia las encuentra Wallerstein en tres desafíos que confluyeron entre fines de los 60 y comienzos de los 70: la competencia económica de Japón y Europa, la descolonización y el rechazo del tercer mundo al orden bipolar USA-URSS, y la emergencia de una nueva generación de movimientos antisistémicos. Los tres desafíos fueron exitosos y erosionaron la hegemonía de la superpotencia que impuso el Consenso de Washington, el modelo neoliberal y la globalización como forma de recuperar el poderío perdido.

Sin embargo, la "revolución mundial del 68", o sea el desafío lanzado por los nuevos movimientos, es para Wallerstein un hecho decisivo que está en la base ya no de la crisis hegemónica del imperio sino de la propia sobrevivencia del capitalismo como sistema-mundo. En un texto luminoso, "1968: el gran ensayo", sostiene que fue lo sucedido ese año fue más importante aún que las revoluciones francesa y rusa, y que por su trascendencia fue la única revolución mundial junto a la de 1848. Asegura que las dos fracasaron pero las dos cambiaron el mundo, porque no fueron planeadas sino "espontáneas en el sentido profundo del término".

La "revolución del 68" minó la capacidad del Norte de vigilar e intervenir en el Sur; produjo cambios "en las relaciones de poder entre los grupos de estatus (los grupos de edad, de género, y las minorías "étnicas")" que si bien se registran "en los espacios ocultos de la vida cotidiana" son duraderos y suponen insubordinación permamente; y la sociedad civil y los trabajadores asalariados se muestran menos dispuestos que antes a aceptar pasivamente la dominación y a recibir órdenes.

Finalmente, la intervención en Irak fracasó en sus tres objetivos básicos: frenar la creciente autonomía de Europa, a los países que pretenden tener armamento nuclear como Irán y Corea del Norte y a los regímenes árabes moderados, como Arabia Saudí, que eran reticentes a una paz duradera con Israel. Luego de cuatro años sucedió todo lo contrario, pero además se produjo un viraje en un punto neurálgico, en lo que Wallerstein denomina como el "machismo militar unilateral". "Lo que fue durante 30 años un declive lento se ha trasnformado desde 2003 en un declive veloz. La última baza de la hegemonía fue una superioridad militar tan fuerte que no podía ser desafiada por los diez o 20 países siguientes juntos. Pero en Irak quedó en evidencia que Estados Unidos no puede utilizar su superioridad militar".

Por último, señaló que el "espítiru de Davos", en referencia al Foro Económico de Davos, y "el espítiru de Porto Alegre", donde se reunió por primera vez el Foro Social Mundial, son los dos grandes caminos que se presentan ante la humanidad a la hora de pensar el poscapitalismo. "Que puede ser peor que el sistema actual, o menos jerárquico y más igualitario; pero eso depende de todo nosotros", concluyó. La entrevista estuvo centrada en la emergencia de un mundo multipolar y en la coyuntrua que vive América Latina.

Usted asegura que en los próximos años habrá una decena de polos que sustituirán el actual mundo unipolar, pero además señala que Rusia será aliada de Europa y Estados Unidos se aliará con Japón y China.

Lo que veo es que el fin de la hegemonía estadounidense llevará a que surjan unos cuantos centros regionales de los cuales el Mercosur puede ser uno de ellos. Pero tendremos además Rusia, China, India, Sudáfrica y su entorno, además por supuesto de Europa y Japón. Y probablemente centros menores. Además, pienso que habrá tres grandes agupaciones a escala global, que serán los polos más dinámicos, los que estarán en condiciones de marcar el rumbo del mundo: Estados Unidos, Europa y Japón. Pero no creo que pueda mantenerse mucho tiempo una realidad de tres grandes agrupamientos, de modo que el más débil de los tres va a aliarse con uno de los dos más fuertes. Para mí el más débil va a ser Estados Unidos, y por razones geoestratégicas creo que va a aliarse con Asia oriental, donde China y Japón seguirán jugando un papel relevante. Por su parte, Rusia que siempre tuvo relaciones importantes con Europa puede aliarse con ella.

No ve la posibilidad de una alianza Rusia-China como la que está emergiendo a raíz de la Organización de Cooperación de Shangai.

En un mundo que será cada vez más caótico, todo esto es posible. Pero no veo a Rusia aliada con Japón, creo que no va a ser posible.

Brasil parece impulsar una alianza con Estados Unidos en torno a la producción de etanol de caña de azúcar. ¿Cree que esa política puede contribuir a reforzar la hegemonía de Washington en la región?

Creo que el interés de la política exterior de Brasil es fortalecer la autonomía sudamericana para jugar su papel dentro de un mundo multipolar. En ese escenario Brasil apuesta a ser un polo muy serio y veo que sus acuerdos con Estados Unidos no van más allá de lo que está haciendo Rusia o China, es decir acuerdos puntuales pero sin compromisos mayores, con reservas importantes. Pienso que es una política inteligente y posible. Más aun, aunque llegue la derecha al poder en Brasil esa política no va a cambiar. Ahora los militares están recuperando la vieja política del régimen militar de volver a fabricar armamento nuclear y aunque eso no le gusta nada a Estados Unidos no puede hacer nada. En Brasil la política ha girado al centro, no hay partidos de ultraderecha o ultraizquierdistas de peso, por eso pienso que la política exterior va a ser muy estable. En la política interior, los cambios serán pequeños y con reformas muy graduales como está sucediendo en Uruguay también. Estas políticas de pequeñas reformas son clásicas de la socialdemocracia mundial y pienso que va a ser la tónica en toda la región.

¿Cree que la política intervencionista de Washington va a cobrar fuerza en el futuro? ¿Pueden expandirse situaciones como el Plan Colombia?

Si Bush pretende enviar tropas a Colombia no va a poder hacerlo porque el Congreso se lo va a impedir. Alvaro Uribe es el último aliado serio en la región. Pero está facilitando el papel de Hugo Chávez como intermediario en la negociación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en un esfuerzo que si tiene éxito va a suponer un crecimiento de su figura a escala mundial. Aunque a Estados Unidos no le guste no puede hacer nada, tampoco en este escenario.

Creo que la política de intervención que duró un siglo es ya cosa del pasado. Porque el ejército de Estados Unidos es poderoso pero la sociedad civil le ha puesto límites a raíz de la guerra de Vietnam. Antes era un ejército de conscriptos y ahora es un ejército profesional, además de que buena parte de las tropas en Irak son mercenarios de empresas privadas. Las clases medias ya no se integran a las fuerzas armadas y los únicos que lo hacen son los pobres. Para aumentar la tropa habría que reimplantar el servicio militar obligatorio, y eso llevaría a un nuevo levantamiento de los estudiantes y de otros sectores. Uno de los frentes decisivos en los que Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam fue el frente interno.

¿Es posible una intervención militar en Cuba?

No. Si como todo indica ganan los demócratas, va a producirse un cambio importante en las relaciones. Por un lado hay intereses comerciales importantes, sobre todo en el sector agrícola que quiere aumentar el comercio con la isla. Por otro, los cubanos derechistas de Miami, la generación de los 60, está en declive y tiene cada vez menos peso en la política estadounidense. Las nuevas generaciones de cubanos en Estados Unidos prefieren un deshielo que les permita volver a Cuba o establecer relaciones normales.

Lo que quiero decir es que hay un vacío de poder de Estados Unidos en América Latina que permite que los gobiernos tengan mayores grados de autonomía. Creo que el Mercosur tiene la gran oportunidad de establecer una alianza con la Comunidad Andina que va a suponer un cambio muy importante del papel que pueda jugar la región en el mundo.

Para los movimientos sociales la situación es muy compleja. Por un lado, tienden a sentirse defraudados con lo que están haciendo los gobiernos progresistas y de izquierda, pero, por otro, no tienen margen como para hacer una oposición frontal que favorecería a las derechas.

Sí, la situación es así. Vengo de Brasil y veo que el Movimiento Sin Tierra (MST) está muy desconforme con Lula porque la reforma agraria no avanza, pero lo apoyó en las elecciones porque sin duda es mejor que Fernando Henrique Cardoso. Es el problema tradicional cuando el partido de izquierda vinculado a los movimientos llega al poder. Se abre un interrogante sobre qué hacer. Ir a un choque frontal es un problema, pero no hacer nada también lo es. A mi juicio los movimientos deben tomar una posición clara: apoyar a los partidos menos malos pero sin esperar que vayan a hacer cambios de fondo. Es una posición defensiva, pero se trata de mantener la autonomía.

¿Este tipo de problemas están influyendo en el Foro Social Mundial?

Si claro, hay posiciones muy diversas ante estas nuevas realidades. Pero tengo la esperanza que el Foro siga siendo un espacio abierto, horizontal, en el que no se construyan relaciones jerárquicas y donde puedan convivir las más diversas opiniones. Para eso es necesario tener muy claro que el enemigo no está en la izquierda.

De alguna manera está diciendo que la posición más madura es la de los sin tierra de Brasil.

Sí. Pero también es muy importante la posición de los Zapatistas, porque ellos han trabajado muy seriamente la cuestión de la autonomía, no como algo declarativo sino una construcción real. Creo que las buenas relaciones que ahora mantienen los sin tierra y los Zapatistas es un paso adelante muy importante. Sería muy positivo para el Foro que en los próximos años se integraran los Zapatistas.

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