domingo, 31 de agosto de 2008

Chile: ¿Llegó la hora del "liberalismo moderno"?


Antonio Cortés Terzi
Centro Avance

Chile es un país en el que todavía las culturas políticas y el sistema de partidos no han terminado de acomodarse y reordenarse en virtud de la post transición y de la acumulación de cambios modernizadores. Retrasos que no sólo aluden a las transformaciones socio-estructurales (imperio absoluto de las lógicas de una economía de mercado, mercantilización en todas o casi todas las actividades de efectos sociales, predominio de escalas modernas de consumo, heterogenización de los grupos sociales, debilitamiento de las instancias tradicionales de conducción colectiva, etc.), sino que aluden también a retrasos político-culturales, esto es, a los debates y problemas que la modernidad tiende a situar como ejes centrales de los problemas y conflictos políticos modernos.

Este fenómeno general se manifiesta, por cierto, con más intensidad en algunos sectores que en otros. Uno de los fenómenos más curiosos e interesantes, en este sentido, es la ausencia en Chile de un liberalismo moderno o “progresista” estructurado como fuerza política autónoma.

Por supuesto que nadie podría tomar en serio los intentos de una pequeña elite de RN que quiso postular a ese partido como organización representativa del liberalismo moderno en el país. Ni siquiera los líderes del intento calificaban para esa condición.

Sociológica y culturalmente la sociedad chilena se presta para la existencia de un partido liberal “progresista” o de algún tipo de organización que sirva a los fines de expresión y acción política. Incluso se podría aventurar que una fuerza de esa naturaleza podría no ser sólo más actualizada sino también más orgánica a los requerimientos de reconstitución de lo que se da en llamar el “centro político”. Cuando menos sería un gran contendor para quienes aspiran a llenar o nutrir esos espacios.

Chile, como se decía, ha alcanzado un estadio de modernidad que le permitiría al liberalismo moderno desenvolverse bien en el plano de las ideas y la discursividad, precisamente porque las matrices de sus pensamientos provienen de experiencias y autores que han hecho de la modernidad su gran tema.

Por otra parte, las generaciones más jóvenes y más letradas se han culturizado socialmente y con naturalidad bajo cánones que tienden a acercarlas “espontáneamente” a esa escuela de pensamiento. Por último, hace rato que está presente en Chile un número significativo de intelectuales que adscriben a tal corriente y que, en muchos casos, han alcanzado renombre tanto en el ámbito del pensar como del político.

Gramsci escribía que para construir o reconstruir un partido basta disponer de “capitanes” (intelectuales-políticos), porque con ellos se asegura el cuerpo dirigente capaz de atraer y organizar a los “subalternos” pre-existentemente afines, merced a sus experiencias educativas cotidianas y a las sensibilidades culturales que se incuban a través de esas mismas experiencias.

En teoría gramsciana, en consecuencia, estarían todos los ingredientes para la emergencia de un partido liberal moderno. A lo anterior habría que agregar otros antecedentes gravitantes. En primer lugar, en todos los partidos de la Concertación y, además, en RN se encuentran personeros del liberalismo moderno, sea en calidad de militantes o de colaboradores. En segundo lugar, por diversas vías muchos de sus miembros han tenido participación directa o indirecta en los gobiernos de la Concertación o han desempeñado roles significativos en las definiciones de políticas públicas. Y, en tercer lugar, especialmente a través de vínculos entre Think Tank y/o universidades, los liberales modernos han desarrollado relaciones relativamente permanentes que son una base o una potencial base para devenir en “circuito de poder”.

En las últimas semanas, la prensa ha informado de algunas iniciativas que tienen como protagonistas a instancias y sujetos del sector analizado y que buscan el fortalecimiento de sus nexos y de un funcionamiento más uniforme. ¿Se encaminarán hacia la creación de una fuerza política? Todavía es demasiado prematuro aventurar una respuesta. Pero si eso estuviera en sus mentes, o en la de algunos de ellos, no tendría nada de descabellado: en la eventualidad de un triunfo de Piñera, se abrirían espacios y tiempos racionales para una opción de ese tipo.

Pero, manteniéndose en esa eventualidad, lo que sí se puede conjeturar es que sería el gran momento para el liberalismo moderno, aun cuando no se erigiera en partido. Si Piñera aspira realizar un gobierno audaz y efectivamente de centro-derecha, tendrá dificultades serias con la UDI, con fracciones de su propio partido y con la “derecha profunda”. Un respaldo, no incondicional, pero sí “técnico”, intelectual de un liberalismo moderno más armado, le sería de gran utilidad. Y tanto más sí éste se decide a fungir también como “circuito de poder” y en tal cualidad cumple labores de interlocución entre Piñera y sectores de la Concertación.

sábado, 30 de agosto de 2008

Argentina: Nueva izquierda y derechos


Roberto Gargarella y Rubén Lo Vuolo
Página 12

En los últimos tiempos se abrió un debate público en torno de la posible emergencia de una “nueva derecha”. Aunque podríamos compartir algunas preocupaciones expresadas en esa discusión, nos interesa interrogarnos acerca de si esa eventual emergencia no se explica en parte por las características de la “nueva izquierda” que podría oponérsele.

Según entendemos, un programa de izquierda debería apostar ineludiblemente por una mayor democratización política y un mayor igualitarismo económico. La mayor democracia política debe significar reformas destinadas a asegurar la redistribución de la autoridad política; la atomización del poder; incentivos para la intervención cívica en política –en definitiva, la recuperación por parte de la ciudadanía de su poder de decisión y control sobre los asuntos públicos–. El modelo político implementado en los últimos años representa, en cambio, el máximo ejercicio, en democracia, de la verticalización de la autoridad. No es que la reforma política no haya resultado como se esperaba. Ocurre que se la pulverizó y se la cambió por medidas destinadas a reforzar la autoridad presidencial. El presidente controla hoy áreas que nunca antes, gracias a la autoridad inéditamente delegada por el Congreso. Y lo hace bajo el control de una Comisión Bicameral Permanente, organizada a partir de una ley dudosamente constitucional, que ha aprobado hasta hoy todas las iniciativas del Ejecutivo.

Una agenda de izquierda requeriría mayor control popular sobre el uso de los fondos públicos. Sin embargo, lejos de promover –por caso– un presupuesto participativo, las reformas institucionales implementadas en los últimos años han seguido el camino directamente opuesto, asegurando menos poder al pueblo y máxima concentración de autoridad sobre el jefe de Gabinete, para permitirle que reasigne a voluntad las partidas presupuestarias (Ley de Administración Financiera). Peor aún, en tiempos recientes han proliferado fondos fiduciarios destinados a subsidiar capitalistas elegidos, con recursos subvaluados y compromisos de gasto incontrolables.

Un programa de izquierda exigiría la difusión de información plena y transparencia absoluta de la gestión de gobierno, para que el pueblo gane en conocimiento y control sobre la vida colectiva. Contra ello, lo que se observa es la destrucción de todos los indicadores económicos confiables, lo cual aumenta el poder de agentes económicos con capacidad de construir e imponer su propia visión de la economía.

La agenda de izquierda demandaría la democratización de la palabra y la comunicación públicas. El habitual vaciamiento del Congreso, sin embargo, conspira contra dicho ideal, pero mucho más cuando se le suma el fortalecimiento de los grandes medios de comunicación promovido en los últimos tiempos, luego de que –más allá de la retórica– se prorrogasen por 10 años las licencias (otorgadas por la última dictadura militar y el menemismo) a los actuales concesionarios de servicios de radio y televisión, mientras se procura el disciplinamiento y castigo a los medios supuestamente opositores a través del uso discrecional de la publicidad oficial.

La agenda de izquierda requeriría el fortalecimiento del control popular sobre el gobierno, y la injerencia directa de la ciudadanía en los órganos de la Justicia. Las reformas destinadas a ganar control ejecutivo sobre el Consejo de la Magistratura o el inesperado movimiento ejecutivo sobre el nombramiento de jueces subrogados (lo que le permite al gobierno, en los hechos, no sólo escapar del control popular, sino hasta eludir al Congreso en la designación de jueces) ratifican que, contra las esperanzas iniciales, también aquí se está transitando por el camino equivocado.

Insistiendo en el igualitarismo económico, por lo demás, el programa de la izquierda debería dar prioridad a una estructura tributaria progresiva que, ante todo, recaude allí donde se manifiestan las expresiones de riqueza y la capacidad contributiva. Por el contrario, lo que se ha hecho es aprovechar la estructura tributaria regresiva y los ingresos crecientes para otorgar exenciones tributarias a grandes empresas y subsidiar al capital amigo, sin reformar el impuesto a las ganancias, gravar a la renta financiera, a la transferencia de títulos de propiedad, a la herencia, etc.

Una propuesta de izquierda debería cuidar el balance intergeneracional de la riqueza. Contra ello, se permitió la extracción de la renta petrolera por grupos de capitales privados, drenando las reservas hasta llegar a niveles críticos y comprometer el autoabastecimiento. Esta expropiación para las futuras generaciones se conjuga con la falta de revisión integral de los procesos de privatizaciones, retomando el control público sobre áreas estratégicas imprescindibles como la energía. En lugar de buscar caminos para recuperar la propiedad pública de áreas estratégicas, se prefirió el eufemismo de “argentinizar” el capital facilitando el ingreso al negocio de los servicios públicos de capitalistas amigos, mientras se usan fondos públicos y se emite deuda para financiar obras que ofenden cualquier racionalidad moral y técnica.

Asimismo, a un programa de izquierda le correspondería orientarse a universalizar el acceso a políticas sociales de transferencia de ingresos, integrando a toda la ciudadanía en las mismas instituciones de protección social y promoviendo la autonomía y las capacidades personales. Del mismo modo, dicho programa no debería utilizar los fondos de políticas sociales para financiar al Tesoro, sino que debería utilizar los fondos para sostener una reforma del sistema de previsión social, otorgando derechos a la cobertura universal de una jubilación básica incondicional, retomando un esquema solidario sustentable financieramente.

Resulta claro, el mérito de un programa de izquierda no puede ser el de no reprimir a los sectores que protestan. Su mérito debe ser el de asegurar para todos, incondicionalmente, los derechos sociales que constitucionalmente les corresponden y que hoy se deniegan o conceden graciosamente, en la forma de favores o privilegios.

sexta-feira, 29 de agosto de 2008

Ecuador: construir democraticamente una sociedad democrática

Alberto Acosta
Gramsci e o Brasil

Cuando comenzamos nuestros recorridos electorales por Ecuador hicimos un compromiso: en sintonía con el sentir de las mayorías, comprender aquellas esperanzas de cambio, que empezaron a consolidarse con el triunfo del ahora ciudadano presidente Rafael Correa. Este compromiso se ratificó el 15 de abril de 2007, cuando con una abrumadora votación la sociedad se pronunció a favor de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, reafirmada con nuestra elección, en calidad de asambleístas, el domingo 30 de septiembre.

Cuando se instaló la Asamblea Constituyente, el viernes 29 de noviembre, asumimos una tarea compleja: abrir la puerta a la esperanza. Esta Asamblea sintetizó una oportunidad histórica. Hicimos un esfuerzo para pensar en nuestro futuro, no como individuos sino como una sociedad de iguales y libres, decididos a mejorar las condiciones de vida de toda la población, en especial de esos cientos de miles de personas marginadas, explotadas, olvidadas… muchas de las cuales nos visitaron en Montecristi o en tantas esquinas de la Patria.

Encargada a las mesas constituyentes la elaboración de textos constitucionales, estos debían ser sometidos a consideración y debate del Pleno de la Asamblea, de todos los que fuimos elegidos por el pueblo ecuatoriano y también de la opinión pública y demás actores. Esa ampliación del debate, sostenemos, dotó a la Constitución de una representación mayoritaria, convirtiéndola en un hecho político, ciudadano, contrariamente a la costumbre instalada de pequeños cenáculos de poder que acuerdan, sin nuestra opinión, nuestro destino [1].

Tengamos siempre presente que nuestro objetivo fue y es construir democráticamente una sociedad democrática; si el camino no es democrático, el destino no será la democracia. Con la nueva Constitución queremos que los ciudadanos y las ciudadanas tengan en sus manos la definición del presente y la construcción del futuro: el poder es para la ciudadanía. Sin ningún afán por concentrar el poder político, todo lo contrario, planteamos, como muestra, la no reelección indefinida de ninguna persona escogida con el voto popular. Proponemos la revocatoria del mandato presidencial, con la condición de que el legislativo, que promueva esa iniciativa de revocatoria, se disuelva. Creemos que, en contrapartida, el presidente puede disolver por una sola vez durante su mandato al legislativo, pero que al momento de elegir a los nuevos diputados, la ciudadanía al mismo tiempo decida si el presidente continúa en su cargo. Igualmente, proponemos la independencia partidista de los tribunales de la República. Alentamos un reordenamiento territorial y administrativo solidario y eficiente, sustentado en regiones autonómicas construidas sobre bases históricas y de alianza de oportunidades, fortalezas e identidades, decididas por sus habitantes y que consoliden efectivamente la unidad de nuestro Ecuador. Siempre más democracia, nunca menos.

Para nosotros el valor básico de la economía es la solidaridad. Queremos una economía distinta, diferente de aquella caracterizada por una supuesta libre competencia, que anima al canibalismo económico entre seres humanos. A partir de esa definición aspiramos a construir relaciones de producción, de intercambio y cooperación que propicien la eficiencia y la calidad. El mercado por si solo no es la solución, tampoco lo es el Estado; por lo tanto, alentamos una relación dinámica y constructiva entre mercado, Estado y sociedad. No queremos una economía controlada por monopolistas y especuladores, como en la época neoliberal; por eso los bancos tendrán que vender todas sus empresas no vinculadas a la actividad financiera. Perseguimos una economía de propietarios y productores. Una economía que garantice el derecho de propiedad bien habida. Pero también el derecho a la propiedad de quienes nada o muy poco tienen. El ser humano, al ser el centro de la atención, es el factor fundamental de la economía. Y en ese sentido, rescatando la necesidad de fortalecer y dignificar el trabajo, nos declaramos contrarios a cualquier forma de precarización laboral, como la tercerización, tanto como de toda forma de persecución a los comerciantes y los artesanos informales.

En lo social queremos que se prioricen los gastos en educación y salud, en tanto derechos humanos, que serán gratuitas y de primerísima calidad. Planteamos la universalidad de la seguridad social, de ninguna manera su privatización. Por igual establecemos la gratuidad de la educación en todos los niveles, incluyendo el universitario. Debemos empeñarnos en superar tanto el machismo como el racismo, así como toda forma de exclusión social.

Recordemos igualmente que la lucha en contra de la corrupción debe ser inclaudicable. No podemos permitir que la impunidad cubra tantos atracos a los recursos del pueblo ecuatoriano. Estamos convencidos de que con sanciones ejemplarizadoras, con mayor transparencia y creciente participación ciudadana combatiremos esta lacra, que ha crecido de una manera imparable en los últimos años.

Esta Constitución, la más ecuatoriana de la historia republicana, que ofrece una categórica propuesta de descentralización y autonomías, sobre bases de solidaridad y equidad, abre la puerta también a la integración regional, como paso fundamental para que los pueblos de Nuestra América puedan insertarse con dignidad e inteligencia en el contexto mundial. Y para hacerlo empieza declarando al Ecuador como un territorio de paz, en donde no podrán asentarse fuerzas militares extranjeras con fines bélicos, ni ceder bases militares nacionales a soldados foráneos; una decisión que coincide con la resolución del gobierno del presidente Correa para cerrar el año 2009 la base militar norteamericana en Manta.

Esta es, en una apretada síntesis, la nueva Constitución, un canto a la vida, un proyecto colectivo escrito ahora pensando en el mañana. Un proyecto que nos permita tener una vida equilibrada entre todos los individuos, con la colectividad y con la Naturaleza. Nunca olvidemos que lo humano se realiza en comunidad; con y en función de otros seres humanos, sin pretender dominar a la Naturaleza. Por eso, en forma pionera a nivel mundial, en la nueva Constitución hemos establecido que la Naturaleza es sujeto de derechos. Y de allí se derivan decisiones trascendentales: el agua es asumida como un derecho humano, que cierra la puerta a su privatización; la soberanía alimentaria se transforma en eje conductor de las políticas agrarias y de recuperación del verdadero patrimonio nacional: su biodiversidad, para mencionar apenas un par de puntos.

Aceptemos que nosotros no somos los únicos portadores de esta propuesta de cambios transformadores e incluso revolucionarios. Nosotros hemos consolidado, convertido en norma del Estado, todas las voces de esperanza, de cambios revolucionarios; las propuestas, las marchas de tantas mujeres y hombres, indígenas, afroecuatorianos, cholos, montubios, mestizos, jóvenes, estudiantes, trabajadores, campesinos, maestros, jubilados, emigrantes, ecologistas, amas de casa, empleados, profesionales, comunicadores sociales, artesanos, pescadores, artistas, investigadores, empresarios pequeños, medianos e incluso algunos grandes que han apostado por el país y su desarrollo. Contamos con una valiosa memoria acumulada en tantas jornadas de lucha popular. Sólo con el concurso de todos y de todas podremos contribuir a la construcción de una sociedad equitativa y libre, que es lo que nos ha orientado en la elaboración de esta nueva Constitución, entendida como un proyecto de vida en común.

Por lo expuesto, que apenas sintetiza algunos puntos de los conseguidos en Montecristi, tenemos que comprometernos con el sí en el referéndum del próximo 28 de septiembre como un paso más de esta larga lucha popular, para, luego de terminado el referéndum aprobatorio de la nueva Constitución, empezar el verdadero proceso constituyente. Esto significa disputar el sentido histórico del desarrollo, que en la actualidad, incluso dentro de la tendencia de cambio, se centra en el enfrentamiento de las tesis neodesarrollistas que se sustentan todavía en el extractivismo enfrentadas a las tesis de un desarrollo que busque consecuentemente el Buen Vivir, es decir que garantice la armonía entre sociedad, economía y Naturaleza.

Tendremos que consolidar nuestras propuestas en nuevas leyes y en renovadas políticas, una tarea que nos convoca a seguir caminando a los habitantes del campo y de la ciudad. Tenemos que apropiarnos de la nueva Constitución. Habrá que impedir que se trate de vaciar de contenido a la nueva Constitución, si ésta recibe el respaldo mayoritario de la población.

Hemos demostrado que tenemos voluntad de diálogo. Sin embargo, los acuerdos políticos tienen como condición innegociable sustentarse en el sentido de país, aportar al buen vivir, al bien común, y no sacrificar los intereses nacionales en beneficio particular de personas, gremios y corporaciones; los privilegios de unos pocos son insostenibles. A diferencia de las prácticas de los grupos oligárquicos (responsables de la crisis nacional) que han controlado el Estado durante décadas, no pretendemos ganar nuestras posiciones simplemente con la fuerza del número, sino con la de los argumentos. Por eso proponemos la conformación de un gran frente nacional, que se proyecte más allá del referéndum, para que la Constitución sea realmente de todos y de todas, no de un gobierno en particular.

Tenemos una gran responsabilidad por delante. Debemos cumplir con tantas esperanzas acumuladas, represadas y con una historia de cambios que nos permita vivir como seres humanos en un mundo posible. Urge pensar en el Ecuador que queremos dejar a las futuras generaciones: a nuestros hijos, a nuestros nietos. Por eso en este momento, cuando estamos concluyendo esta etapa del proceso constituyente y empezamos una nueva fase, ratificamos nuestro compromiso con la Patria.

El proceso participativo que impulsamos para superar aquellas formas elitistas, carentes de representatividad y representación, necesariamente debe incorporar la pluralidad de expresiones, visiones e ideales del país que queremos. Debe abrir la puerta a un proceso de democracia sin fin, que es la senda para ir cristalizando el socialismo.
Tenemos una nueva Constitución por la que vale la pena luchar. Una Constitución que todos y todas seguiremos debatiendo y aprehendiendo, aún después del 28 de septiembre, en la búsqueda de que lo enunciado se vuelva parte de la vida de todos los días, de nuestros emprendimientos, de nuestra asunción de responsabilidades.

[1] Es esa apropiación, esa incorporación de ideas de esperanza y bien para todos — que demandaba sus tiempos — lo que debimos confrontar con la premura del cronograma, de la fecha límite. Como es conocido, mi posición — coherente con lo que pienso y en lo que creo, y que se sustenta en la deliberación democrática — no recibió el soporte y apoyo que requería. En consecuencia, renuncié a la Presidencia de la Asamblea Constituyente, a la cual fui elegido por casi unánime adhesión. Me opuse a esa suerte de embutimiento de textos, a forzar las intervenciones de los Asambleístas y a limitarlas. La manera como hemos concluido con lo encomendado, lamentablemente me ha dado la razón. Pero eso, sin embargo, más allá de algunos errores lamentables en la redacción, no afecta el sentido histórico de la Constitución de Montecristi.

quinta-feira, 28 de agosto de 2008

A fome nos tempos das supersafras


Marília Mendonça Leão

Folha

Vivemos o paradoxo de sermos um grande produtor de alimentos sem, contudo, conseguirmos distribuí-los eqüitativamente.

Existe fome no Brasil? A resposta, infelizmente, é sim. Como o tema é complexo, tem provocado debates acalorados e confrontos entre argumentos acadêmicos, metodológicos e, sobretudo, políticos. A fome e a pobreza são fenômenos que andam juntos, dramaticamente complementares e sinérgicos. Um potencializa o outro. Formam o círculo perverso da miséria e da violação do direito humano à alimentação.

A fome não é um fenômeno que se instala do dia para a noite. É um processo que vai se impondo progressivamente. Primeiro, vem a carestia de bens materiais, seguida pela falta de bens de consumo e, por último, faltam os alimentos. Falta moradia digna, escola, serviços de saúde, vestimenta, dignidade e, por fim, falta comida. Falta tudo, é fome. As famílias, em qualquer lugar do mundo, utilizam estratégias para driblar a fome. Não falam, mas praticam. Procuram alimentos mais baratos e densamente calóricos, diluem alimentos, reduzem a quantidade de refeições. Como última medida, diminuem a comida no prato. Ainda como derradeira e penosa liturgia, reduzem o alimento das crianças.

A fome, portanto, possui componentes quantitativos, qualitativos, psicológicos, econômicos e sociais. Estar livre da fome e ter acesso regular e permanente a uma alimentação adequada é direito fundamental de cada brasileiro, indispensável à realização dos direitos constitucionais. Mas, como medir a violação desse direito? Como medir a (in)segurança alimentar e nutricional? Não existe um "medidor" único que reflita todas as dimensões do problema. Existem indicadores capazes de captar determinadas dimensões, mas nenhum informa todas as variáveis.

Pesar e medir as pessoas é um modo ótimo de verificar déficits e excessos alimentares, atuais ou pregressos. São os chamados indicadores antropométricos. Baseiam-se em método universal e geram índices de excelência para as áreas das ciências da saúde. Mas esse método não é, necessariamente, o mais viável quando se quer considerar outras dimensões, que incluem dignidade da pessoa humana, medo de passar fome, hábitos culturais, sustentabilidade. Se assim fosse, uma pessoa que tem peso e altura dentro dos padrões de normalidade à custa de calorias coletadas num lixão não ensejaria problema. Há, pois, dimensões da fome que os tais indicadores antropométricos não captam.

Pesquisa recente do Ministério da Saúde revelou que a desnutrição infantil -medida por peso e estatura- está virtualmente eliminada do país. É, sem dúvida, um resultado importante na luta contra a fome. Mas chamamos a atenção para aquelas crianças e famílias ainda invisíveis ao poder público e que até mesmo jamais fizeram parte de uma amostra de inquérito populacional porque nem sequer têm endereço fixo ou moradia. É, por exemplo, o caso das crianças indígenas acompanhadas pelo Ministério da Saúde nos distritos sanitários especiais indígenas, em 2007. Entre as 25.700 crianças monitoradas mensalmente, a prevalência máxima de baixo peso para a idade chegou a 30%, confirmando a vulnerabilidade desses povos. É o nosso Haiti.

Portanto, avaliar a fome requer a conjugação de diversos componentes e indicadores, como renda e gastos com alimentação nos domicílios, estudos de consumo alimentar individual, indicadores de percepção das famílias sobre sua (in)segurança alimentar, entre outros.

Na realidade, ainda falta muito para o país alcançar o direito humano à alimentação adequada de seus habitantes. Vivemos o paradoxo de sermos um grande produtor de alimentos, com recordes de supersafras agrícolas, sem, contudo, conseguirmos distribuir eqüitativamente os alimentos que colhemos. Numa economia de mercado, a renda é determinante do acesso aos alimentos.

Quem tem dinheiro consegue comprar alimento suficiente. Senão, é fome na certa, exceção para aqueles que produzem os seus próprios alimentos, situação cada vez mais rara nos tempos atuais.

Daí a função importantíssima de programas de transferência direta de renda na recomposição do poder de compra das famílias pobres. Segundo dados do Ipea (2007), 54 milhões de pessoas são consideradas pobres no Brasil -renda mensal domiciliar per capita de até R$ 207,50 (meio salário mínimo). Com tal renda, ninguém consegue adquirir alimentos suficientes para uma alimentação saudável e uma vida digna.

É papel da sociedade civil defender sempre a ampliação e o aperfeiçoamento das políticas públicas que reduzem a pobreza e promovem a inclusão social. A luta por um mundo livre da fome não aceita retrocessos. Estamos no caminho certo, mas precisamos avançar mais rápido para vivermos em um Brasil onde o direito humano à alimentação adequada seja uma realidade para todos.

quarta-feira, 27 de agosto de 2008

Fernando Lugo y el nuevo proceso integrador de la Cuenca del Plata


Fernando Del Corro
ALAI

El nuevo gobierno paraguayo tiene una agenda estratégica que abarca todo el Conosur. Uno de los ejes centrales de esa estratégia es la retomada de Urupabol, un antiguo tratado entre los tres menores países de la región: Uruguay, Paraguay y Bolivia. Lugo reafirma disposición en favor de la plena integración de la región, pero también desea fortalecer la posición de los países menores para mejorar la negociación con los grandes, especialmente Brasil y Argentina.

La llegada al gobierno paraguayo de Fernando Armindo Lugo le ha dado, en apenas poco más de una semana de gestión, un nuevo dinamismo al proceso integrador de la Cuenca del Plata comenzando por la revitalización de un antiguo tratado entre los tres países menores de la región, el URUPABOL (Uruguay, Paraguay, Bolivia).

Existe una breve pero interesante historia de dicho tratado realizada por el académico uruguayo Bernardo Quagliotti de Bellis, director de la revista “Geosur”, de la Asociación Suramericana de Estudios Geopolíticos, relacionada con el período de su existencia entre 1963 y 1976, hasta su denuncia por parte del ex dictador paraguayo Alfredo Stroessner, presionado por el también dictatorial gobierno brasilero de entonces.

El término URUPABOL reapareció días atrás en Asunción del Paraguay el mismo pasado 15, en bocas del presidente boliviano Evo Morales durante una charla que mantuvo con un grupo de periodistas horas después de la ceremonia de traspaso del mando de Nicanor Duarte Frutos a Fernando Lugo. Por primera vez, en muchos años, más de 30, en boca de un jefe de estado de la región se volvió a escuchar hablar de aquel viejo tratado.

Pero había sido Lugo el paladín de su recuperación. Tras imponerse en las elecciones en su país en el pasado abril, realizó una visita a todos los países de la Cuenca del Plata y así visitó en la Argentina a Cristina Elisabet Fernández; en Bolivia a Evo Morales Ayma; en el Brasil a Luiz Inácio Lula da Silva; y en el Uruguay a Tabaré Vázquez; amén de algunos extrazona como el nicaragüense Daniel Ortega y el venezolano Hugo Chávez.

Durante su campaña la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), el frente político heterogéneo conformado alrededor de la figura de emblemática de Lugo, tanto él como sus seguidores se encargaron de plantear la necesidad de reformular los tratados de Itaipú y Yacyretá, las dos grandes centrales hidroeléctricas sobre el Río Paraná –la primera de ellas la mayor generadora de energía del mundo- de las que el Paraguay obtiene escaso provecho dado su paupérrimo nivel de desarrollo por lo que debe vender el excedente, o sea casi todo lo que le corresponde, a sus respectivos socios: el Brasil y la Argentina.

La estrategia energética diseñada por Ricardo Canese, un ingeniero electo parlamentario del MERCOSUR por el movimiento Tekojoja, la fuerza propia de Lugo dentro de la APC, pasa, precisamente, por una gran integración de esos recursos entre los cuatro, por ahora, miembros plenos del tratado regional más Bolivia y, en un futuro, a las más distantes Venezuela, en vías de adhesión definitiva a dicho pacto, y a Chile.

Sin embargo, en este planteo estratégico que abarca todo el Cono Sur y algo más hay un eje central: el URUPABOL. Lugo lo habló en sus visitas a Tabaré y Evo. Este último recogió el guante de inmediato y poco después salió a plantearlo como estrategia. Tabaré aún guarda silencio, seguramente porque su política, diseñada por el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, no apunta a sus vecinos sino a la firma de tratados de libre comercio (TLC) y si aún no lo ha hecho con los Estados Unidos de América se debe a la resistencia que ello genera internamente en el gobernante Frente Amplio.

En ese marco salió rápidamente Lugo a reforzar su proyecto enviando, en nuevas visitas, ahora a su canciller, Alejandro Hamed Franco, un reconocido historiador cuya designación fue cuestionada por círculos del poder económico, desde los Estados Unidos y aún por algunos sectores desde el interior de la propia APC, en particular del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA). Hamed ya habló de la cuestión en Montevideo con su par uruguayo Gonzalo Fernández. El mismo que pocos días antes había planteado la necesidad de “flexibilizar” el MERCOSUR mientras uno de los precandidatos a suceder a Tabaré, el senador ex Tupataro José Mujica, repetía en la Argentina su decisión de fortalecer el pacto regional.

Con Lugo los cuestionamientos a la integración que esgrimían funcionarios de Duarte Frutos se terminaron. La decisión es la de la plena integración pero el bloque de los más chicos puede ayudar a una mejor negociación con los más grandes. Bolivia tiene gas, aunque por ahora no le alcance más que para abastecer su mercado interno, al Brasil y un poco a la Argentina , pero va por más. Por lo tanto hay que prever un gasoducto que la conecte con el Paraguay y con el Uruguay –en este caso a través del Brasil o de la Argentina- que no lo tienen. Del mismo modo el Paraguay, si obtuviese concesiones de la Argentina y el Brasil para disponer con alguna libertad sus excedentes de Yacyretá e Itapú, podría abastecer de energía eléctrica a Bolivia y el Uruguay, y con ello el cinturón de seguridad regional en la materia estaría asegurado.

El tratado del URUPABOL, firmado el 25 de abril de 1963, hace algo más de 45 años, apuntaba, entre otras cosas, como recuerda Quagliotti de Bellis, al desarrollo de una flota fluvio-marítima común. Bolivia y el Paraguay son países mediterráneos que se conectan con el Océano Atlántico a través de ríos de la Cuenca del Plata. La costa uruguaya tiene las mejores condiciones para un puerto que centralice el comercio ultramarino y de hecho ya se ha venido modernizando el de la propia Montevideo. De más fácil acceso y más barato que el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la Argentina.

Por ello es clave la Hidrovía del Río de la Plata, con el Paraná y el Paraguay, eventualmente extendible hasta el Bermejo, como en su momento se lo propusiera el oidor de Charcas (Bolivia), Juan de Matienzo, al rey de España Carlos I, lo que dio lugar a la definitiva fundación de la ciudad de Buenos Aires para facilitar el comercio entre la entonces metrópoli colonial y las minas de metales preciosos del Alto Perú. Este tema de la Hidrovía fue parte de las charlas entre Hamed y Gonzalo Fernández.

En el Uruguay se pretende desarrollar la energía nuclear y el Paraguay tiene uranio. Su sobreabundancia hidroeléctrica no lo ha llevado a ver aquella otra fuente de aprovisionamiento, pero facilitarlo a una futura central uruguaya ayudará al proceso de interconexión global, para el cual también está prevista, como se ha señalado, en la visión del gobierno de Lugo, la indispensable participación del Brasil y la Argentina, amén de los mencionados acuerdos geográficamente más complicados, con Chile y Venezuela.

Un acuerdo también se amplía a todo otro número de cuestiones, entre ellas la complementación en materia alimentaria, en la cual el Uruguay es el país mejor posicionado de los tres, aunque el Paraguay tiene una enorme potencialidad, a la cual Bolivia puede adicionar, por razones geográficas y climáticas otros productos, cuyos cultivos puede intensificar.

El Paraguay fue el país más desarrollado de la región en los albores de la independencia de los países surgidos de las metrópolis colonialistas ibéricas a comienzos del Siglo XIX a partir de la visión del gran presidente jacobino José Gaspar Rodríguez de Francia. Tras la infausta “Guerra de la Triple Alianza ” pasó a estar subsumido en el atraso contumaz. Lugo no sólo habla de los aborígenes, de los pobres y de la democracia formal; tiene un proyecto estratégico para transformar su país y para ello cuenta con la buena voluntad de Cristina y Lula, pero en ese marco ha puesto buena parte de sus fichas en resucitar el URUPABOL.

terça-feira, 26 de agosto de 2008

Allende, ayer y hoy


Carlos Fazio
La Jornada

Hace unos días, en El Escorial, uno de los símbolos del nacional-catolicismo español encarnado por la dictadura de Francisco Franco, tuvo lugar un seminario sobre El pensamiento vivo de Allende. Desde distintas ópticas, un grupo de académicos y periodistas, convocados por la Universidad Complutense y La Jornada, analizamos la vida y coherencia política del dirigente chileno Salvador Allende, principal constructor de la vía pacífica al socialismo que culminó en 1973 con el golpe de Estado del general Augusto Pinochet.

Como apuntó con certeza Pablo González Casanova, “el pensamiento vivo de Allende no es lo que pensaba Allende; es lo que piensan los chilenos hoy”. Y en parte, eso tiene que ver con la distorsión de la memoria. Con la inconsecuencia entre el discurso y los hechos. Con las diferencias entre el país formal y el Chile real. Pero también con el “empobrecimiento” de palabras como liberación, democracia y socialismo, desprovistas de su sentido humanista, anticapitalista y antimperialista por políticos y parlamentarios neoliberales que se dicen socialistas.

Allende entendía la democracia como participación. “La democracia se vive, no se delega”, decía. Y como político en campaña pugnó siempre “por conciencias que votaran y no votos sin conciencia ni ideas, sin principios ni doctrina”. Impulsó una ciudadanía plena para romper con el subdesarrollo; un cambio social democrático a la chilena. La suya, repetía, era una “revolución inexportable”. Temprano, supo detectar el surgimiento de una burguesía rapaz trasnacional, y contra ese poder económico defendió el proyecto social de largo plazo de la Unidad Popular (UP), dentro de la legalidad burguesa que había heredado.

En su lucha contra la “colonización del pensamiento” utilizó el marxismo como método de análisis, no como receta. Y le sumó los valores universales de la revolución francesa y la experiencia acumulada por la izquierda chilena desde finales de los años 30, cuando el radical Pedro Aguirre Cerda lideró el Frente Popular. Según Joan Garcés, en 1939, ante la imposición sangrienta del franquismo en España y la capitulación de la tercera república en Francia, Aguirre Cerda pudo parar el golpe porque en la Casa Blanca estaba Franklin D. Roosevelt. Pero en 1973 Allende y la UP no pudieron detener el pinochetazo, porque un “delincuente” gobernaba Estados Unidos: Richard Nixon.

Nixon dijo que había que “hacer aullar de dolor a la economía chilena”. Y ordenó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ejecutar un plan de desestabilización bajo los parámetros de la guerra sicológica contrainsurgente. Para ello, Washington contó con la complicidad de las trasnacionales ITT, Anaconda y Kennecott Copper, y la de los poderes fácticos chilenos. En particular, con la vieja oligarquía, afectada por las nacionalizaciones de los sectores minero y bancario, y por la reforma agraria allendista. También se aprovechó del mito de la constitucionalidad de las fuerzas armadas; recurrió al terrorismo mediático del grupo Edwards y sumó la legitimación ideológica de una jerarquía católica conservadora que sacralizó el terrorismo de Estado, mediante lo que Franz Hinkelammert llamó la “teología de la masacre”.

En ese contexto, el de Pinochet no fue un cuartelazo común. Más allá de su calificación de fascista o bonapartista, la junta militar consumó la contrarrevolución burguesa. No fue una dictadura cualquiera: fue un modelo diseñado e impulsado desde los centros hegemónicos en Washington, con el objetivo de asegurar la preservación del sistema de dominación capitalista. Chile fue un laboratorio que tuvo en las fuerzas armadas su columna vertebral y el soporte último de la fortaleza de un nuevo Estado autoritario y clasista, como instrumento puro de los clanes monopólicos-financieros.

A sangre y fuego, bajo la tutela de los militares facciosos, llegaba a su fin el modelo desarrollista del capitalismo dependiente en América Latina, y daba inicio una nueva fase de acumulación bajo la hegemonía de las trasnacionales. De la mano de la Doctrina de Seguridad Nacional, Chile se convirtió en el proyecto piloto del neoliberalismo. Los profundos cambios en las estructuras económicas, sociales y políticas fueron acompañados por los esfuerzos orientados a destruir los patrones éticos, ideológicos y culturales de la sociedad chilena, a fin de imponer otros basados en el consumismo, el individualismo y la competitividad interpersonal. Bajo la retórica libre empresista y de defensa del “dios mercado”, se pretendió encubrir el designio de colocar todo el andamiaje estatal al servicio de las ganancias del capital privado, doméstico y foráneo. Además, el “proceso de purificación” de los golpistas tuvo, entre otras tareas, la despolitización de la ciudadanía; eliminar la sociedad política y borrar el pensamiento democrático de Allende.

En su discurso postrero, con La Moneda en llamas, Allende reiteró que quería ser recordado “como un hombre digno que fue leal a su patria”. La política también implica un ejemplo de moral; no cualquiera tiene el valor de morir como murió Allende. Hasta en eso dijo lo que pensaba e hizo lo que dijo. Y mal que les pese a algunos segmentos de la “izquierda” que terminaron por asimilar la idea de que la simple discusión sobre el itinerario pinochetista de transición constituía una posición “sectaria”, “militarista” y de “peligroso juego a la dictadura” –según ha escrito Darío Salinas–, lo de Allende es una herencia. Su pensamiento y su proyecto siguen vigentes, hoy que la concertación gobernante ha dado por finalizada la “transición” en Chile.

El allendismo es un modo de entender la historia, de construir la historia. La historia se construye con valor personal, con coherencia, con compromiso, no con el cálculo político ni siendo prisionero de un pragmatismo intrascendente. Todo eso también se hace soñando. Y Salvador Allende fue un gran soñador.

segunda-feira, 25 de agosto de 2008

Construir uma nova hegemonia é desafio para América Latina

Emir Sader
Página 12

Em entrevista ao jornal argentino Página 12, Emir Sader analisa o atual momento político da América Latina. Para o sociólogo brasileiro, o que está faltando para a integração da região avaçar é um projeto estratégico de futuro, uma compreensão mais clara do que é a América Latina hoje. As propostas do Banco do Sul, de uma moeda única e de um Banco Central Único apontam para essa direção. A entrevista é de Raúl Dellatorre.

O processo político da última década na América Latina deu como resultado governos de um sinal distinto do neoliberalismo. Alguns decididamente opostos, outros com “traços contraditórios”, segundo a expressão empregada por Emir Sader, analista político brasileiro e diretor executivo do Conselho Latinoamericano de Ciências Sociais (Clacso). Apesar das coincidências que se observam em muitos sentidos, no plano econômico os países da região parecem não terminar de romper o molde que a enquadra nem de afastar de cima de si as sombras de seu passado.

O que está faltando aos países da região para integrar-se e avançar de forma mais acelerada rumo a um processo de transformação?

Emir Sader:
Um projeto estratégico de futuro, uma compreensão mais clara do que é a América Latina hoje, da natureza de seus regimes econômicos e sociais em função do papel do Estado. E pensar que futuro pode haver para além do neoliberalismo.

Na sua avaliação, em que aspectos se avançou?

Emir Sader:
Alguns ladrilhos dessa construção já existem, seja como realidades ou como menções no discurso. O Banco do Sul, a idéia de uma moeda única, o Banco Central único, tudo o que significaria uma política econômica única, são elementos importantes. Mas, ao mesmo tempo, é preciso discutir que modelo de sociedade queremos e isso significa pronunciar-se a favor de uma sociedade desmercantilizada. Discutir que tipo de Estado queremos, propondo um Estado que não esteja dominado pela financeirização. Definir que tipo de cultura, que identidade e diversidade cultural devemos ter. Dizer que tipo de espaço alternativo criamos, por fora da hegemonia unipolar norte-americana.

O que implica tudo isso?

Emir Sader:
Esse processo implica não somente integração econômica e social, mas também tecnológica, cultural, educacional, midiática e de estruturas políticas. Existe um esboço de parlamento latinoamericano, mas ainda estamos muito longe de ter estruturas supra-nacionais de caráter latinoamericano ou sul-americano. O tema, poderíamos dizer, agora é político, é discutir futuras relações de poder. Que tipo de sociedade, que nova hegemonia queremos construir.

Aparentemente, alcançar esses objetivos exigiria um salto de consciência importante das sociedades e de sua classe política, uma mudança em relação ao paradigma neoliberal da década anterior. Neste sentido, que papel estão desempenhando os intelectuais da América Latina, sejam eles economistas ou cientistas sociais?

Temos uma trajetória extraordinária do pensamento crítico latinoamericano. A grande virada foi a crítica que a Cepal fez à teoria do comércio internacional, que deu a volta ao mundo, e pensou o intercâmbio a partir da periferia e as formas de desenvolvimento desigual, de intercâmbio desigual. Foi pensar na acumulação a partir da periferia, com todas as debilidades deste processo. A grande novidade histórica da segunda metade do século passado, em termos econômicos, foi a industrialização da periferia. Até aí, esse era um tema monopolizado pelo centro. A periferia era agricultura, mineração, pecuária e nada mais.

Quais foram os efeitos dessa virada?

Emir Sader:
Essa mudança no pensamento econômico elevou o nível de identidade nacional, colocou a relação com as potências imperiais em um nível superior. O nacionalismo foi o grande fenômeno do século passado na América Latina. Com tons anti-imperialistas maiores ou menores, segundo o caso. Mas foi concebido pela intelectualidade, E, em anos recentes, várias teorias elaboradas nessa época ajudaram a pensar a ação política dos novos governos na região. Mas não em todos os casos.

Poderia dar exemplos dos dois casos?

Emir Sader:
Na Bolívia, deu-se por meio de um grupo pequeno de intelectuais, chamado “La Comuna” (do qual surge o atual vice-presidente, Álvaro García Linera). Um núcleo de acadêmicos articulou-se fora da Universidade e ajudou o movimento indígena a repensar sua identidade, sua trajetória. A fazer uma auto-crítica da esquerda boliviana, de seu passado. No Equador, também há setores intelectuais que estão articulados entre si e com o processo político. Na Venezuela, em troca, dá-se um processo de mudança com uma ausência enorme de uma intelectualidade que ajude a pensar esse processo. E isso é grave.

E como você classificaria os casos da Argentina e do Brasil?

Emir Sader:
São dois países com uma trajetória intelectual muito maior do que a dos quecitei anteriormente, com muito mais raízes no pensamento crítico. No entanto, hoje mostram uma ausência relativa desta intelectualidade nos temas políticos, ideológicos, culturais e econômicos, uma ausência muito grave.

Venezuela, Brasil, Argentina. Está falando dos países economicamente mais fortes e relativamente mais desenvolvidos e são os que apresentariam maiores debilidades no plano intelectual para promover uma mudança.

Emir Sader:
Minha conclusão é que o conjunto da intelectualidade, não apenas seu pensamento crítico, foi pega de surpresa pelo atual período histórico. Aparece como a voz de menor resistência aos sistemas de dominação, ficando muitas vezes atrás dos movimentos sociais. É preciso destacar que a América Latina foi território de várias teorias avançadas do pensamento crítico em décadas anteriores, mas hoje não encontramos a expressão de muitas dessas teorias no movimento político latinoamericano. Não estão ajudando a pensar o processo contemporâneo.

Qual foi o comportamento desses pensadores?

Emir Sader:
Pode-se perceber que muitos intelectuais do pensamento crítico de outra época terminaram aderindo ao neoliberalismo, porque viam essa tendência como algo inevitável. E quando se vêem as coisas assim, isso marca o que será feito. Fernando Henrique Cardoso foi um brilhante intelectual de esquerda nos anos 60, mas seu governo nos 90 não foi distinto do de Menem. E eu não diria, tomando as coisas em seu conjunto, que é uma postura de direita, mas sim um conformismo histórico. Outra parte da intelectualidade ficou refugiada em posições que eu chamaria de ultra-esquerda, posições que estão descoladas do processo real. A ultra-esquerda tem uma capacidade crítica enorme, mas nunca conseguiu construir processos de transformação revolucionária.

Neste debate sobre os governos e as políticas na América Latina, muitos pensadores e dirigentes de esquerda seguem julgando como governos de direita a aqueles que não produziram uma ruptura com o neoliberalismo.

Emir Sader:
Há uma postura que tende a tomar determinados aspectos da realidade e absolutizá-los, perdendo assim a objetividade. Hoje a divisão fundamental não é entre uma esquerda boa e uma esquerda má. Essa é uma postura de direita que divide a esquerda. A linha é entre os que estão a favor do projeto de integração regional e os que estão a favor de tratados bilaterais de comércio com os Estados Unidos. No marco daqueles que defendem a integração regional, há alguns que avançaram rumo à ruptura do modelo, como Equador, Bolívia e Venezuela. Outros, como Brasil e Argentina, conseguiram flexibilizar o modelo, e aí está seu mérito. Tudo o que é feito para a manutenção do modelo anterior no Brasil e na Argentina é negativo. Mas a política externa é positiva, a política social é positiva. E isso vale.

Não está justificando-os?

Emir Sader:
Não, mas é preciso dar-se conta que ainda que tenham ocorrido avanços importantes na América Latina, vivemos em um mundo de hegemonia neoliberal: hegemonia econômica, de valores, na relação de força social. Não se pode esquecer que o neoliberalismo colocou todo o movimento popular na defensiva. A luta contra o modelo, por conseguir por em contradição seus paradigmas, deu-se contra a direita e desde posições anti-neoliberais que não eram de esquerda. Conseguimos ter governos com traços contraditórios e isso foi o resultado da luta, de uma luta exitosa. A alternativa era ter governos de direita, não de esquerda.

O predomínio e a crise do capitalismo: “Desmercantilizar a economia”

Emir Sader caracteriza o período histórico vivido na segunda metade do século XX como “a passagem de um mundo bipolar para outro unipolar”, como uma hegemonia absoluta do capitalismo e dos Estados Unidos como potência dominante. Além disso, destaca a passagem, dentro do capitalismo, do modelo keynesiano para o neoliberal. No entanto, apesar deste “triunfo espetacular” do capitalismo, Sader sustenta que este processo acaba não garantindo “nem um ciclo tranqüilo para a hegemonia dos Estados Unidos nem um crescimento sustentável”. Segundo o sociólogo e historiador brasileiro, a hegemonia capitalista deu-se através de “uma vitória extraordinária dos Estados Unidos nos planos político, militar e ideológico”. “A hegemonia econômica e cultural é tal que o modo de vida capitalista se impõe hoje sem disputa no mundo. Não há outro modelo comparável. Até na China, as cidades se transformam e desenvolvem como espelho das cidades estadunidenses. Os pobres têm expectativas de consumo de acordo com o estilo norte-americano”.

No entanto, o capitalismo mostra seus limites. A crise atual da economia norte-americana, sustenta Sader, poderia ser o início de “um período longo de instabilidade com turbulências”. Os obstáculos ou contradições do mundo unipolar têm seu reflexo na excessiva concentração de renda, na devastação ecológica e na guerra, adverte. “O capital se deslocou fortemente rumo à atividade especulativa financeira. Cerca de 90% dos movimentos de capital no mundo hoje são mudanças de papéis de uma mão para outra, não são o resultado de atividades comerciais, assinala Sader. Mas enquanto isso ocorre nos centros financeiros mundiais, no coração do sistema capitalista, na periferia ele descreve uma dinâmica diferente.

“Nas décadas de 80 e 90, a América Latina foi o laboratório mais avançado do neoliberalismo. O arco político da região aderiu em conjunto ao modelo e foi o primeiro a explicitá-lo. México, Brasil e Argentina foram as expressões mais claras disso”. Mas esse modelo entrou em crise, gerando fortes contradições.

Hoje, diz ainda Sader, a América Latina é “a única região com projetos de integração relativamente independentes dos Estados Unidos, condição necessária mas não suficiente para a ruptura com o modelo neoliberal”. Diante da crise de hegemonia, os países do subcontinente reagiram de diversas formas, de acordo com sua capacidade de reconstruir as forças para uma disputa de poder. Bolívia e Equador, segundo Sader, são exemplos de sublevação popular com saída eleitoral que permitiu refundar o Estado. Destacou que estes países “puderam recompor sua identidade porque tiveram menos penetração cultural do neoliberalismo, o modelo não deitou raízes”. Um fenômeno diferente do ocorrido no México, Chile e Argentina, onde se enraizou.

Sader destacou como modelo de integração independente a proposta da ALBA (Alternativa Bolivariana para os povos da América), impulsionada pela Venezuela. “Democratizar a economia é desmercantilizar”, defende o sociólogo brasileiro, como bandeira na luta anti-hegemônica. Ainda que não deixe de reconhecer a distância existente entre o sistema capitalista atual e um modelo que possa substituí-lo. “Existe um abismo entre o esgotamento do modelo atual e a aparição de outro ou outros. O panorama é contraditório. Mas o mundo novo é um modelo ainda não elaborado”.

sábado, 23 de agosto de 2008

Bolívia, onde a geografia se faz história através da política


Carlos Walter Porto-Gonçalves
Brasil de fato

O recente referendo revogatório dos cargos executivos nos níveis federal e departamental realizado na Bolívia, em 10 de agosto de 2008, traz ensinamentos importantes para a compreensão dos novos caminhos que estão sendo abertos pelos movimentos sociais em invenção democrática. O que está em curso na Bolívia ganha maior significado ainda quando se sabe que o país é o recordista de golpes de Estado na América Latina, região que por si só é recordista nesse tipo de fenômeno político.

Quando Evo Morales tomou posse em 20 de janeiro de 2006 declarou que era preciso descolonizar o Estado boliviano. A frase a princípio pode parecer enigmática, haja vista que a Bolívia fez sua independência em 1831 e, assim, já teria se descolonizado. Todavia, o que Evo Morales sinalizou com sua frase só aparentemente enigmática é que em nuestra América o fim do colonialismo não significou o fim da colonialidade, questão que havia sido bem formulada pelo sociólogo peruano Aníbal Quijano.

Tendo sido dirigida pela elite criolla as independências de nossos países se deram nos marcos ideológicos coloniais, como se pode verificar no caráter primário-exportador de nossas economias, na manutenção de uma estrutura agrária onde há uma enorme concentração fundiária nas mãos dos descendentes brancos e dos mestiços em detrimento das grandes massas camponesas, de afrodescendentes e dos povos originários, além de um racismo mais ou menos aberto, mas sempre presente. Não bastasse isso, as estruturas de poder aqui desenhadas são de clara inspiração eurocêntrica tomando o direito romano como referência básica, o que só é compreensível quando se tem em conta que o direito romano tem como espinha dorsal a propriedade privada.

Em alguns países, como na Bolívia, no Equador, no Peru, no Paraguai, na Guatemala e no México, apesar da violência dos Pizzarros e dos Cortês, o efetivo demográfico dos povos originários é expressivo, tendo permanecido também um conjunto de práticas e instituições de resolução de conflitos quase sempre marcado por um caráter comunitário. A mulher, nesses contextos, tem um papel primordial na reprodução da cultura (e da política), ela que muitas vezes teve que se virar para garantir a sobrevivência dos filhos obrigados a trabalhar nas minas.

Enfim, depois de 500 anos de experiência colonial, que inclui o período pré e pós independência pelas razões acima aludidas, na Bolívia mais de 60% da população fala em seu cotidiano o quéchua, o aymara e o guarani, além de mais de duas dezenas de outras línguas faladas por povos originários de menor densidade demográfica, mas únicos. Todavia, os exames para concursos públicos no país são realizados em espanhol, língua dos colonizadores, olvidando que mais de 60% da população pensa e sente numa língua diferente, embora use e domine um espanhol prático por razões de sobrevivência.

A invenção dos Estados territoriais, tal como conhecemos hoje os países, foi desde sempre um processo marcado por tensões, até porque os espaços geográficos que antecederam os diferentes territórios desses Estados estavam longe de serem constituídos por uma mesma etnia, por um mesmo povo. Aliás, os dois primeiros Estados territoriais que surgiram no mundo, Portugal e Espanha, se formaram a partir de uma verdadeira limpeza cultural (étnica e religiosa) com a expulsão dos mouros por uma “guerra santa e justa”. Na Espanha, o herói nacional Santiago de Campostela, aquele mesmo do caminho tão decantado que salvou Paulo Coelho do mau caminho, é conhecido simplesmente como Matamouros.

A violência contra o diferente esteve na origem dos Estados territoriais lá mesmo na Europa e é isso que está por trás do que tão candidamente nossos livros de história chamam de unificação de pesos e medidas, da moeda inclusive, e do exército como iniciativas positivas na invenção desses Estados territoriais. Assim, olvida-se que cada povo mede e pesa de um modo próprio não só no sentido imaterial, intangível, mas também no mundo mundano. Unificar pesos e medidas é, assim, colonizar. Deste modo, o colonialismo antes de ser um fenômeno que os europeus lançaram mão para controlar a América ou outras terras de além mar é, antes de tudo, um fenômeno inerente aos próprios Estados territoriais, tal como foram instituídos.

Eis um dos maiores desafios com que se defrontam os países e os povos em que os grupos étnicos não foram dizimados e se reinventam politicamente nas atuais circunstâncias questionando o fazer político tal e qual vem sendo praticado. É isso que se passa na Bolívia e a maior parte de nossos intelectuais vem tendo dificuldade de compreender até mesmo pelos marcos teórico-conceituais que ainda dominam as nossas ciências humanas.

O historiador inglês Perry Anderson em seu importante livro Linhagens do Estado Absolutista publicado em Portugal, em 1974, já havia nos alertado que os Estados territoriais se constituíram como verdadeiros “senhorios centralizados” em grande parte como resposta às incessantes revoltas e rebeliões camponesas que, à escala local, vinham se libertando do controle dos senhores feudais. Assim, a concentração de poder num “senhorio centralizado” possibilitou que se reunissem forças para debelar a rebelião dos “de baixo” e, aqui, cabe destacar uma dimensão negligenciada nas análises que é a questão da escala e do espaço.

Afinal, constituir um poder centralizado numa cidade-cabeça, isto é, numa cidade capital que comanda todo o corpo, isto é, todo o território, é estabelecer uma unidade territorial supra-local por meio de uma hierarquia escalar, no caso, o Estado territorial moderno (e, assim, colonial). É a partir dessa conformação política que tudo que é local passou a ser visto como menor, a ser desqualificado, e, assim, desqualificando os grupos sociais que se forjam nessa escala, os camponeses sobretudo. Assim, a língua local é dialeto.

A cultura local é folclore. Eis aqui um dos grandes desafios teórico-políticos a serem enfrentados pelos movimentos emancipatórios, qual seja, como estabelecer unidades territoriais que afirmem perspectivas igualitárias e promessas horizontalizantes para além do local, que sempre se fazem presentes nos processos emancipatórios, quando as formas teórico-políticas conhecidas que constituíram os Estados até aqui são sempre hierárquicas e verticalizadas? Como combinar o comunitário com o individual, quando hoje sabemos que eles não se excluem como, de certa forma, igualmente acreditaram tanto os liberais como seus críticos? Como articular a democracia comunitária com a democracia representativa?

Essas são questões que vêm sendo enfrentadas na Bolívia não sem tensões, é claro, até porque ali as questões étnicas estão até a medula implicadas com as questões das classes sociais que se antagonizam. A questão territorial vem adquirindo na Bolívia toda a sua radicalidade e, ali, o debate sobre o direito à diferença e o direito à igualdade é mais que um debate teórico e, sim, teórico-político. Felizmente, o povo boliviano referendou no último plebiscito muito mais que o presidente, mas sim o processo de câmbio que está em curso no país.

E a hegemonia indígena é, nesse caso, fundamental para dar seguimento a essas mudanças pelos valores essenciais de reciprocidade e complementaridade que conformam as matrizes de racionalidade quéchua e aymara posto que estão predispostas ao diálogo intercultural muito mais que o discurso que vem das oligarquias das terras baixas (Santa Cruz, Beni, Pando e Tarija) onde a negação do outro ainda tem fortes marcas do ódio racista.

Afinal, depois de toda uma estratégia desestabilizadora que chegou ao cúmulo de um dos governadores fanáticos da Meia Lua a incitar os militares a um golpe militar, Evo Morales chamou o referendo revocatório dizendo que se querem derrubá-lo que não o façam pelas armas, mas sim pelas urnas. E o povo boliviano nos deu uma bela aula de democracia e de vontade de mudança mostrando que mais do que Meia Lua quer Lua Cheia, isto é, um país onde caibam todos na sua diferença com igualdade.

Não nos esqueçamos do papel nessa vitória dos movimentos sociais organizados em uma complexa rede com enorme capilaridade territorial no país, única força capaz de fazer com que as forças armadas não se deixem levar pelos convites separatistas e golpistas onde não deixam de contribuir certas embaixadas.

sexta-feira, 22 de agosto de 2008

Los murmullos y silencios de la calle: innovación política al alcance

Sergio Celis
Centro Avance

Nuevas aproximaciones para hablar de política y socialismo a partir del texto “Los murmullos y silencios de la calle” de Eduardo Rojas

¿Cómo una coalición que ha gobernado durante 20 años logra mantenerse con una propuesta esperanzadora, renovada y convincente en el poder? ¿De qué manera los políticos modifican sus prácticas para recuperar y “encantar” a la ciudadanía? ¿Cómo el socialismo y la izquierda en general amplia el horizonte de la acción política, desenmascarando y restringiendo la impronta del capitalismo? Estas preguntas emergen en medio de un descontento generalizado de la ciudadanía con la elite política nacional, y mientras más rápido aparecen fórmulas y llamados al cambio y la renovación, más se evidencia un desgaste de la práctica política y de un debate que carece de imaginación, que no logra escuchar los murmullos y silencios de la calle.

Es un buen momento para parar, para intentar reflexionar sobre estas y otras preguntas. Es un buen momento para leer, escuchar y ampliar el diálogo sobre el futuro y también sobre el pasado. Es un llamado que no sólo es válido para Chile, Jürgen Habermas, quien en un reciente artículo critica la falta de perspectiva y prácticas democráticas de las élites de la Unión Europea, da cuenta que los ciudadanos deprecian a sus propios políticos, quienes prometen el mundo pero carecen de perspectiva y no (no pueden) cumplen. (1) Parar es tomar el tiempo a nuestro favor, darle utilidad a estos momentos de aparente inacción es, en la idea de Heidegger, convertirlos en momentos intangibles, durables y de poder determinante. Es tiempo para escuchar, aprender e innovar.

En Chile, son pocas las instancias de debate que tienen anclaje en la teoría social y política, imposibilitando la producción de nuevas significaciones y sentidos para la acción. Es un momento complejo para los dirigentes y de desorientación para los partidos políticos, se reconoce que en la sociedad chilena hay nuevas formas de relacionarse, mayor base material, más tecnología y una experiencia global más cotidiana, pero el cálculo y el juicio determinante deja poco espacio para hacer algo interesante en este contexto. Sin embargo, la teoría social otorga pistas importantes, orientaciones y nuevos significados, cuando se transforma en diálogo con el pasado y con los actuales murmullos y silencios de la calle.

El libro de Rojas, “Los murmullos y silencios de la calle” es un esfuerzo por dialogar con las voces del socialismo chileno de las últimas décadas, de los que gobiernan y de los que no, y con lo más avanzado de la teoría política y social, es un diálogo abierto a la innovación. Pero no a la innovación inspirada en la competencia mercantil, que busca vencer a la competencia y dominar al público consumidor, no es una innovación, como dice Restrepo, de inventicos. Rojas habla de una innovación que abre mundos y extiende el diálogo, que nos enfrenta con ojos frescos a la tradición, es un trabajo con métodos y teoría que tiene la pretensión de ser inmanente y trascendente a la vez.

Chile ya lo ha intentado otras veces, ser una experiencia política inédita está en los trozos de nuestra memoria. La presencia de Allende, su aparición desde la ruptura y discontinuidad vendrá siempre a reeducarnos y alentándonos para una nueva actitud (2) para “devolver a Chile su preeminencia en el concierto mundial.” (3)

Este ensayo pretende ampliar una discusión sobre el texto de Rojas, planteando tres énfasis distintos a la pregunta que pareciera ser central en el libro: si los socialistas pueden ser a la vez hombres de Estado o luchadores sociales. Aquí se realzará el valor del libro como una lección para la innovación política, como una sistematización de la experiencia y teoría avanzada I), la figura de Michel Bachelet como fuente de aprendizaje inexplotado II) y una propuesta de formación política dispuesta para formar cuadros políticos con mayor capacidad de acción y cambio III).

I. Innovación: sistematización de la experiencia y teoría avanzada

Esta innovación es el resultado de una confrontación de dos procesos. Por un lado la sistematización de extensas experiencias de aquellos que han contribuido al discurso y la organización de la acción política, es escarbar en todos las voces posibles, volver, a sugerencia de Benjamin, a aquellos trozos discontinuos del pasado. Por otro lado, a una revisión de la mejor teoría social y política disponible, así Rojas logra que la reciente memoria chilena converse con pensadores contemporáneos como Habermas, Gadamer, Arendt y Bajtin, los pragmatistas norteamericanos y pensadoras feministas como Nancy Fraser, y a modo de homenaje y demostración de poder crítico y a ratos proféticos con la obra de Norbert Lechner, cuya teoría seguirá repercutiendo y volviendo desde los murmullos y silencios de la calle.

Para Rojas, hoy la teoría social y política ofrecería una posibilidad práctica y extremadamente útil en la crítica a nuestra sociedad gestionada por sus autoridades políticas y en donde el neoliberalismo económico aparece como ideológicamente denso y sin contrapeso. Una crítica efectiva sería posible si es desde adentro, inmanente, si entiende el sistema al cual está criticando y si tiene herramientas teóricas y validez interpretativa para la crítica. Otro mundo es posible, pero hay que abrirlo, desplazándolo. Para esto es necesaria la lectura sistemática, la interpretación constante de los discursos de los actores sociales y un diálogo reflexivo donde participe la mayor cantidad de voces posibles.

La preocupación por la teoría, por las explicaciones sistemáticas y racionales argumentadas de las bases del análisis político, en el Chile de la “gestión” eficiente de hoy parece algo extremadamente práctico y útil. Abre mundo, por definición, agrega saber a la acción. Pero el juicio de valor positivo de la teoría se hace terminante si observamos el desbalance cultural y político que hay entre el discurso de la izquierda habitual contra el “neoliberalismo” […] Otro mundo es posible, pero hay que abrirlo, dar palabra, acción y entendimiento de una amplitud que en la izquierda es difícil de reconocer. (4)

Con el sólo hecho de citar la teoría, Rojas desplaza los límites de la innovación pues pone más información a disposición de todos. Esta información es una guía práctica para introducir nuevos saberes y generar nuevos conocimientos e interpretaciones que doten de mayor poder comunicativo a la acción política. El texto “Los murmullos y silencios de la calle” presenta una serie de discusiones vitales, que con tan sólo enunciarlas generan ojos frescos para mirar a nuestro “gestionado” país, como la teoría de la interpretación de las necesidades de Fraser, la justicia como imparcialidad de Rawls o la crítica al nuevo espíritu del capitalismo de Bolstanki y Chiapello.

II. La inagotable novedad de Michelle Bachelet

El país vive momentos complejos, bajo crecimiento, alza en los precios de la canasta básica nacional y uno de los peores sistemas implementados por la Concertación, de alto impacto en la ciudadanía: el Transantiago. Pese a esto la presidenta Michelle Bachelet ha mantenido altos niveles de apoyo. A pesar que la crítica hacia ella y su gobierno es fácil y la prensa es una buena plataforma para ello, la gente le cree, confía en ella y en el sello que le intenta dar a su gobierno. Frente a esto la elite política concertacionista, parece no decidirse, no realiza una crítica frontal, parece cuadrarse en sus decisiones pero tampoco impulsa con entusiasmo un debate que amplíe el campo de acción de las políticas de gobierno y genere nuevas perspectivas para el país. Desde que Bachelet asumió la presidencia se debate sobre la sucesión, y pocos parecen extrañarse con el hecho de que la posible carta presidenciable de la Concertación sea un estilo de liderazgo y dirección que Bachelet pareció superar.

¿Por qué no avanzar en la dirección bacheletista o en su continuación? ¿por qué no agotar la discusión del efecto de su campaña y sus énfasis en el gobierno? Parece que ni antes y ni hoy hubo esfuerzos para, desde su figura, extraer saber y aprendizaje. Es aquí donde el texto de Rojas realiza un aporte inédito y quizás represente una de las mejores aproximaciones a la figura y significado político de la presidenta.

Rojas habla del fenómeno Bachelet con una gran cantidad de voces, desde dirigentes juveniles de antes como Carlos Ortúzar, hasta jóvenes periodistas de hoy como Rafael Cavada, también hace el ejercicio de la confrontación teórica con Weber, Dewey, Arendt, Lechner, Habermas y muchos otros. Así genera interpretaciones nuevas, cuestionando las muchas veces incapacidad de los políticos nacionales, en especial los socialistas, para hablar de los nuevos liderazgos, de su legitimación y de su poder más o menos democratizante. Rojas da varias pistas sobre la manera en que Bachelet se situó en la ciudadanía y lo que representaría su figura y el apoyo hacia ella. El triunfo de Bachelet no significaría sólo la continuidad renovada en el poder, ni un valioso paso modernizador, dado por ser la primera mujer en la presidencia. Sería además, la demostración de una sociedad que se intenta re significar, fortalecerse y tener mayor gobernanza sobre sus instituciones.

Para esta comprensión, la simpatía de la gente por Bachelet es y va a ser un carisma con raíces en la razón de las personas y sus instituciones, una imaginación rebelde para enfrentar la división de la sociedad, como la designa John Dewey. Expresa genuinamente el saber de que dispone y construye la comunidad. Pocos además recurrirían a teorías de la integración de sociedades complejas para las cuales, por ejemplo, la conexión positiva de un liderazgo con la base social no puede ser garantizada sólo por sentimientos, como la simpatía y la confianza, que suponen condiciones de proximidad. (5)

El ejercicio que hace Rojas de expresar como saber de la comunidad, atributos con los cuales se tiende a disminuir la imagen de Bachelet, no es un simple cambio de perspectiva o de correcto uso del análisis político y social. Es un ejercicio político de otorgar validez y de establecer muchas conversaciones posibles sobre los liderazgos que vienen. Y lo que es de mayor importancia sobre qué liderazgos, modos de dirección, se desean instalar y promover en el futuro, sobre qué cuadros políticos se formarán para continuar un rumbo, que pueda ser denominado como socialista. El fenómeno Bachelet aparece como una novedad inagotable a no ser que empiece a ser sistematizado y discutido con seriedad y contrastándolo con la teoría más avanzada disponible, como ya lo comenzó a hacer Rojas.

III. Una formación política polifónica abierta a la escucha y la reflexión

Cuando en la Concertación se realizan escuelas de formación política, por lo general se refiere a bien organizados seminarios que cuentan con la presencia y compromiso de las más distinguidas figuras de la política nacional e internacional, además de académicos de prestigio. Si la formación pretende ser más completa, contemplará talleres de incorporación de herramientas técnicas y organizativas para liderar, comunicar, trabajar en equipo o hablar en público o frente a las cámaras. En estos procesos formativos los jóvenes dialogan con estos distinguidos invitados y además adquieren técnicas útiles para operar política o profesionalmente. El problema radica en que esta formación por más que intente procurar la diversidad, y que por lo general lo hacen, no sale de la esfera de la política o de la contingencia, reproduce un discurso que pertenece a una elite formada en otros contextos, los nuevos cuadros aprenden, leen y discuten a través de ellos. Podríamos categorizar esta formación como homofónica, pues no asegura la no relación entre las voces, o al menos una diferencia que permita desplazar las actuales concepciones hacia nuevos ámbitos. Bajtin, crítico literario y teórico social ruso que lleva a un extremo la importancia del diálogo en la formación humana y la innovación social, valora el acto polifónico como la combinación de voluntades, como voluntad del acontecimiento. Incluso la voluntad individual tiene posibilidades de ir más allá de sí misma cuando incorpora voluntades independientes entre sí.

La esencia de la polifonía consiste precisamente en que sus voces permanezcan independientes y como tales se combinen en una unidad de orden superior en comparación con la homofonía. Si se quiere hablar de la voluntad individual, en la polifonía tiene lugar precisamente la combinación de varias voluntades individuales, se efectúa una salida fundamental fuera de las fronteras de ésta. […] la polifonía es voluntad por combinar muchas voluntades, es voluntad del acontecimiento. (6)

También encontramos en el texto de Rojas una guía excepcional para asegurar una formación polifónica, que amplíe las posibilidades de acción y discurso de los nuevos cuadros. En rigor, “Los murmullos y silencios de la calle”, es una obra polifónica, que da acceso a un gran cantidad de voces independientes entre sí, casi no es un texto de una idea sino de muchas ideas entrecruzadas, el acto de leer este texto asegura una cantidad de experiencia y de acceso al saber político que difícilmente logren alcanzar seminarios con recursos parafernálicos e invitados estelares.

La formación de cuadros políticos eficaces, que sean reconocidos no por su capacidad de usar la técnica, sino por su capacidad de desplazar los significados de la política más allá de las fronteras actuales, debiese ser el objetivo primero de una formación llamada socialista. Rojas extrae de Gadamer la idea de un cuadro que sea capaz de fusionar horizontes, que sea capaz de reconstruir la validez de su teoría a través de una interpretación del discurso de los actores sociales, en definitiva que sean capaces de escuchar y leer los murmullos y silencios de la calle. El cuadro debe ser capaz de elaborar un conocimiento que, antes que una ilustración es una reconstrucción del saber común del actor. (7)

Es así como Rojas nos enseña que una formación abierta a la escucha y la reflexión, necesariamente debe constar de tres elementos: una revisión de la más avanzada teoría disponible, una mirada crítica hacia la memoria y el pasado, y una sistematización de los discursos de los actores políticos, idealmente de todos ellos.

En resumen, “Los murmullos y silencios de la calle” es un texto, que como dice una de sus muchas citas a Habermas, nos permite seguir conversando y tomando en serio toda aquello que no puede expresarse en precios. (8)

(1) Traducción propia de The citizens despise their own politicians, who promise the world but who lack perspective and do not (cannot) deliver. En artículo de Habermas J. “A search for Europe’s Future: And the Wheels Stopped Turning” en Spiegel on line, 18 de junio de 2008.
(2) Rojas E. (2008): Los murmullos y silencios de la calle. Los socialistas chilenos y Michelle Bachelet. Buenos Aires, USAM Edita, p. 102
(3) Cita de Allende en Rojas E. (2008) op. cit. p. 93.
(4) idem p. 14 y 15.
(5) Ídem p. 357.
(6) Bajtin M.: Problemas de la poética de Dostoievski, Fondo de Cultura Económica, 2ª edición México, 2005. págs. 34 y 35.
(7) Rojas E. (2008) op. cit. p. 153.
(8) Ídem p. 116.

quinta-feira, 21 de agosto de 2008

Pela primeira vez, três crises mundiais ao mesmo tempo


Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique

Nunca havia acontecido antes. Pela primeira vez na história da economia moderna, três crises de grande amplitude – financeira, energética e alimentar – estão em conjunção, confluindo e combinando-se. Cada uma delas interage sobre as demais, agravando, de modo exponencial, a deterioração da economia real.

Por mais que as autoridades se esforcem em minimizar a gravidade do momento, o certo é que nos encontramos diante de um sismo econômico de magnitude inédita, cujos efeitos sociais, que mal começaram a se fazer sentir, explodirão nos próximos meses com toda a brutalidade. A numerologia não é uma ciência exata e o pior não costuma ser previsto, mas 2009 pode muito bem se parecer com o nefasto ano de 1929.

Como temíamos, a crise financeira continua aprofundando-se. Aos descalabros de prestigiosos bancos norte-americanos, como o Bear Stearns, o Merrill lynch e o gigante Citigroup, somou-se o recente desastre do lehman Brothers, quarto maior banco de negócios, que anunciou, em 9 de junho, um prejuízo trimestral de 2,8 bilhões de dólares. Como foi a primeira perda desde o lançamento de suas ações na Bolsa, em 1994, o resultado teve efeito de um terremoto financeiro, nos já violentamente traumatizados EUA.

A cada dia difundem-se notícias sobre novas quebras. Até agora, as entidades mais afetadas admitem prejuízos de quase 330 bilhões de dólares, e o Fundo Monetário Internacional estima que, para escapar da catástrofe, o sistema necessitará de cerca de 950 bilhões de dólares (o equivalente à metade do PIB do Brasil).

A crise começou nos Estados unidos, em agosto de 2007, com a desconfiança nas hipotecas de má qualidade (subprime) e propagou-se por todo o mundo. Sua capacidade de se transformar e se espraiar por meio da contaminação de complexos mecanismos financeiros faz com que se assemelhe a uma epidemia fulminante, impossível de controlar. As instituições bancárias já não emprestam dinheiro entre si. Todas desconfiam da saúde financeira de suas rivais.

Apesar das injeções maciças de liquidez efetuadas pelos grandes bancos centrais, nunca se vira uma seca tão severa de dinheiro nos mercados. E agora o maior temor de alguns é uma crise sistêmica — ou seja, que o conjunto do sistema econômico mundial entre em colapso.

Da esfera financeira, o problema passou para o conjunto da atividade econômica. De um momento para outro, as economias dos países desenvolvidos sofreram um desaquecimento. A Europa encontra-se em franca desaceleração e os Estados Unidos estão à beira da recessão.

O setor imobiliário é onde melhor aparece a dureza desse ajuste. Durante o primeiro trimestre de 2008, o número de vendas de moradias na Espanha caiu 29%! Cerca de dois milhões de apartamentos e casas estão sem compradores. O preço das propriedades continua a desmoronar. O aumento dos juros hipotecários e os temores de uma recessão lançaram o setor numa espiral infernal, com ferozes efeitos em todas as frentes da imensa indústria da construção. Todas as empresas desses setores estão agora no olho do furacão. E assistem, impotentes, à destruição de dezenas de milhares de empregos.

Da crise financeira passamos à crise social. E políticas autoritárias voltaram a surgir. O Parlamento Europeu aprovou, em 18 de junho passado, a infame “diretiva de retorno”. Imediatamente, as autoridades espanholas declararam sua disposição em favorecer a saída da Espanha de um milhão de trabalhadores estrangeiros.

Em meio a essa situação de espanto, ocorre o terceiro choque do petróleo, com o preço do barril em torno de US$ 140. Um aumento irracional (há dez anos o barril custava menos de US$ 10) devido não apenas a uma demanda despropositada mas, especialmente, à ação de muitos especuladores, que apostam no aumento contínuo de um combustível em vias de extinção. Retirando-se da bolha imobiliária, que desinfla, os investidores alocam somas colossais em contratos para entrega futura de petróleo, o que pode levar o preço do barril a algo em torno de US$ 200.

Ou seja: está ocorrendo uma “financeirizacão” do petróleo, com conseqüências como formidáveis aumentos de preços da gasolina, em muitos países, e a ira de pescadores, caminhoneiros, agricultores, taxistas e todos os profissionais mais afetados. Em muitos casos, eles exigem de seus governos ajudas, subsídios ou reduções dos impostos, com grandes manifestações e enfrentamentos.

Como se todo esse contexto não fosse bastante sombrio, a crise alimentar agravou-se repentinamente e chega para nos lembrar que o espectro da fome continua ameaçando quase um bilhão de pessoas. Em cerca de 40 países, a carência de alimentos provocou levantes e revoltas populares. A reunião de cúpula da Organização das Nações Unidas para a Agricultura e Alimentação (FAO), foi incapaz, em 5 de junho, em Roma, de chegar a um consenso para retomar a produção de alimentos no mundo. Aqui também os especuladores, fugindo do desastre financeiro, têm parte de responsabilidade — porque apostam num preço elevado das futuras colheitas. Até mesmo a agricultura está se “financeirizando”.

Este é o saldo deplorável de 25 anos de neoliberalismo: três venenosas crises entrelaçadas. Já está na hora de os cidadãos gritarem: “Basta!”.

quarta-feira, 20 de agosto de 2008

Dois anos de governo Alan García: o 'milagre peruano' falido

Matias Mongan
APM

Afastado dos tempos de caudilho antiimperialista, Alan García se mostra um verdadeiro político neoliberal, ortodoxo defensor do que ele mesmo considera o ''milagre peruano''. Seguindo o exemplo da economia de mercado chilena, nos últimos anos o Peru abriu seu aparato econômico aos investimentos dos capitais transnacionais.

Os capitais financeiros internacionais rapidamente mostraram seu interesse em explorar o setor mineiro. Ofuscada com os altos preços dos metais no comércio mundial, a economia peruana começou a evidenciar uma excessiva dependência da exploração mineira.

O desenvolvimento desse setor, que atualmente aglutina mais de 50% das exportações, permitiu ao Peru se converter no segundo produtor mundial de cobre e zinco. Além disso, o país também ostenta o privilégio de ser catalogado como o primeiro produtor mundial de prata.

A rentabilidade inerente à venda de todas essas commodities no exterior permitiu ao governo de Alan García gozar de um crescimento macroeconômico sustentável nesse último período. Por exemplo, estima-se que para este ano a economia peruana possa crescer até 8%. Para a agência Standard % Poor's, é uma das mais sólidas e seguras de toda a América Latina, similar às economias mexicana e brasileira.

Por outro lado, se em primeira instância esses dados parecem dar razão ao presidente e líder do Apra quando fala do ''milagre peruano'', seria bom perguntar a García por que sua popularidade é de apenas 26%, de acordo com recentes pesquisas.

Uma primeira resposta a essa questão pode ser encontrada no fato de que a bonança econômica conjuntural do país não se traduz em maior igualdade social e distribuição da riqueza. A pobreza ainda continua afetando a quase 47% da população, segundo dados do Instituto Nacional de Estatísticas e Informática (INEI). Se a isso somarmos o fato de que a inflação foi de 7% apenas no mês de junho (sendo que desde agosto de 1998 não se registrava um índice tão alta), é lógico que a maioria dos peruanos esteja descontente com seu presidente.

Em uma mensagem dirigida à nação, García argumentou que essa situação se devia à crise mundial alimentar e à alta do petróleo. ''Há um limite no que se pode fazer racionalmente'', enfatizou.

Indubitavelmente a conjuntura internacional contribuiu para incrementar a inflação em todos os países da América Latina. No entanto, o Estado tem a obrigação de agir para poder amainar as necessidades de sua população. Claro que a intervenção estatal não é bem-vista na lógica de García – para ele essa visão prejudica a estabilidade financeira necessária para atrair os investimentos estrangeiros.

Segundo analistas, uma boa medida que o governo poderia adotar para levar o crescimento econômico a todos foi omitida pelo presidente em seu discurso à nação: o imposto sobre os altos lucros da mineração.

Sobre esse tema, o pesquisador Carlos Monge, do Centro de Estudos e Promoção do Desenvolvimento, assegura de maneira enfática que ''se a cada ano há um superávit de 10 bilhões de soles no setor, como houve em 2006 e 2007, e se fosse aplicado sobre esse valor um imposto de 50% (como ocorre na Inglaterra), o Estado peruano teria um ingresso adicional de 5 bilhões de soles por ano'' (um dólar americano equivale a 2,81 soles).

Mas a administração aprista considerou que isso não é necessário, deixando de cumprir a promessa eleitoral de levar adiante esse imposto. Só o que fez foi acertar com as multinacionais o pagamento de US$ 757 milhões na forma de subsídios ao longo de cinco anos.

De acordo com o chefe de gabinete do governo, Jorge Del Castillo, o aporte extraordinário ''será destinado à luta contra a pobreza, a desnutrição e a exclusão social nas zonas mais carentes do país''. Não obstante, essa cifra resulta irrisória, sobretudo se tivermos em conta que somente em 2006 as cinco principais companhias estrangeiras do setor de mineração obtiveram lucros reais da ordem de US$ 2,8 bilhões.

Esse tipo de situação é que permite vislumbrar os aspectos negativos do famoso ''milagre'' de que tanto fala García. Não é por acaso que boa parte da sociedade o considere o ''presidente dos ricos''.

Apesar da desaprovação popular e dos ataques da oposição, García segue firme com seu plano de governo neoliberal. Sempre que pode, destaca as conquistas macroeconômicas alcançadas por sua gestão.

Sob esse cenário, fica a pergunta para reflexão: tanta falácia é realmente válida se a riqueza não chega a toda população? A história da América do Sul se caracteriza por ter um eixo comum entre seus países. É válido recordar que durante os anos 90 a Argentina era premiada pelo Fundo Monetário Internacional como o melhor ''aluno'' da região, enquanto, na realidade, o país estava destruindo todo seu sistema produtivo.

terça-feira, 19 de agosto de 2008

Apostando no decrescimento da economia

Enrique Leff
Terramérica

Em 1972, um estudo do Clube de Roma apontou, pela primeira vez, “Os limites do crescimento”. Quatro décadas depois, a destruição das florestas, a degradação ambiental e a poluição aumentaram de forma vertiginosa, gerando o aquecimento do planeta pelas emissões de gases causadores do efeito estufa. A solução para esse grave problema é mais crescimento? A aposta pelo decrescimento é uma toma de consciencia dos limites do crescimento é a necessidade de desconstruir a economia.

Os anos 60 convulsionaram a idéia do progresso. Depois da explosão populacional, soou o alarme ecológico. Foram questionados os pilares ideológicos da civilização ocidental: a supremacia e o direito do homem de explorar a natureza e o mito do crescimento econômico ilimitado. Pela primeira vez, desde que o Ocidente abriu a história da modernidade, guiada pelos ideais da liberdade e do iluminismo da razão, questionou-se o princípio do progresso impulsionado pela potência da ciência e da tecnologia, que logo se converteram nas mais servis e servíveis ferramentas do acúmulo de capital.

A bioeconomia e a economia ecológica propuseram a relação entre o processo econômico e a degradação da natureza, o imperativo de internalizar os custos ecológicos e a necessidade de agregar contrapesos distributivos aos mecanismos do mercado. Em 1972, um estudo do Clube de Roma apontou, pela primeira vez, “Os limites do crescimento”. Dali surgiram as propostas do “crescimento zero” de uma “economia de estado estacionária”.

Quatro décadas depois, a destruição das florestas, a degradação ambiental e a poluição aumentaram de forma vertiginosa, gerando o aquecimento do planeta pelas emissões de gases causadores do efeito estufa e pelas inelutáveis leis da termodinâmica, que desencadearam a morte entrópica do planeta. Os antídotos produzidos pelo pensamento crítico e a inventiva tecnológica resultaram ser pouco digeríveis pelo sistema econômico. O desenvolvimento sustentável se mostra pouco duradouro, porque não é ecologicamente sustentável!

Hoje, diante do fracasso dos esforços para deter o aquecimento global (o Protocolo de Kyoto havia estabelecido a necessidade de reduzir gases causadores do efeito estufa ao nível de 1990), surge novamente a consciência dos limites do crescimento e a chamada ao decrescimento. Embora Lewis Mumford, Ivan Illich e Ernst Schumacher voltem a ser evocados por sua crítica à tecnologia e seu elogio “do pequeno”, o decrescimento se apresenta diante do fracasso do propósito de desmaterializar a produção, o projeto impulsionado pelo Instituto Wuppertal que pretendia reduzir em quatro, e até dez vezes, os insumos da natureza por unidade de produto.

Ressurge, assim, o fato indiscutível de que o processo econômico globalizado é insustentável. A ecoeficiência não resolve o problema de um mundo de recursos finitos em perpétuo crescimento, porque a degradação entrópica é irreversível.

A aposta pelo decrescimento não é apenas uma moral crítica e reativa, uma resistência a um poder opressivo, destrutivo, desigual e injusto; não é uma manifestação de crenças, gostos e estilos alternativos de vida; não é um simples decrescimento, mas uma tomada de consciência sobre um processo que se instaurou no coração do mundo moderno, que atenta contra a vida do planeta e a qualidade da vida humana.

O chamado para decrescer não deve ser um simples recurso retórico para dar vôo à critica do modelo econômico imperante. Deter o crescimento dos países mais opulentos, mas continuar estimulando o dos mais pobres ou menos “desenvolvidos” é uma saída falsa. Os gigantes da Ásia despertaram para a modernidade; apenas China e Índia estão alcançando e ultrapassando as emissões de gases causadores do efeito estufa produzidas pelos Estados Unidos. A eles se somariam os efeitos conjugados dos países de menor grau de desenvolvimento levados pela racionalidade econômica hegemônica.

Decrescer não implica apenas em desacelerar ou se desvincular da economia. Não equivale a desmaterializar a produção, porque isso não evitaria que a economia em crescimento continuasse consumindo e transformando natureza até ultrapassar os limites de sustentabilidade. A abstinência e a frugalidade de alguns consumidores responsáveis não desativam a mania de crescimento instaurada na raiz e na alma da racionalidade econômica, que contém um impulso ao acúmulo do capital, às economias de escala, à aglomeração urbana, à globalização do mercado e à concentração da riqueza.

Saltar do trem andando não conduz diretamente a desandar o caminho. Para decrescer não basta baixar da roda da fortuna da economia. As excrescência do crescimento, o pus que brota da pele gangrenada da Terra, ao ser drenada a seiva da vida pela esclerose do conhecimento e a reclusão do pensamento, não se retroalimenta no corpo enfermo do planeta. Não se trata de reabsorver seus dejetos, mas de extirpar o tumor maligno. A cirrose que corrói a economia não será curada com a injeção de mais álcool na máquina de combustão dos carros, das indústrias e dos lares. Além da rejeição à mercantilização da natureza, é preciso desconstruir a economia realmente existente e construir outra economia, baseada em uma racionalidade ambiental.